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Luis Ortega es un tipo con buena suerte. Tiene 48 años y vive en Mérida. Es bombero, pero su mayor afición consiste en participar en los concursos, sorteos y promociones que lanzan las marcas comerciales. Lo hace desde 2003. Desde entonces ha ganado: 4 coches, una decena de motos, un viaje a Sudáfrica para ver el Mundial de fútbol, otro a Punta Cana, otro a Bora-Bora y varios abonos para festivales de música; ha sido agraciado con premios en metálico que, de una tacada, han superado los 30.000 euros; le han tocado tantas PlayStation que ha perdido la cuenta y tiene un Iphone 6 que no recuerda ni en qué promoción le tocó. Y así hasta superar el millar de premios.
¡Pero bueno! ¡Tiene usted más suerte que Carlos Fabra! ¿Cómo lo hace?. Luis responde de inmediato: “Lo mío es de forma legal. Yo no compro boletos de lotería premiados. No cometo fraude. Yo participo en concursos, juego… y gano. Así de simple”.
¿Así de simple? Algún truco habrá, ¿no? Él no lo considera truco, sino estrategia. Desde hace 14 años, Luis Ortega ha encontrado la fórmula para ser el agraciado en todos los sorteos que pasen por delante de sus narices. Es una cuestión de estadística, de estudio previo… y de trabajo. Sobre todo de trabajo. Luis ha llegado a recorrer todos los botellones de la provincia de Badajoz con el único objetivo de llevarse los tapones de las bebidas que los jóvenes dejaban tirados
PURA ESTADÍSTICA
También es una cuestión de inversión. Luis Ortega ha llegado a invertir 10.000 euros en comprar casi todas las unidades que salían a la venta de un producto con promoción, con el único objetivo de tener más posibilidades que nadie de ganar el premio. Luego revende el producto por un precio sensiblemente inferior, recuper casi toda la inversión y vende el premio. Nunca da palos de ciego. Nunca pierde. Si la participación en un sorteo se prevé masiva, Luis desiste y no juega. La estadística manda. Los números. Como Los Pelayos, que encontraron la fórmula de ganar en el Casino y les acabaron vetando la entrada.
Desde entonces, Luis es una especie de Rey Mago que regala productos entre sus amistades y vecinos. Otras veces revende a bajo precio la mercancía adquirida o los premios obtenidos. Lo hace para ganar dinero, sí. Pero también por el placer de ganar.
COCA-COLA: CONTIGO EMPEZÓ TODO
La historia de Luis comienza a principios de la década del 2000. Es bombero y su horario le permite tener mucho tiempo libre. En 2003 se dio cuenta de que su sobrino pequeño aparecía constantemente con objetos promocionales de Coca-Cola. Hoy un flotador, hoy una camiseta, hoy una radio… “Mi hijo me preguntó que por qué su primo tenía tantos regalos. Yo le pregunté a mi hermano y él me contó que era muy fácil; que metiendo cinco códigos de etiquetas de Cocacola por internet, te daban un regalo seguro”.
“Quería ver yo si aquello era tan fácil. Probé, mandé unas cuantas etiquetas y empezaron a llegar regalos para mi hijo”. Ahí se despertó la bestia. ¡Cosas gratis! Y sólo con conseguir un trozo de papel que la mayor parte de la gente ignora, rompe o tira. Así, decidió ir directamente al sitio en el que más etiquetas podía encontrar: “Empecé a ir por los bares de confianza para preguntar si podía coger las etiquetas de las botellas vacías. No me pusieron problemas, así que empecé a recolectar etiquetas y a ganar premios.
LA RUTA DEL BOTELLÓN
Premios sin mucho valor económico, comparado con lo que estaba por venir. Se enteró de que la misma marca de refrescos arrancaba una promoción en la que regalaba viajes al Caribe a las 4 personas que introdujesen en internet el mayor número de códigos que están serigrafiados bajo los tapones. Y se lanzó de cabeza.
