Desde que el año pasado se anunció que Denis Villeneuve dirigirá la secuela de Blade Runner, todo lo que toca el director francocanadiense se mira con lupa. De modo que el título de su última película tiene connotaciones premonitorias. La llegada (Arrival) representa una primera parada en el universo de la ciencia ficción, antes de su gran salto mortal. Y por lo visto en Venecia, Villeneuve la ha completado con éxito.
Tan numeroso es el ejército de fieles de Blade Runner que será imposible captar siquiera a una mayoría, pero el joven director salió airoso del primer juicio de los exigentes periodistas que se reúnen cada año por estas fechas en el festival de cine más antiguo. El caluroso aplauso de quienes madrugaron para llegar al Lido contrastó, por ejemplo, con la cadena de deserciones que provocó lo nuevo de Win Wenders, Los bellos días de Aranjuez (Les beaux jours d’Aranjuez), que se proyectó a continuación.
La interminable conversación planteada por Wenders narcotizó a unos espectadores que aún mantenían la tensión planteada por Arrival. Una cinta que parte de un argumento tan básico como la llegada a la Tierra de unos extraterrestres con pinta de cefalópodos, con los que no hay forma de entenderse. Para eso, el Ejército estadounidense recluta a una lingüista, interpretada de forma equilibrada por Amy Adams, cuya labor es estudiar el lenguaje de símbolos de los invasores desconocidos. Lo que podría caminar por el sendero de la serie B está más cerca de convertirse en un éxito de taquilla.
Son siempre arriesgadas estas comparaciones, pero fue el propio coprotagonista, Jeremy Renner -que se desenvuelve en estas lides como pez en el agua tras Los Vengadores o Capitán América- quien dijo que La llegada es “una mezcla entre una película de Stanley Kubrick y Steven Spilbierg”. Aunque a quien parece haber estudiado a conciencia Villeneuve es a Christopher Nolan, al que para eso ya lo comparan con estos dos grandes del cine. Si Interestellar dio para que científicos -y pseudocientíficos- consiguieran que sus ensayos fueran difundidos de forma masiva, es posible que La llegada no resista un primer análisis de este tipo, pero para el común de los mortales que acudan a las salas de cine, sí que encontrarán muchos elementos análogos.
La siempre sensible protagonista que tras un pasado traumático adquirió ignotos conocimientos, la conexión metafísica que lleva la historia a meterse en la piel de sus protagonistas o el hilo de amor que al final siempre vence. Es decir, la forma de atraer al público con una historia entre la fragilidad humana y un mundo desconocido. Un relato al final de relaciones personales, una llamada al entendimiento. La armonía en medio del caos. Lo que hace Nolan. Y lo que fabrica ahora también Villeneuve.
En sus anteriores trabajos había explorado unas realidades bastante distintas. Siempre entre el suspense y la tensión dramática con Enemy y Prisioneros (ambas de 2013) o Sicario (2015). En ellas ya tuvo a sus órdenes a actores como Hugh Jackman o Benicio del Toro. Y aunque el reparto de La llegada tampoco flojea, todo parece encaminado a consolidar su puesta en escena el año próximo, cuando los cines deban dilucidar a qué altura queda Blade Runner 2. Para muchos, la original dio comienzo al verdadero cine de ciencia ficción. En ésta repetirá Harrison Ford, acompañado de Robin Wright o Ryan Gosling. Un cine que, como Arrival, funciona a la perfección en Hollywood y gusta también en Venecia.
Al selecto público del Lido los experimentos le gustan los justo. Las estrellas rara vez fallan. Que se lo digan a Michael Fassbender, que presentó junto a su pareja Alicia Vikander su última película juntos, La luz entre oceános (The Light Between the oceans), con escaso interés para el amante del cine y gran expectación para los jóvenes que se agolpaban junto a la alfombra roja. La presencia de Villeneuve, que no pudo acudir a Venecia, tampoco iba a acaparar tantos focos. Pero sí su cine, como ya triunfaron aquí en pasadas ediciones Gravity o Birdman. Tras otro estreno por todo lo alto, con Emma Stone y Ryan Gosling interpretando el musical La la land, Hollywood vuelve a atraer a la ciudad de los canales.