A los 37 años Margarethe von Trotta descubrió que tenía una hermana. En 1979, la cineasta alemana recibió una carta de una desconocida preguntando por su madre, que había fallecido hace poco. Era su hermana, 15 años mayor. Su madre nunca le había hablado de su existencia. “Me hizo sufrir mucho, no entendí por qué no me lo había dicho. Tenía la sensación de que no confiaba en mi”, dice la cineasta. Más de 30 años después, von Trotta cuenta su historia en El mundo abandonado, su película más personal, que estrena este viernes
“Es una especie de liberación de recuerdos y de sufrimiento. Tuve que esperar todo este tiempo, necesité envejecer para entenderlo y poder plasmarlo en una película”, explica la cineasta que inició su carrera en los años setenta, como actriz, participando en películas de directores como Fassbinder.
El Mundo abandonado narra la historia de Sophie (Katja Riemann), una cantante de jazz que, tras la insistencia de su padre, viaja a Nueva York para localizar a la soprano Caterina Fabiani (Barbara Sukowa), que parece ser la copia exacta de su madre. La película retrata los esfuerzos de las dos mujeres por conocerse y desvelar los secretos familiares del pasado.
Juntas van componiendo la historia de su madre, juntando las piezas de varios personajes. La mirada de von Trotta no privilegia ninguno de los matices y cuenta la historia sin juzgar. “En cierta forma fue una manera de cerrar las cosas. Tenía una hermana y no lo sabía y enterarme fue un shock. No sé cuánto tiempo me queda realmente para hacer películas y por eso decidí hacerlo ahora. Tenía que contarlo antes de morir”, cuenta la cineasta alemana.
El parecido asombroso de Caterine con la madre de Sophie es lo que desata todos los acontecimientos. También la hermana de von Trotta se asemejaba a su madre de manera increíble. Ese matiz le da pie a la cineasta a jugar con el concepto de doppelgänger, el doble que al parecer todos tenemos y que siempre le ha atraído. “Ha sido una de mis obsesiones. Gustav Jung decía que hay dos personas dentro de uno mismo, y yo lo siento en mí, porque soy muy extrema en mis sentimientos. Necesitaba reflejarlo en mis películas”.
Feminista y reivindicativa
El mundo abandonado es una historia familiar y emotiva, pero la cineasta -perteneciente a la corriente del Nuevo Cine Alemán y autora de películas como Hannah Arendt (2012) y Las hermanas alemanas (1981)- no deja atrás su lado más político y reivindicativo tocando temas como el aborto. “En los años sesenta podías ir a la cárcel por abortar. Yo lo hice y tuve que irme a Suiza. Una amiga se fue a Holanda porque allí era gratis”, recuerda. “Tenía incluso otra amiga que organizaba viajes en autobús a Holanda para que las mujeres pudieran hacerlo. Fue una de las banderas del movimiento feminista, hasta que logramos que fuera legalizado”.
Conocida por su lucha por los derechos de las mujeres, la cineasta defiende que mucho se ha avanzado desde entonces, pero no lo suficiente. “En Alemania tenemos una canciller y una ministra de Defensa, es un avance muy grande comparado con otros países europeos, pero no es suficiente. Las mujeres siguen ganando menos por el mismo trabajo, por ejemplo. No es muy progresista, que digamos”.
La crítica se extiende al mundo del cine. Y aunque la cineasta no es defensora de las cuotas para festivales y subvenciones, explica que, por ahora, siguen siendo necesarias. “Personalmente preferiría que me dieran el dinero por la calidad de mis proyectos y ya. Pero no es así, si no lo exigimos, no nos dan nada, nunca nos darán nada, entonces hay que luchar por cuotas porque es la única manera”.
Pese a su trayectoria, Margarethe von Trotta denuncia que no le es fácil conseguir financiación para sus películas: “A día de hoy sigo teniendo que luchar por cada proyecto como si no creyeran que soy capaz de sacar adelante una buena película”, dice. “Si a mí me ocurre eso, imagínate a las jóvenes. Yo tengo más facilidades, pero para las mujeres que están empezando es horroroso. Y desigual”.