“Si estuviésemos en guerra, Rodríguez la habría perdido dos veces. Y cuando eso pasa, estás obligado a rendir cuentas a los superiores”. Así interpretan en el ejército lo que le ha sucedido al general Julio Rodríguez, que dejó la disciplina militar para dedicarse a la política, pero no ha obtenido escaño en ninguno de sus dos intentos. Ni en las elecciones del 20-D ni en la convocatoria del 26-J. Sus excompañeros no le perdonan que haya acabado enrolándose en las filas de Podemos, un partido considerado “enemigo” del ejército.
No son los únicos que han dado de lado a Rodríguez. Un sector importante (Izquierda Unida) de la coalición de su partido también le ha dado la espalda. ¿El motivo? Su pasado militar. “Los comunistas le han hecho la cama”, cuentan varios periodistas que han seguido en corto sus pasos durante su breve carrera política.
Repudiado por muchos excompañeros del ejército, rechazado por su formación política y víctima de una mala estrategia de partido, Rodríguez parece encontrarse acorralado en un punto de no retorno. Ahora no tiene ejército al que mandar ni escaño desde el que votar. “Está en un callejón sin salida”, advierten desde el ejército. Quienes lo conocen bien, no piensan así.
Cuentan los que trabajaron a sus órdenes en Afganistán, que el exmilitar Julio Rodríguez es una persona casi obsesionada por tener el control de todo lo que hace. Meticuloso hasta el extremo, gustaba de conocer con mucha antelación todos los detalles de las operaciones que se iban a desarrollar. Debe de ser duro, para una persona de su naturaleza, hallarse en un absoluto estado de incertidumbre. Y es que nadie, ni siquiera él, sabe qué va a pasar con su futuro.
Su acrobacia más difícil
Rodríguez es una institución dentro del Ejército español. Es piloto de combate, como su padre. Dicen que de los mejores. “Es uno de los más preparados de Europa”, aseguran los que han trabajado con él. Su dilatada y exitosa carrera militar le llevó a ser general del Ejército del Aire y a ostentar la Jefatura del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) entre 2008 y 2011. Pero aunque su padre siempre fue un franquista convencido, su hijo salió de izquierdas. Muy de izquierdas. Por eso era conocido entre los militares como “Julio el rojo”.
Acostumbrado a haber vivido haciendo acrobacias, Julio Rodríguez decidió el año pasado hacer el escorzo más arriesgado de su vida: abandonar el ejército para dedicarse a la política desde un partido de izquierdas. E intentando el más difícil todavía, optó por sumarse al proyecto de Podemos, que es el partido más antagónico al ejército.
Cantos de sirena socialistas
A nadie sorprendió su asalto al Congreso. Los que le trataron sabían que, tarde o temprano, Julio acabaría en un partido. Sin embargo, todos los pronósticos apostaban por el PSOE. No en vano fue nombrado JEMAD bajo el mandato del presidente Zapatero, convirtiéndose en el hombre de confianza de la ministra Carme Chacón, que quería a un militar de izquierdas para su proyecto.
Los socialistas fueron los primeros en tentarle para dar el salto a la política. Según ha podido saber EL ESPAÑOL, en las elecciones municipales del 24 de mayo le propusieron ir como número 3 en las listas por Madrid. Lideraba la lista Antonio Miguel Carmona y de número 2 podía haber sido Gabriela Bravo, fiscal y actual consejera en la Generalitat de Valencia. La oferta acabó por no cuajar, pero a Rodríguez le sirvió para alimentar el “gusanillo” de la política. El germen ya estaba sembrado.
Se pasa al enemigo. ¿Por amor o por principios?
En octubre del año pasado saltó la sorpresa: había decidido dar su salto definitivo a la política, pero no con el PSOE. Rodríguez se enroló en Podemos. Él asegura que fue por principios, pero son muchos los que afirman que fue por amor, ya que su mujer es una activa militante de la formación. Paqui Sánchez (21 años menor que él), forma parte de Somos Majadahonda. Ella es directora de comunicación y marketing de ISDEFE, empresa pública que realiza trabajos de ingeniería y alta tecnología para el Ministerio de Defensa. Su influencia resultó fundamental en su decisión. Ella le dio el espaldarazo definitivo para que dejase sus flirteos con el PSOE y abrazase la fe “podemita”.
