Puede que el público todavía no se haya quedado con su nombre, pero seguro que al ver su rostro enseguida reconocen a Belén Cuesta. Si no, es porque han prestado poca atención, porque esta sevillana es la actriz de moda en el cine español. En 2016 ya ha estrenado dos películas (El pregón y Tenemos que hablar). La semana que viene llegará otra (Kiki, el amor se hace), y por si fuera poco, es la protagonista de una de las apuestas fuertes de Antena 3 esta temporada, la serie Buscando el norte. El punto de inflexión vino con Ocho apellidos catalanes. Allí dio vida a la planificadora de bodas de Berto Romero y se ganó al espectador. Porque a Belén Cuesta le hacen falta tres escenas para comerse la pantalla. Es una robaescenas natural.
Pasaba lo mismo en Tenemos que hablar, donde tenía un papel secundario que acababa regalando los mejores momentos. Es su vis cómica lo que ha hecho que esté en todos los sitios. Tanto, que es difícil pillarla para charlar con ella. “Estoy liada últimamente”, dice con cachondeo y acelerada, como si tuviera que irse a rodar de nuevo. Todavía está asimilando la situación y sigue sin creerse lo que está ocurriendo. Para ella ahora llega lo más difícil: “Ver si a la gente le gusta lo que hago”. “Noto el cariño de la gente, pero me da pudor estar tan presente. Estoy ilusionadísima pero con esa cosa de pensar: 'Ayyy, dios mío que no se cansen'. Todavía no sé ni como estoy gestionando esto”, cuenta a EL ESPAÑOL.
Tomarlo con filosofía
Lleva muchos años metida en el mundillo de la interpretación. Por ello se toma todo con filosofía, sabiendo que las rachas de suerte igual que llegan se van, pero trabajando para que esta dure lo más posible. Los trabajos se amontonan y ella intenta decir que sí a todos los proyectos, aunque en la agenda empieza a no haber huecos. “Llevo en esto mucho tiempo, así que intento currar todo lo que me dejen porque se que esto no depende de ti y que luego habrá temporadas donde no haya nada de trabajo. Siempre he intentado trabajar todo lo que he podido”, explica.
Llevo en esto mucho tiempo, así que intento currar todo lo que me dejen porque se que esto no depende de ti y que luego habrá temporadas donde no haya nada de trabajo
Aunque la mayor parte de la gente la conoció con Ocho apellidos catalanes, otros muchos la recordarán por La llamada, ese fenómeno teatral que comenzó haciéndose entre amigos, en el hall de la sala y con vistas a durar cuatro días y que ya va por su cuarta temporada. La actriz sigue sobre las tablas, y excepto en momentos de rodaje sigue dando vida a esa peculiar monja de un montaje que pronto dará el salto al cine. Cómo no, ella estará en su reparto.
“Con La llamada cambió todo. Estar tanto tiempo con la obra ha dado opción a que hayan venido directores de casting y directores, y eso ha sido muy importante”, dice mientras añade constantemente que le encanta su trabajo, casi justificándose por acaparar todos los papeles del año.
La versión cañí de Miley Cyrus
Los que pronto vieron su talento innato para la comedia fueron Andreu Buenafuente y Berto Romero, que la contrataron para su late night, En el aire, donde dio rienda suelta a su versión más gamberra con sus apariciones como la versión cañí de Miley Cyrus. Una ventana de exhibición que agradece, pero que reconoce que no es del todo lo suyo, ya que no hay una labor de interpretación como en una serie, una película, o una obra. Y puestos a elegir se queda con las tablas.
“Llevo haciendo teatro desde pequeña, es donde me siento más a gusto. Me da mucha marcha y me apasiona, por eso no lo dejo por más cansada que esté, es la felicidad. Tengo compañeros que venían de la televisión y les asustaba hacer teatro, a mí me ha pasado lo contrario, cuando empecé a hacer tele me intimidaban las cámaras”, recuerda.
Llevo haciendo teatro desde pequeña, es donde me siento más a gusto. Me da mucha marcha y me apasiona, por eso no lo dejo por más cansada que esté, es la felicidad
Su cuerpo le pide descansar, un fin de semana de tranquilidad. De olvidarse de rodajes, representaciones y eternos actos de promoción de películas, pero lo confiesa con la voz bajita, como si no pudiera decirlo. “Estoy deseándolo. El otro día me decía una tía mía que acaba de ser mamá que está muy cansada, pero que parece que no tenía derecho a decirlo porque estaba muy feliz. Esto es lo mismo. Necesito tener un fin de semana para mí, pero me sabe hasta mal quejarme”, cuenta con una sinceridad desarmante.
La droga de la interpretación
Para llegar hasta aquí, Belén Cuesta ha tenido que sufrir el clásico vía crucis del actor. Dejó a su familia y se vino a Madrid a hacer pruebas, pero terminó trabajando “de camarera, de cajera, de todo...” hasta que las oportunidades empezaron a llegar. Sólo hubo un par de momentos en los que estuvo a punto de tirar la toalla.
“No sabía si me compensaba sacrificar tanto, dejar a tus amigos y tu casa por esto, ha habido momentos amargos… pero al final mira”, dice con el optimismo que también irradia en la pantalla. Su constancia va unida a su adicción a la interpretación, “la faena de esto es que te gusta mucho, es una necesidad física”. Una droga que sigue sin dejar.
Me da miedo cuando leo un guion, porque la comedia leída asusta. Hay tantos tipos de humor… El drama es más universal
De momento sigue anclada en la comedia y esperando a que alguien se atreva a darle un papel dramático, género que ya ha tocado en el teatro. “Yo me siento comodísima en la comedia y agradezco que me dejen hacerla. Es un género muy difícil. Me da miedo cuando leo un guion porque la comedia leída asusta. Hay tantos tipos de humor… El drama es más universal”, analiza.
Gracias a ella se empieza a romper otra barrera en nuestro cine. ¿Dónde estaban las cómicas? En un momento en el que desde EEUU mujeres como Kristen Wiig, Melissa McCarthy o Amy Schumer arrasan en la televisión y el cine, cuesta encontrar actrices españolas de comedia. “Creo que es algo general, no sólo en las cómicas. Hay más papeles masculinos, o al menos más interesantes. Siempre ha sido así. No sé si es machismo, es algo aprendido mal durante años, pero sí que hay actrices geniales de comedia como Alexandra Jiménez, Silvia Abril o Llum Barrera”, justifica. Ahora todas ellas tendrán que luchar para que Belén Cuesta les deje algún papel, porque en 2016 se los está llevando todos.
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