“Como este premio tenía más valor, participaba más gente. En todo momento podías ver, en la web, tu posición en el ranking y si alguien te había superado”, recuerda. ¿Cómo conseguir más tapones de Cocacola que nadie? Pues yendo a buscarlos al lugar donde más abundan: los botellones. “Me iba los fines de semana, por las noches, por toda la provincia de Badajoz, a los lugares donde los jóvenes se ponen a beber los fines de semana. Calles de copas, explanadas, zonas de fiesta…”
Luis pedía permiso a los jóvenes para coger los tapones que ellos tiraban. Así llenaba bolsas enteras. Y al llegar a casa se pasaba las horas metiendo códigos en la web. Al final, hasta los basureros le guardaban los tapones: “Te hemos dejado una bolsa llena allí al lado del cubo”, le avisaban.
CONOCE A SU ALMA GEMELA
Como era de prever, Luis fue uno de los 4 ganadores del viaje a Punta Cana. Allí conoció a los otros vencedores. Entre ellos a David, un valenciano que se había proclamado vencedor. Era la persona que más tapones había logrado. “¿Cómo lo has hecho?”, le preguntó un maravillado Luis, que ya tenía inoculado el veneno de los concursos. El valenciano le contestó que trabaja en una planta de reciclaje. Ahí hay muchos más tapones y etiquetas que en ningún sitio. Fuera de sus horas de trabajo recopilaba tapones, los mandaba y ganaba.
Ese fue el comienzo de una gran amistad. Se hicieron amigos y Luis le invitó a pasar unos días en Mérida, en el hostal que antes regentaba. Allí sentaron las bases de lo que en poco tiempo se iba a convertir en un negocio. “David, agradecido por mi invitación, me dijo que si yo quería más tapones para próximas promociones, él me los podría enviar sin que yo le diese nada a cambio. A los pocos días me llegó una caja de lavadora llena de tapones”.
Luis, en lugar de introducirlos sin más, le propuso a David asociarse. “Entre los dos conseguiríamos tapones, etiquetas o cualquier cosa necesaria para participar en las promociones. Y luego repartiríamos los premios”.
Así sucedió durante un tiempo. “Íbamos ganando cosas y yo las iba regalando a amigos o familiares. Para mí era una satisfacción que mi hijo pequeño fuese a un cumpleaños y, en lugar de regalar un muñequito del todo a cien, regalase una Playstation”, recuerda Luis.
VAMOS A VENDER LOS PREMIOS
Pero no era suficiente. David, el socio valenciano, le propuso a Luis vender los premios en diferentes páginas web. Empezaron por Ebay y ofertaban los premios. Productos nuevos a un coste sensiblemente más bajo del que se encuentra en la tienda. Ue así como el negocio empezó a funcionar. Habían conseguido convertir en dinero físico todos aquellos obsequios.
“Me sorprendía que fuese todo tan fácil. Pero los resultados eran los que eran, así que seguimos y cada vez con promociones de más importancia”.
Siguieron con Coca-cola, que fue su primer filón. Seguían las interminables jornadas de recogida en los botellones. Mientras, David peinaba la planta de reciclaje de Valencia para que el porcentaje de posibilidades de éxito cada vez fuese más alto. Consiguieron más de treinta PlayStation, que luego revendían. El dinero empezaba a llegar.
Este éxito les llevó a ser más ambiciosos. Hay cientos de promociones cada año en productos de todo tipo. Tocaba tirar de inventiva. Ya no se ceñirían sólo a Cocacola. “Empezamos a identificar promociones de otras marcas que ofrecían premios muy interesantes, por lo que nos metimos también con eso”.
EL PRIMER COCHE
El primer regalo de gran empaque fue un coche. Un Mitsubishi Colt Cabrio. Lo consiguió con las etiquetas de Fanta, marca que también pertenece a Coca-Cola. Esta empresa no lo sabe, pero ha hecho ganar a Luis mucho dinero con sus promociones. Tampoco ha sido el único coche. En total se ha llevado 4.
A partir de ahí empezó a controlar el mapa de las promociones en España. Primer problema: marcas como Estrella Galicia, que regalaba un coche (un Mini) no eran tan populares como Cocacola. Ni en los botellones, ni en los vertederos. ¿Cuál tenía que ser la estrategia entonces? La misma: hacerse con el mayor número posible de etiquetas de los packs de 6 cervezas. ¿Cuál es el método entonces? “Pues comprarlas”.