Rodríguez llegó a Podemos como fichaje galáctico. El propio Pablo Iglesias se refería a él como su próximo Ministro de Defensa y lo presentaba como una persona con una dilatada experiencia en la disciplina castrense, pero con una visión reformista de lo que debía ser el ejército e incluso la OTAN.
Como era de esperar, la decisión provocó mucha controversia y rechazo en el ejército. Muchos aún no le perdonan que se sume a un partido que no contempla la unidad de España entre sus prioridades. Un militar próximo a su entorno lo ilustra así: “Lo de “Todo por la patria” no es un eslogan de Ikea, sino un tatuaje en la piel de un militar. La unidad de España no es jamás moneda de cambio de nada. Igual que los cubanos bromean diciendo que prefieren prestarle su mujer a un amigo antes que el coche, en los ejércitos, la unidad de España está antes que la mujer o el coche”.
Así, Rodríguez fue cesado como General del Aire en la reserva “por pérdida de confianza y falta de idoneidad” y recibió furibundas críticas por parte de sus excompañeros. Su fichaje por el “enemigo” le generó una fuerte animadversión entre sus excompañeros militares y se escribieron ríos de tinta en su contra. Como la reflexión del General Dávila, que lo calificaba en su blog de “pájaro trepador con pocas horas de vuelo” por haberse “declarado antimilitarista después de 40 años con el uniforme”.
“El General rojo”
Su arriesgada apuesta y su atípico perfil empezaron a suscitar el interés del público en general. ¿Quién era aquel militar que, habiendo ocupado las más altas cotas del ejército español y sin necesidad de complicarse la vida, había decidido darle un giro de 180 grados a su historia y unirse a un partido que casa tan mal con el ejército como el agua con el aceite?.
A finales del año pasado, esa curiosidad se tradujo en una oferta que no había sido desvelada hasta la fecha: EL ESPAÑOL ha sabido que la Editorial Planeta le propuso a Rodríguez escribir su biografía. Ya tenían pensado hasta el nombre: “El General rojo”. El título jugaba con su ideología política y con el nombre de Vicente Rojo, uno de los más legendarios generales republicanos de la historia. Un militar que también acabó sus días repudiado por los militares debido a su condición de republicano y sentenciado a cadena perpetua (aunque indultado).
Finalmente no hubo acuerdo entre el militar y la editorial, por lo que el libro no salió adelante. Pero el exJEMAD ya se había convertido en un fenómeno social. Se fotografiaba junto a la cúpula de Podemos y era una de las caras más populares y mediáticas de la campaña. Todo estaba preparado para que se convirtiese en la piedra angular de Podemos en materia de Defensa y en el enlace con las esferas militares.
El salto a la política (1)
El general repudiado preparaba su asalto a la política para las elecciones del 20 de diciembre. Sin embargo, fue víctima del primer error estratégico de Podemos: no encabezó ninguna lista. Le otorgaron el número 2 en Zaragoza. Una lista, por cierto, liderada por Pedro Arrojo, conocido activista antimilitarista. A pesar de la disparidad de sus perfiles, “la extraña pareja” acabó entendiéndose y ambos forjaron una estrecha amistad. El problema es que los resultados en las urnas no acompañaron y el general Rodríguez se quedó sin su escaño. Primer fracaso.
Tras el batacazo electoral llegó una segunda oportunidad. Los partidos no habían logrado conformar gobierno y los españoles debían volver a pasar por las urnas en junio. La vida política le daba a Rodríguez una segunda oportunidad que no estaba dispuesto a desperdiciar. Su carácter metódico y meticuloso le llevó a preparar con más celo la nueva estrategia. Habló con la cúpula del partido, amagó con dejar la política y pidió encabezar una lista para asegurarse su escaño. La respuesta de Podemos fue positiva, le liberaron del número 2 en Zaragoza y le asignaron una nueva demarcación. Sin embargo, la estrategia de la formación morada acabó siendo desastrosa.
El salto a la política (y 2)
Las nuevas elecciones se celebraban el 26 de junio y Podemos había sellado la coalición con Izquierda Unida. Julio Rodríguez pasó a encabezar las listas por Almería y allí se dio de bruces con la cruda realidad: al parecer, nadie reparó en que IU es un partido especialmente antimilitarista en Andalucía. El rechazo a la OTAN y a las bases militares de Morón (Sevilla) y Rota (Cádiz) es casi un dogma para los votantes andaluces de la formación.
