Imaginen que alguien dice que tiene la prueba irrefutable de que la aspirina es mala para la salud. Que su consumo provoca un deterioro en nuestro cuerpo que puede tener terribles consecuencias. Esa persona sería tomada por loca. Además, las empresas farmacéuticas le mandarían un regalito en forma de demanda destructora. Nadie querría perder esa píldora que tantos dolores de cabeza ahorra. Es difícil enfrentarse a los poderes económicos, pero también lo es luchar contra las creencias y hábitos extendidos en la sociedad. Por ello la odisea de la doctora Irène Franchon, que consiguió que Francia prohibiera el Mediator, un medicamento que causó 500 muertes.
Tras cinco años luchando contra molinos de viento y después de estamparse una y otra vez, esta doctora logró que se la oyera, tanto que hasta el Festival de Cine de San Sebastián decidió que la historia de esta Erin Brockovich europea merecía abrir su 64 edición. La película está alejada de todos los clichés asociados a una inauguración al uso. No hay estrellas de Hollywood, ni directores de renombre. Sólo la poderosa verdad de lo que cuenta en forma de thriller y condensando un lustro en poco más de dos horas.
La doctora de Brest -así se llama el filme- adapta el libro que la propia neumóloga escribió contando su calvario para ser escuchada. Quien ha puesto las orejas ha sido Emmanuelle Bercot, actriz y directora que recordaba la historia de haberla leído en los medios pero que no se decidió a rodarla hasta que habló con la heroína real. Ahora viene a presentar el filme a San Sebastián y a denunciar el poder de una industria que mueve millones de euros bajo unas normas demasiado permisivas.
Irène Franchon sacó a la luz el poder criminal de los laboratorios farmacéuticos y el papel laxo que tiene el estado
“Mi película es completamente política, porque la lucha que llevó a cabo lo era. Sacó a la luz el poder criminal de los laboratorios farmacéuticos y el papel laxo que tiene el estado. Además la película termina en el momento en el que ve la luz el informe de la comisión que revela el verdadero alcance de los hechos y la presión de los laboratorios por ocultarlos”, cuenta Emmanuelle Bercot a EL ESPAÑOL que, de momento, dice no haber recibido ningún tipo de amenaza o toque de atención por la película.
Su inmersión en las cloacas del sistema le han hecho tener una visión clara de que las normas deben cambiar. “La industria farmacéutica es malsana, sólo busca el beneficio económico, sacar dinero. Y eso sin que sepamos todos los horrores que está provocando. En este caso no había ningún interés en retirar el medicamento porque era muy rentable. Hay farmacéuticas que conocen remedios para enfermedades pero no los sacan porque no son rentables, así que salgan casos como este es muy importante”, cuenta con un gesto duro en la cara.
La dificultad de ser mujer
Irène Franchon lo tuvo todo en contra, pero aun así se las apañó para poner en jaque a toda la industria farmacéutica. Durante meses fue una pesadilla que se prodigaba por los medios de comunicación denunciando a las empresas que jugaban con la salud de los ciudadanos. Para Emmanuelle Bercot la médica fue ignorada por su condición de “mujer de provincias”, pero también “porque era mujer, y una médico normal en vez de una investigadora de renombre". “La trataban como si fuera una mierda. Si hubiera sido un hombre mayor, investigador y trajeado le habrían hecho más caso”, añade con contundencia.
Parece que sabe de lo que habla. El cine no es un mundo especialmente amable con las mujeres, que todavía luchan por obtener una representación mayor en la industria. Bercot es, de hecho, la única mujer que compite en la Sección Oficial del Zinemaldia, aunque para compensar la situación le han dado la gala de inauguración. Bercot tira de carácter para dejar claro que “nunca ha tenido dificultad como mujer para hacer cine”. “En Francia no he tenido ningún obstáculo para hacer películas, al contrario, pero es cierto que en este festival he leído que soy la primera mujer que lo inaugura y que soy la única a competición. No quiero pensar que sea por el hecho de ser mujer, que hayan elegido la película sólo por eso. Hay que tener en cuenta de que en el mundo del cine hay menos directoras y puede ser que los festivales simplemente reflejen esa verdad estadística”, zanja con ironía.
En Francia no he tenido ningún obstáculo para hacer películas, al contrario. No quiero pensar que aquí han elegido la película sólo por el hecho de ser mujer
Franchon no ha abandonado su causa. Sigue trabajando en el área de neumología del mismo hospital y a cargo de su familia, pero ahora pelea por obtener una indemnización para las víctimas de aquel maldito medicamento. Consiguió su retirada del mercado, pero no justicia para los afectados y por ello no cesa en su empeño, es “un emblema de los alertadores de este tipo de casos”, recuerda la realizadora.
San Sebastián ha levantado el telón. Lo ha hecho entre lluvia torrencial y de la mano de un thriller de denuncia social, porque a veces la lucha política es más importante que las estrellas y la alfombra roja.