COMPRO LA CERVEZA Y LA ABANDONO
Luis, que en aquel entonces tenía una bocatería en Mérida iba a los distribuidores mayoristas y les compraba todo el cargamento de Estrella Galicia que tuviesen en stock. “Iba con una furgoneta, les pedía ver primero la mercancía. Si los packs tenían los códigos de la promoción, me las quedaba todas”. Se las quedaba todas significa que cargaba la furgoneta hasta los topes de palets de cerveza. Lo único que le interesaba era el trocito e cartón donde salía el número que le permitiese participar en los concursos. “Llegué a dejar palets enteros de cerveza en los almacenes. Yo ya tenía los códigos”.
Le tocó el Mini. “Igual invertí 6.000 euros. Me tocó el coche y lo vendí por una cantidad bastante superior”, recuerda. Ya estaba la inversión amortizada. Empezaban ya a ver entrar el dinero en cantidades considerables. Estadísticamente, era muy difícil que alguien hubiese introducido más códigos promocionales que él. Y las matemáticas le acabaron dando la razón.
Desde entonces no ha hecho otra cosa que afinar su inventiva. Y para ello se prepara. Como un profesional. “A menudo compro la prensa económica, por si hay información de promociones. La información es poder, por lo que a veces me entero de que la empresa X va a empezar una promoción en la que va a regalar viajes, o dinero cada hora. Te informan de que va a empezar tal día, pero que sólo estará disponible en determinadas zonas de España durante los primeros días”, cita como ejemplo. Es en esa franja en la que Luis hace la mayor parte del trabajo. Cuando todavía no hay mucha gente participando. No es inusual ver al bombero leyendo con interés el diario Expansión o el Cinco Días, intentando informarse de los entresijos de las promociones.
“Una de las claves es que la gente no suele participar en esos premios. Tú te bebes una lata de refresco o te comes una bolsa de frutos secos y no te preocupas de ir a meter un código a internet. Esto provoca que muchas veces lo premios se queden desiertos”, explica. De hecho, estudia el número aproximado de personas que van a participar en un concurso. “En el más importante en cuantía económica, que es el sueldo Nescafé (un sueldo de 1.500 euros mensuales para toda la vida” ni entro. No participo nunca. Hay entre 6 y 8 millones de personas que mandan códigos. Como porcentualmente es imposible, no participo”.
24 HORAS METIENDO CÓDIGOS
El trabajo es titánico. “He llegado a estar 24 horas seguidas metiendo códigos”, confiesa. Esto se debe a que la morfología de cada concurso es distinta. Por ejemplo, Buckler puso en marcha una promoción en la que regalaban 100 euros cada hora. “Estas promociones se llaman “Momento ganador” y son las mejores, porque hay un goteo de premios constante. Cada 60 minutos se reparte un premio en un momento determinado, en un segundo concreto. Si tú metes el código en ese momento, eres el agraciado. Así, durante una hora estás metiendo códigos. Si tienes suerte de que te toca el premio en los 10 o 15 primeros minutos, ya no gastas más códigos hasta la siguiente hora y te puedes echar un ratito a dormir”. En total eran 2.400 euros diarios los ue se repartían: “Se me escaparon muy pocos”, recuerda divertido
En tal cantidad de concursos empezó a participar y tal volumen de premios empezó a ganar, que le empezó a quedar grande. “Necesitaba ayuda, así que puse a ayudarme a uno de mis trabajadores de la bocatería”. Se lo propuso a Adrián, un amigo rumano que ha trabajado con él en varios negocios. “Es el mejor trabajador que he tenido nunca y aprendió enseguida. Nos íbamos turnando. Cuando yo tenía fiesta, metía los códigos. Cuando me tocaba trabajar, se encargaba él”. Y así fueron cayendo premio tras premio.
En ese sentido, cuenta Luis que la experiencia ha sido agridulce y le ha quemado. “Adrián, por ejemplo, nunca me ha traicionado. Pero he tenido a otros ‘amigos’ a los que he enseñado a hacer esto para que trabajemos juntos. Cuando aprenden cómo hay que hacerlo, se montan por su cuenta, me hacen competencia por la espalda. Todo muy feo”, asegura.
En todo caso, cuando consigue algún colaborador, nunca le paga con dinero. “Igual entonce estaríamos hablando ya de que tengo a una persona trabajando en negro o no sé. Y yo no quiero cometer ninguna irregularidad. Así que le pago en premios. Hacemos tratos. Por ejemplo, de cada 4 PlayStation que ganábamos, él se quedaba la cuarta. Valían 500 euros y nosotros las vendíamos por 400. Nos las quitaban de las manos. Ese es mi pago”.
