Lo de Chernobyl no se lo esperaba nadie. Ni siquiera en HBO. Ellos, preocupados por la resaca post Juego de Tronos y creando expectativas para Big Little Lies y Euphoria, y al final la que más rentable les ha salido es la miniserie sobre el desastre nuclear que tuvo durante meses a todo el mundo hablando de ella. De repente, la ficción creada por Craig Mazin, era la serie de la que había que hablar, la que había que ver para estar en las conversaciones del café o la caña. Por supuesto, se convirtió inmediatamente en “la mejor serie del año”, “la obra maestra” definitiva. Superlativos que en tiempos de burbuja usamos con demasiada facilidad.
La confirmación del fenómeno llegó con las nominaciones a los premios Emmy, donde Chernobyl amasó 19 candidaturas y se convirtió en la gran favorita. HBO se encuentra, en la semana previa de los galardones, con la posibilidad de triunfar en las tres categorías reinas: Mejor drama, Mejor comedia y Mejor mini serie, donde tiene grandes rivales.
Antes de entrar en la polémica dejémoslo claro. Chernobyl es una gran serie. Un retrato minucioso, preciso, que funciona como un reloj y que habla de la tragedia, pero también de las consecuencias de las mentiras de un estado en sus propios ciudadanos. Los cuatro capítulos son fantásticos, pero los dos últimos son espectaculares. Tensos, con ritmo, demostrando el gran nivel de la ficción actual, apoyados además en unas interpretaciones brillantes, con Jared Harris, un actor al que reivindicar, que es un seguro de vida.
Cuando todos hagamos las listas de lo mejor del año, Chernobyl estará en todas (también en la mía), y lo estará por méritos propios. Sin embargo, me encuentro ante un dilema porque no quiero que gane el Emmy a la Mejor miniserie. No quiero que lo gane aunque sé que, probablemente, sea la mejor de todas las nominadas, una incoherencia que voy a intentar explicar.
Primero, el fenómeno en torno a Chernobyl ha sido agotador. Extenuante. Cada capítulo -porque se emitieron a uno por semana- era comentado y sobre analizado. Hasta las columnas de escritores que nunca hablan de series se centraron en ella, y los políticos se posicionaban sobre el nuevo pelotazo de HBO. Por decirlo claro: he acabado un poco harto de la serie. Creo que hasta puedo decir que la he cogido manía. Como cuando en el colegio alguien es tan bueno que aunque sepas que se merece un diez te alegras si al final se queda en el 8,5.
El siguiente motivo por el que no quiero que gane es porque creo que los premios deben decir algo, y a veces premiar la mejor no es suficiente, y darle el Emmy a otra grandísima producción, quizás menos brillante, pero con otros valores añadidos que hacen que su victoria sea toda una declaración de intenciones. Por eso mi corazón (y puede que hasta mi voto si fuera académico) iría para Así nos ven, la mini serie de su competidora Netflix.
La serie de Ava Du Vernay es otra de las ficciones del año. La directora continúa el compromiso mostrado en Selma y en el espléndido documental Enmienda 13 en estos cuatro capítulos que siguen el caso de ‘Los cinco de Central Park’, cinco menores negros acusados injustamente de una violación en Nueva York en 1989. No había ninguna prueba en su contra, ni siquiera estaban en el lugar del crimen, pero se les presionó para que se acusaran entre ellos y confesaran el crimen con la promesa de que podrían irse a casa. Todos pasaron una larga temporada en centros de menores, uno de ellos en la cárcel. Pasaron años hasta que el violador real confesara y ellos fueran exonerados y décadas después recompensados económicamente por la ciudad que les robó su infancia y su vida.
DuVernay a veces se pasa con el melodrama y con algún subrayado, pero la fuerza de su historia y el compromiso con la denuncia del sistema judicial y del racismo en su propio país es tan valiente y actual que se merece el premio. Un galardón a Así nos ven es también un apoyo a que la ficción siga siendo el altavoz de las atrocidades que realizan los gobiernos con los menos favorecidos. Un tema que en plena administración Trump está más que actualidad que nunca, porque DuVernay no sólo habla del pasado, sino también del presente. De hecho, el presidente de EEUU sale en la ficción, porque cuando era todavía empresario pidió el regreso de la pena de muerte para estos chavales.
Así nos ven no ha tenido tanta repercusión como Chernobyl. No hemos hablado tanto de ella, no ha centrado las conversaciones durante semanas, y debería haberlo hecho. Es una serie importante, y un premio como el Emmy la colocaría en un foco de atención que se merece. Puede que Chernobyl. sea la mejor miniserie del año, pero ya ha tenido su premio, ahora puede dejar su hueco a otra.
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