Es un contraste en el que Cannes ha vivido inmerso casi desde su fundación. Dando espacio a las cinematografías de todo el mundo y a los temas fílmicos más variados, es habitual encontrarse en las pantallas del festival con historias realistas, con problemas de lo más tangibles para buena parte de la sociedad. Plasmar estas problemáticas inspira a los cineastas y emociona a los asistentes, y de mientras, en esta villa del turismo de lujo las calles se llenan de limusinas y vestidos firmados, de gente rica comiendo en las terrazas y ostentando, en general, esa clase que compra el alto poder adquisitivo. La octava jornada de esta 69ª edición del festival de Cannes, en la que han presentado sus películas Brillante Mendoza y los hermanos Dardenne, se ha particularizado por ser una de esas ocasiones en las que esta brecha entre los relatos que genera este evento es más evidente que nunca.
Una familia subsiste vendiendo crack y chucherías en uno de los arrabales más miserables de Manila. De pronto les asalta la policía, que parece tener más voluntad de extorsionar al matrimonio que de poner fin al problema del narcotráfico en esta parte de Filipinas. Durante un par de días sus hijos acopiarán todo el dinero que puedan, contrayendo deudas con conocidos y amigos y empeñando hasta la camisa para llegar a juntar los 50.000 pesos que los corruptos agentes les piden a cambio de la liberación de sus padres y de un destino fatal.
Brillante Mendoza es un clásico dentro del circuito de festivales. Autor con más de una década de trabajo en el terreno de la ficción (antes era publicista), Mendoza es de sobra conocido por los cinéfilos más dedicados, gracias en buena parte a Cannes, festival que le dio una gran proyección en su momento y que sigue apostando por sus obras. Sin embargo, algo sucede para que este filipino, que cuenta con seis de sus películas estrenadas en salas españolas, no sea conocido por el espectador medio. Es un gran cineasta con un talento natural para conjugar dos cosas: el estilo de cinema verité y el empleo en cada nueva ocasión del tema más truculento posible sobre la realidad de esta parte de la sociedad asiática.
En Ma’Rosa, el caso es el mismo. Haciendo una película más sólida que la que presentó en este mismo festival el año pasado, Taklub, el director retrata a Rosa Hidalgo, madre envalentonada que parece haber educado a sus hijos en unos sólidos valores de resistencia, en el chanchulleo y el pillaje. Ella y su dominio del barrio es la protagonista indiscutible de una ficción donde las personas son observadas con una mirada antropológica. Dentro de sus planos, con tics reconocibles en el cine netamente digital, caben las pequeñas acciones mecánicas de lo cotidiano, las carreras entre las barriadas, las palizas callejeras y, en general, cualquier detalle de la frenética realidad filipina que sepa exhibir lo desdichado de su contexto.
Son bostezos los que ha provocado entre la prensa Mendoza con su nuevo y efectista filme presentado en Competición Oficial, donde ya ha estado antes en otras tres ocasiones
Bajo esta superficie, Ma’Rosa se erige como un estudio de la redistribución de la pobreza. De cómo los de los estratos sociales más bajos juegan a rifarse el puesto de la extrema necesidad económica, siempre dándole o pidiéndole esos sucios billetes al vecino, haciendo así de los pagarés y los deberés la verdadera moneda de cambio de este entorno. Son bostezos los que ha provocado entre la prensa Mendoza con su nuevo y efectista filme presentado en Competición Oficial, donde ya ha estado antes en otras tres ocasiones. Pero el problema no es cosa de la calidad presentada en su nuevo trabajo por este comprometido director, es más bien culpa del alto nivel del que está haciendo gala la cosecha del certamen en este año, que cuenta con un puñado de grandes películas que hacen que estas otras, más modestas, queden ensombrecidas.
Un trabajo de conciencia social es también lo que han expuesto los hermanos Dardenne, los belgas más queridos de la historia de este certamen y que, a diferencia del filipino, no revisten de un mensaje moralizante sus películas. Hace dos años el dúo conmocionó con Dos Días y una Noche, que contaba con Marion Cotillard encarnando a una proletaria en la Bélgica industrial que nos ha dejado la crisis económica. Aplicando su conocido estilo (y poniendo de los nervios al personal, que a estas alturas del festival necesitan algo más que lo de siempre), los hermanos elaboran en The Unknown Girl una gran metáfora sobre la salud social de la Europa clasista y racista, usando esta vez como cuerpo-motor de acción el de Adele Haenel, una de las jóvenes actrices más reconocidas por el público galo y a la que, sintiéndolo mucho, le ha tocado el personaje peor escrito por los cineastas.
Jenny es una joven doctora, de las vocacionales, y dedica sus días netamente al trabajo, a la atención en consulta y también en visitas a horas intempestivas. Hasta que un día, por intentar darle una lección de profesionalidad a su novato colega, no le abre la puerta a una chica desconocida que llama fuera del horario de atención. La médico descubrirá al día siguiente que se ha encontrado muerta a la joven en unas obras cercanas a su centro de trabajo.
Veremos a Jenny carcomida por la responsabilidad de su muerte, paseando por el paisaje urbano de Lieja para ir vehiculando una función detectivesca llena de todo tipo de pacientes, de los que sufren heridas visibles y otros que portan la complicidad de este crimen por omisión de socorro. Nadie parece conocer a esta chica africana del barrio, todos miran para otro lado, hasta que la insistente doctora les obliga a confrontar la culpa que todos llevan dentro. Otro tipo de mayoría silenciosa a la que esta cuidadora nata llevará al quiebro emocional colectivo.
En este complicado día para el cine social tampoco han convencido los poseedores de dos Palmas, que a sus 30 años de carrera cinematográfica ya tienen perfectamente pulido un tipo de mecanismo formal y temático que de repetido empieza a parecer un cliché. Pero tal vez el error haya sido presentar esto en Cannes. Firmarla bajo el aspecto de película. Estamos convencidos de que este tema de una 'Detective de guardia' tendría una gran resonancia entre las audiencias televisivas. Ahora que Anatomía de Grey está en las últimas, tal vez es el momento de que los hermanos se pasen al serial catódico y dejen el serial fílmico.