Viggo Mortensen no es la típica estrella de Hollywood. Vive alejado de los flashes, de las alfombras rojas y del lujo propio de la meca del cine. Tenía todo para ser el actor de moda, y durante una época (cuando protagonizó la trilogía de El señor de los anillos) lo fue. Lo que parecía una carrera fulgurante en superproducciones fue tomando otro tono, el del cine de autor más comprometido. Prefirió venir a vivir a Madrid en vez de una mansión de Los Ángeles y elegir sus papeles con mucho tino. Le ha dado igual la nacionalidad de la película mientras encontrara algo que valiera la pena, eso que no encontró en El hobbit pero que sí ha hecho en Captain Fantastic, la película que estrena el próximo 23 de septiembre y que ganó el premio al Mejor director en la sección Una cierta mirada del pasado Festival de Cannes.
Matt Ross, el guionista y realizador del filme, ha creado un cuento sobre la educación, la paternidad y las normas que rigen la sociedad actual y ha dado a Mortensen un papel que le sienta como un guante. Es difícil no imaginar al actor sintiendose identificado con este hippie que opta por criar a sus hijos en un bosque, fuera de la ciudad y bajo sus propias normas. Cazan, escalan y hacen ejercicio en una rutina casi militar, pero también leen, aprenden idiomas y celebran el día de Noam Chomsky en vez de la navidad.
Mortensen aclara con su voz calmada y ese acento argentino que le caracteriza, que hay que saber separar al actor del personaje. “No me parezco tanto como uno podía pensar, además las cosas que parecen que van a ser más fáciles porque tienes experiencia en ellas acaban siendo más difíciles. Casi es más complicado hacer de uno mismo que entregarse a hacer de otro”, cuenta a EL ESPAÑOL mientras da un sorbo a su té. No puede ocultar su simpatía hacia este personaje desaliñado que prefiere que sus hijos experimenten las cosas antes de que se las cuenten, y lo lleva hasta las últimas consecuencias. Terapia de choque para una sociedad que sobreprotege a los menores.
“No sólo pasa con los niños, también ocurre con los adultos. La gente puede ser muy vaga y son adictos a sus tablets y teléfonos. Si uno no vigila esto, termina por no vivir nunca en el presente. La gente va caminando por la calle sin estar, sin ver lo que ocurre alrededor. La idea de exigir que los niños, incluso los más pequeños, tengan sus propias opiniones y que no sólo formen esas opiniones sino que sean capaces de defenderlas, me parece muy sano. Los seres humanos somos en general bastante vagos y hay que sacar el jugo a cada día”, argumenta Viggo Mortensen.
La idea de exigir que los niños, incluso los más pequeños, tengan sus propias opiniones y que no sólo formen esas opiniones sino que sean capaces de defenderlas, me parece muy sano
Por si acaso, el actor advierte de que el modelo de familia que se ve en la película “es un extremo”, aunque la idea de base le “parece muy buena”. “Hay que inspirar una curiosidad continua en los niños y que sean honestos, sobre todo con ellos mismos. Luego todo es una cuestión de grado, ver si vamos a ser brutalmente honestos o vamos a suavizarlo dependiendo de la edad”, añade sobre la forma de educación planteada en el filme. Los niños de Captain Fantastic son rebeldes y son capaces de enfrentarse a su propio padre. Una rebelión que Viggo Mortensen cree que no se da actualmente, porque la gente vive enfrascada en sus móviles sin darse cuenta de que “sólo sos otro robot que andas por la calle con ese cachibache y no te comportas de forma diferente a los que te rodean, aunque pienses que estás revelándote, si no tienes cuidado vives en una burbuja”, censura nuestro Alatriste.
Una falta de capacidad crítica de la sociedad que viene dada porque “la gente va a lo que ya saben, a reforzar sus opiniones”. “Hay que forzarse a leer un periódico que esté ideológicamente en el otro lado de tus creencias, o escuchar una radio que opine diferente que tú. Es verdad que a veces cuesta, pero yo lo intento hacer, porque me hace formar mis propias ideas. Claro, es más fácil ir siempre al mismo canal, al mismo periódico y reforzar mis opiniones, hablar con los míos y que no se junte nadie, pero así no hay progreso individual ni social”, critica manteniendo siempre su calmado tono de voz.
La película no duda en lanzar sus dardos contra el capitalismo y la religión, especialmente la cristiana, pero para Viggo Mortensen la gente “se equivoca si piensan que es una película anticristiana”, aunque le parece bien “que la gente se sienta incómoda viéndola”. “Se burla de todos los fundamentalismos, de la rigidez política y religiosa. Me pareció inteligente porque el padre, aunque esté muy en contra de la intolerancia, entra en esa trampa por aislarlos tanto y ser extremista en su enseñanza. Termina siendo arrogante e intolerante”, explica a este periódico.
Para que una sociedad funcione y sea igualitaria se requiere de un esfuerzo diario, aunque sea cansino. Uno no puede decir: 'Yo vivo en España, en una democracia'. Y Ya está. Porque, ¿y mañana qué?
Esa rigidez que cree que hay que abandonar siempre que uno se encuentre en una relación. Ser flexible y esforzarse, ya sea “en la familia, entre amigos o incluso en la democracia”. “Para que una sociedad funcione y sea igualitaria se requiere de un esfuerzo diario, aunque sea cansino. Uno no puede decir: 'Yo vivo en España, en una democracia'. Y Ya está. Porque, ¿y mañana qué? Hay que seguir trabajando como se trabaja el cuerpo, la mente o las relaciones personales”, añade. Para ello cree en el poder del arte, donde actualmente “se aprenden las ideas filosóficas”. “La gente busca ejemplos en el arte, en la música, en el cine, y hasta en los videojuegos. Buscan ideas, formas de ver el mundo y de caminar por él”, opina.
Por mucho que lo niegue, uno no puede pensar en otro actor para dar vida a este personaje, porque aunque Viggo Mortensen no viva en el bosque con su hijo desprende el mismo aura que ese capitán hippie capaz de cambiar las normas.