Cuenta la leyenda que el emperador Nerón, poseído por la locura, quemó Roma durante la madrugada del 18 al 19 de julio del año 64. Casi dos milenios después, en 2013, el guardia civil Enrique Leal, de 32 años, combatió su depresión incendiando los bosques colindantes a Navas del Rey, el pueblo al que lo habían destinado unos meses antes.
Entre el 17 de julio y el 1 de agosto de 2013 -en sólo 16 días- el agente de la Benemérita provocó 20 incendios en los montes de los alrededores de Navas y en otras tres localidades vecinas, Chapinería, Colmenar del Arroyo y Villanueva de Perales, situadas en el suroeste de la región madrileña. Las cuatro poblaciones se encuentran en las faldas de la sierra de Gredos.
Obcecado, frustrado y habiendo dejado sólo unos días antes los antidepresivos que le recetó un médico al poco de llegar a Navas, el guardia civil se dedicó a quemar pasto para “desahogarse”. Sólo cuando el monte comenzaba a arder, el hombre lograba calmar la ansiedad que llevaba dentro. Le excitaba contemplar su obra.
Enrique Leal siempre actuaba solo. Cuando se quitaba el uniforme, se convertía en un pirómano. Se subía a su coche, un Ford Focus, y conducía por caminos rurales de los montes cercanos a Navas. Luego, con un mechero, prendía pasto seco para que las llamas se propagaran con rapidez.
Depresivo desde niño, Enrique Leal bebía casi a diario. El cuerpo al que pertenece lo destinó a Navas unos meses antes de abandonarse a la bebida. Él, que venía de Madrid, se deprimió viviendo solo en un pueblo de 2.600 habitantes, donde no logró adaptarse a su nueva vida.
Al llegar a Navas, el guardia civil acudió al médico y le contó que cada día le costaba seguir adelante en su trabajo, que sufría ansiedad y que se estaba refugiando en el alcohol. El galeno le recetó antidepresivos y le recomendó acudir a un especialista.
Pero a principios de julio decidió dejar la medicación y, sólo unos días después, dio rienda suelta al pirómano que lleva dentro. Aunque casi siempre incendió montes alejados de zonas habitadas, el 18 de julio de 2013 Enrique Leal a punto estuvo de acabar con la vida de decenas de niños. El agente salió a hacer senderismo por una zona conocida como La Pinerilla, a las afueras de Chapinería. Allí vio pasto, decidió bajar al pueblo a comprar un mechero y le prendió fuego.
A los pocos minutos de generarse el incendio, las llamas se adentraron en el interior del recinto escolar. La guardería fue evacuada de inmediato ya que allí había niños de entre cero y tres años. Los bomberos tuvieron que acudir a sofocarlo y evitar que se propagase por las viviendas colindantes.
Tras aquel incendio, que fue su segundo, vinieron 18 más. Hasta en dos ocasiones la Guardia Civil y el Seprona -el cuerpo de la Benemérita que protege la naturaleza- lo vieron cerca de las zonas incendiadas. Fue entonces cuando se abrió una investigación para seguir sus pasos. Para ello, agentes de paisano comenzaron a seguirlo con discreción.
Pese a que el propio Leal supo que se había puesto en marcha un dispositivo para vigilarlo, el guardia civil no pudo contener su irrefrenable afán por quemar. La impulsividad le ganó días tras día a su raciocinio y él siguió incendiando dicha zona de los montes madrileños.
El día que lo detuvieron, el 2 de agosto de 2013, le confesó a su sargento, entre lágrimas, que él era el pirómano del suroeste de Madrid, ese personaje misterioso del que hablaban los informativos y los periódicos, pero al que nadie ponía rostro. Delante de su superior, se derrumbó y admitió que no podía controlar sus ansias de fuego.
En Navas del Rey pocos conocen a Enrique Leal. Ni siquiera de vista, salvo en un par de bares, donde de vez en cuando iba a tomar copas. Se le veía acodado en la barra, casi siempre solo, sin compañeros, cabizbajo y serio. Cuando fue detenido, el atestado del Seprona iba acompañado de un informe médico que recogía un posible cuadro depresivo.
Después de su detención, el juez que asumió el caso, del Juzgado de Instrucción número 5 de Navalcarnero, lo mandó directamente a la cárcel. Por el incendio en la guardería le imputó un delito que puede acarrearle entre 10 y 20 años de prisión. También otros 19 delitos de incendios forestales, todos ellos localizados en una zona que la Comunidad de Madrid cataloga como Red Natura por su especial interés ecológico.
Esta semana se ha celebrado en la Audiencia provincial de Madrid el juicio contra el guardia civil, preso desde el día de su detención. Durante la vista oral, Enrique Leal reconoció ser el autor de 17 de los 20 incendios que se le imputan.
Ante el juez, el agente dijo que durante aquellos 16 días del verano de 2013 entró en un "círculo vicioso" que le impulsaba a provocar incendios. “Me excitaba hacerlo”, dijo.
"La acción era prender pasto, desahogarme, e irme. Sabía que ese fuego era malo pero no lo podía evitar", narró el agente ante las preguntas que le planteó el fiscal, quien ha solicitado 57 años y medio de cárcel para él.
El agente, que tiene domicilio en la calle Juan Duque de Madrid, reconoció que "tenía que prender para saciar” los impulsos que le dictaba su cabeza. Tras provocar el incendio, Leal miraba un rato las llamas para después huir en su coche.
Ante preguntas del Ministerio Fiscal, el acusado aseguró que su intención "no era hacer daño" y que "no era consciente" de que hubiera personas cerca de los focos de algunos incendios. "Iba a lo que iba, con ansiedad, excitado, obcecado..."
Leal explicó en sede judicial que cuando cambió Madrid, donde tiene su casa, por Navas del Rey, un médico le recetó antidepresivos y le recomendó acudir a psicoterapia. Sin embargo, el agente dejó de administrarse la medicación. “Estaba abatido. Tenía que pagar una vivienda y no fui capaz de establecerme en Navas del Rey”.
En la actualidad, Enrique Leal sigue un tratamiento psiquiátrico dentro de la cárcel, donde ha retomado los antidepresivos y los somníferos. Alejado del alcohol, ahora trata de olvidar el pueblo que lo “hartó” y desató al pirómano que escondía en su interior.