Atardeceres ocres, praderas verdes. Las ovejas y vacas rumian las laderas, en las playas no hay nadie. En los pueblos impolutos no hay ni una boñiga. Cada foto es una estampa paradisíaca de la región. Tampoco llueve, acaso en un par de escenas de esta película que muestra una Cantabria… infinita. Es un decorado bucólico, un anuncio de Fitur de hora y media. El filme Altamira recorre esta idílica panorámica, con la excusa histórica del descubrimiento de las cuevas prehistóricas en 1879, por Marcelino Sanz de Sautuola y su hija María Justina Sanz de Sautuola, bisabuela de Emilio Botín (a quien está dedicada la película). No falta ni la guitarra de Mark Knopfler en la banda sonora del publirreportaje.
Rodada en inglés, la producción está pensada para girar por el mercado internacional y enseñar el producto cultural cántabro
El reclamo turístico es una superproducción de 10 millones de euros -el presupuesto medio de una película española apenas supera los dos millones de euros-, protagonizada por Antonio Banderas, con las mismas cualidades cinematográficas que un nublado de los que han borrado. La participación económica se reparte entre la productora francesa Mare Nostrum, que aporta un millón de euros, y la Fundación Botín y familia (Lucrecia Botín, fundadora de Morena Films) ponen más de cinco millones de euros. Este periódico ha preguntado la contribución del Gobierno de Cantabria, pero no ha obtenido ninguna respuesta de la Consejería de Turismo. Fuentes de la película aseguran que ha sido “simbólica”, sin especificar más.
El largometraje de Hugh Hudson (director de Carros de Fuego, 1981) recuerda el escarnio que sufrió Sautuola por parte de los académicos de la época, que le acusaron de falsificador, y por la Iglesia, amenazada ante la prueba que desmontaba la cronología del relato bíblico. Entre ambos fuegos, un rico empresario aficionado a los estudios prehistóricos frustrado por no ser capaz de cambiar el mundo, que muere antes de que la comunidad científica reconozca la importancia del descubrimiento.
La gloria de España
Hasta aquí, la historia. Lo demás, el truco. Rodada en inglés, la producción está pensada para girar por el mercado internacional y enseñar el producto cultural cántabro. Animar a los turistas extranjeros a que se paseen por la región, conozcan sus montañas y visiten Altamira. Como dice Banderas en su papel de Marcelino: “Para conseguir gloria para España. Tan bonita, tan injusta”.
Las intenciones del producto forman parte de la corriente que inauguró la Secretaría de Estado de Cultura, tras la contratación del experto Gäel de Guichen para reabrir la cueva, a pesar de que los informes de los científicos del CSIC lo desaconsejaban. Con el polémico Programa de Investigación para la Conservación Preventiva y Régimen de Acceso a la Cueva de Altamira se abrió la veda a la presión turística sobre unas pinturas en peligro de extinción, después de un siglo de un régimen salvaje de visitas.
También encaja en las perspectivas patrimoniales del nuevo gobierno cántabro (PRC), cuyo consejero de Turismo, Francisco Martín, levantó ampollas al proponer un plan de choque para “acabar con el paro” en la comunidad con los beneficios de la cueva original. Quiere Martín ampliar la entrada de visitantes y subastarlas al mejor postor. Tras 12 años de cierre, desde 2014 entran cinco personas a la semana y la cueva pierde los pigmentos pictóricos por erosión. El Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense ha escrito dos cartas a la UNESCO, en la última aseguran los expertos que “el plan de ampliación de las visitas a la cueva original no se sostiene ni en datos científicos ni en un reclamo social”.
Payasos con zapatones
Francisco Martín, que ha preferido no responder a este periódico, aseguró en entrevista con EL ESPAÑOL hace meses, que hará todo lo posible para que el turismo traiga muchos más beneficios a la comunidad: “Cruzaré la raya roja de Altamira para acabar con el paro”. De hecho, el patronato del Museo de Altamira ya está estudiando un protocolo para ampliar las visitas, mientras el CSIC avisa de que los visitantes provocan que aumenten las partículas en suspensión y se concentren en el techo. Resultado: corrosión del sustrato, desintegración de las pinturas.
Mientras la opinión y la fuerza del turismo presiona y empuja a la ciencia fuera de la cueva, llega esta película para enfatizar lo que avanzó Martín: “Podemos utilizar Altamira como reclamo turístico y habrá que hacerlo como sea: si me tengo que poner la nariz roja y los zapatones de payaso para atraer más turistas lo haré. No sé cuál es la forma para dar a conocer Altamira al resto del mundo, pero mira mis declaraciones el revuelo que han levantado”, dijo.
Los defensores del patrimonio artístico e histórico descansarán tras ver la película y encontrarse un horror mayúsculo desde la interpretación -todo el elenco pasado de revoluciones-, los giros de la trama -con traiciones amorosas pueriles y bisontes trotando por el interior de la casa de los Sautuola- y un guion que lo único que estimula es la vergüenza ajena sin límite. “Marcelino, take me to the cave”, le dice Conchita, la mujer del protagonista, interpretada por la actriz iraní -han leído bien- Golshifteh Farahani, en un perfecto inglés de Teherán.