Podemos no consensuó la decisión con las bases andaluzas, que interpretaron esa imposición como una provocación. Desde el mismo seno del partido emergieron voces críticas oponiéndose a que un militar liderase la candidatura. La propia coordinadora provincial de IU, Rosalía Martínez, llegó a declarar que “si quieren traer al mono Amedio, que lo traigan. Pero poner a un militar es una provocación a las señas identitarias de IU”. Sin embargo, ahora niega boicot alguno al analizar los nefastos resultados obtenidos por su partido en Almería.
Si el caldo de cultivo no era óptimo para obtener buenos resultados, la campaña tampoco ayudó. Algunos militantes almerienses se quejan de que “Rodríguez sólo vino un par de veces por aquí. Aparecía cuando venía Pablo Iglesias, para salir en la foto. No se implicó en el proyecto y así es muy difícil obtener la confianza del electorado”.
El presunto boicot vino desde dentro.
Así, a pesar de tener todos los factores en su contra, Rodríguez salió a por su escaño en las elecciones del 26 de junio confiado en los resultados obtenidos en los comicios de diciembre, en los que Podemos había logrado un escaño en Almería. Ahora, con la coalición con Izquierda Unida, con el optimismo de las encuestas y con el “sorpasso” en boca de todos, la formación aspiraba a obtener 2 diputados. Es decir: vicisitudes al margen, nadie imaginaba que pudiese peligrar el escaño obtenido en diciembre.
Los números no daban lugar a la duda. En diciembre, Podemos en solitario había conseguido 39,482 votos en Almería. Por su parte, Izquierda Unida había contabilizado la nada despreciable cifra de 10,776. En junio comparecerían juntas. Si se repetían los resultados, la coalición aspiraba a sobrepasar los 50.000 votos y conseguir así su segundo diputado. Con lo que no contaba nadie era con que el nombramiento de un militar como número 1 iba a obtener como respuesta la abstención generalizada de los votantes de Izquierda Unida. Su propio partido le hizo el vacío.
La noche del 26 de junio se confirmó el batacazo electoral. La coalición conformada por Podemos e Izquierda Unida sólo logró 39,995 votos. O lo que es lo mismo: sólo 513 votos más de lo que obtuvo Podemos en solitario. Como por arte de magia, se habían esfumado los casi 11.000 votos de Izquierda Unida. Con esas cifras, no sólo no se logró el anhelado segundo escaño, sino que Unidos Podemos perdió el que había obtenido en diciembre. Rodríguez se quedó a sólo 5 papeletas de su escaño. El fracaso se había consumado.
Izquierda Unida niega la mayor
La coordinadora provincial de IU, Rosalía Martínez, niega que haya existido boicot alguno: “Es una tontería. Cuando estás inmerso en un proyecto político de tal envergadura, que se ha convertido en la única alternativa viable para relevar al gobierno de la corrupción y los recortes, no tiene sentido pensar que hemos boicoteado a nadie por ser militar”. Sin embargo, las cifras hablan por sí solas: hay casi 11.000 votos que no se sabe dónde han ido a parar. Sobre sus declaraciones prefiriendo al mono Amedio antes que a un militar, Rosalía Martínez lo zanja argumentando que “es un dicho popular”.
Ahora, Julio Rodríguez se encuentra en una situación delicada. Rompió con el ejército de forma traumática y su aventura política ha salido mal. No obstante, sus allegados aseguran que está decepcionado, pero no por no haber logrado el escaño, sino “porque no entiende cómo la gente sigue votando lo mismo a pesar de lo mal que nos ha ido con los de siempre. No lo hace por ego. Lo hace por dejarle un país mejor a sus hijos”.
Desde su entorno más íntimo aseguran que “esta derrota no le va a hacer tirar la toalla. Al contrario. Julio es una persona íntegra y honesta con sus principios. Su interés no era conseguir una silla en el Parlamento sino cambiar el rumbo de la política española. Si ahora le dijesen que su papel en el partido a partir de ahora va a ser ponerse a pegar carteles con el círculo de Vallecas, lo haría encantado”.