CONSUME, REVENDE, REGALA O TIRA
¿Qué hace con los productos que compra de forma masiva? Pues depende. A veces se quedan en mi casa porque los consume mi familia. Otras veces los revendemos por debajo del precio habitual. Sale ganando todo el mundo. Yo porque me hago con los premios y mis amigos o vecinos porque compran productos a más bajo coste.
Otras veces simplemente los regala: “Recuerdo un par de promociones que hice de Bollycao. Hacía falta el cromo de dentro. Yo lo abría, sacaba el cromos y volvía a sellarlos de inmediato para que no les entrase aire. Por las tardes iba a ver entrenar a fútbol a mi hijo y repartía la merienda entre sus compañeros”.
NIÑOS TRABAJANDO PARA ÉL
Durante estos 14 años ha ideado métodos realmente curiosos para ganar premios. “Por ejemplo, gané el sueldo Nestlé (no confundir con el Nescafé) que te premia con 1.500 euros al mes durante un año. Gané yo y mi mujer también, porque participé a su nombre y al mío”. 3.000 euros al mes en total. Para obtener aquel sueldo, tenía que enviar más etiquetas de helados Nestlé que nadie. “Aquella época me pilló en el camping. Yo compré un montón de helados Nestlé para invitar a mi familia y a los amigos que venían a visitarme”. Pero además, se guardó una baza: los niños. “¿Quién más que un niño quiere comerse un helado? Pues lo que yo les prometía a los críos del camping era que si me traían tres envoltorios de helados Nestlé, yo les regalaba un helado”. Así, sin mucho pretenderlo, puso a trabajar para él a casi todos los niños de un camping.
Otra curiosa: Vodafone regalaba un viaje a Bora-Bora a la persona que más teléfonos comprase refiriendo a alguien. Esto es: vas a comprar un teléfono prepago Vodafone. Si el comprador dice que vienes de parte de alguien (de Luis en este caso), te apuntaban un punto. ¿Cómo conseguir ser la persona de España con más puntos? ¿Cómo iba a conseguir convencer a la gente de que se comprasen teléfonos Vodafone? “Pues comprándolos yo, otra vez. El tema estaba en que me llevaba a amigos, les daba el dinero, ellos lo compraban a su nombre y con mi dinero. Me referían. Ya tenía un punto más. Luego me daban el teléfono”. Consiguió 49 puntos. Y ganó.
¿Realmente fue rentable esa operación? Veamos. “Comprábamos un Samsung por 39 euros, que era el más barato de la promoción. Si además introducías 10 euros de saldo, te lo triplicaban. Por 49 euros tenías un teléfono y 30 euros de saldo. Cuando a mí me daban el teléfono, vendía el móvil a 30 euros a un amigo mío que tiene una tienda de telefonía y os revendía a 35. Y la tarjeta SIM con 30 euros de saldo la vendía yo por 20”. Es decir: en cada teléfono invirtió 49 euros y se deshizo de él por 50. Un euro de beneficio por operación. Además del viaje. Luis nunca pierde.
EL FIESTÓN DE SU VIDA
El premio de mayor cuantía económica que ha ganado nunca es uno de 37.000 euros. Lo daba Aceite La Masía y se trataba de una cantidad que había que invertir en celebrar una fiesta. “Compré palets enteros de aceite de oliva que luego vendía a más bajo coste. Con todos aquellos códigos gané los 37.000 euros”, recuerda. Muy bien. Ahora hay que pegarse una fiesta, ¿no? No exactamente. No Luis, que tenía una pareja de amigos que se iban a casar. “No querían gastarse en la boda más de 20.000 euros. Me dieron ese dinero y yo les entregué los 37.000 mil para que montasen su fiesta”.
Han sido muchas satisfacciones, pero Luis ya está quemado y cansado. “Participo poco ya. Me han desilusionado algunos amigos que me han traicionado. Eso acaba quemando mucho, porque parece que son leales y luego te la clavan en cuanto les he enseñado”. Explica con cierto regusto amargo. ¿Significa eso que ya ha dejado los concursos como forma de vida? Luis coge su Iphone 6, que no recuerda ni dónde le ha tocado, abre su email y contesta. “No, mira, hoy me ha tocado un robot de limpieza Roomba. He vuelto a ganar”.