El cine español es peculiar. Lo mismo un día estás rodando cortometrajes con cuatro duros y con la ayuda de amigos, que al siguiente tienes un presupuesto holgado y caminas de la mano de una productora como Atresmedia por la alfombra roja del Festival de Cine de San Sebastián. Que se lo digan a Rodrigo Sorogoyen, que en cinco años ha pasado de tener que pedir dinero vía crowdfunding a manejar todo un señor thriller dispuesto a reventar la taquilla, o al menos intentarlo.
Sorogoyen fue el responsable de esa joyita sorpresa llamada Stockholm, que con un puñado de euros sacudió el Festival de Málaga hace tres años y le puso en el disparadero. Una película que se rodó en su propia casa y protagonizada por su compañero de piso, el actor Javier Pereira, y Aura Garrido.
Rodrigo Sorogoyen en cinco años ha pasado de tener que pedir dinero vía crowdfunding a manejar todo un señor thriller dispuesto a reventar la taquilla
No funcionó en taquilla pero Mercedes Gamero y Mikel Lejarza, productores de la filial cinematográfica de Antena 3 le echaron el lazo y se animaron a producir Que Dios nos perdone, que hoy se presenta en el Zinemaldia. Protagonizada por Antonio de la Torre y un brutal Roberto Álamo se suma al gran momento del thriller patrio que Sorogoyen ha aprovechado para marcar territorio en el cine español y dejar claro que ha venido para quedarse.
¿Cómo surge la idea de Que Dios nos perdone?
Surge de las ganas de escribir. Habíamos terminado el guion de Stockholm, acabábamos de rodarla y queríamos seguir activos. Isabel Peña y yo formamos una pareja bastante creativa, nos gusta escribir aunque en esas épocas lo hiciéramos gratis, así que dijimos: 'Vamos a escribir una película que pueda interesar a los productores, pero a pesar de ello había una libertad muy bonita porque nadie nos la había pedido. Surgió así. Hacer una película que nos gustaría ver, que funcionara, con tintes comerciales para el gran público… así que decidimos que fuera un thriller pero en el que buscar algo diferente, algo original y se nos ocurrió este contexto de la visita del Papa, el calor… nos pareció un gran contexto.
¿Pero por qué precisamente esa visita del Papa?
Porque lo vivimos. Ese verano de 2011 estábamos trabajando en Stockholm. Isabel y yo somos casi vecinos. Yo vivo en Ópera y ella en la Calle Montera y para atravesar esa distancia se producía algo extraño, llamativo y hasta violento. Era muy violento. Madrid es una ciudad a la que queremos todos, pero que a la vez muy desasosegante.
¿Qué le pasa al thriller español que está en tan gran momento de forma?
Hay varias razones, bueno, millones. Una es que es comercial y ha habido la suerte de que han funcionado varios en los últimos cinco años entre la crítica y el público.
Otro es lo que te permite hablar de muchas cosas, pero siempre con la excusa de ser un genero muy accesible. Es una excusa que te mantenga en vilo pero hablar de personajes, de relaciones, y de un momento sociopolítico.
El thriller es una excusa para mantener en vilo pero a la vez hablar de personajes, de relaciones, y de un momento sociopolítico
En tu caso el contexto no se usa de una forma política, no sé si te tentó hacer algo más crítico.
Siempre tienta, pero supimos ver que esa no era la película que queríamos, sería un pegote, pero siempre tienta, de hecho acabamos de escribir un thriller político. Esto ocurre por que hay una voluntad y un hartazgo de la gente que quiere que haya un cambio desde hace años.
¿Y es el género negro o el thriller el mejor para contar este hartazgo hacia la política?
No tiene porque ser el mejor género para ello, si eres un buen narrador todo vale una comedia política es el mas sencillo.
Hace tres años estaba pidiendo dinero vía crowdfunding y ahora con una producción importante, ¿está tan polarizado el cine español que hay que saltar de un lado a otro?
Simplificando sí que hay esos dos polos. Mi caso es especial porque he estado en los extremos, pero me gustaría resaltar que es una pena que no haya ese término medio, está carente.
¿En este salto ha cambiado como director?
En algo sí que he cambiado, un director tiene que trabajar en muchas cosas y ahora estoy más liberado, pero quiero pensar que soy el mismo director. Ahora, ya cuando ya esta hecha, sí que noto el cambio, porque antes estaba comiéndome las mocos y ahora me toca hasta promocionarla. Lo de Stockholm fue algo más bonito por lo que ocurrió, pero estaba mas solo y esto es más sencillo.
Es una película dura y violenta. ¿No ha sentido la presión de estar con una gran productora para que se cortaran?
Nos han dado muchísima libertad, pero hemos sido muy prudentes. Sabíamos que era una película dura, todos lo hablamos y decíamos: '¡ojo no nos vayamos a pasar!'.
Ha retratado un Madrid que no se suele mostrar, un centro de la ciudad casi en estado de descomposición.
Claro. Hay mucho feísmo en la película, pero queríamos contar eso para que la historia fuera mucho más cercana.
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