La cotidianidad nubla la razón. La disposición humana a la adaptación no solo es el principal argumento de nuestra supervivencia como especie; es también la explicación a la inexistente mejora de la especie. Hemos desarrollado un mundo tecnológicamente mejor para unas mentes exactamente igual de primitivas. Nos acostumbramos con una facilidad asombrosa, aceptamos modelos de conducta sin cuestionarnos su naturaleza hasta llegar a pensar que nuestro presente es “el de toda la vida”.
Hasta que una voz rompe la falsa armonía. Así sucedió con las grandes luchas por los derechos civiles en todo el mundo. Pero lo desconcertante es que esas voces no puedan tener un minuto de paz, de sosiego, porque ese silencio será de nuevo aprovechado para volver a contaminar lo cotidiano con las ideas que en ese momento interesen al poder. Ideas que siempre hablan de someter, de discriminar, de segregar, para que el mundo que a ellos les interesa siga siendo “el de siempre”.
No se preocupen. No se han equivocado de columna. Es viernes y esto es Una pistola en el bolsillo. Y sí, aunque no se lo crean, estoy hablando de cine. ¿Se han detenido alguna vez a pensar el rol que juegan las mujeres en las películas que consumimos? Seguramente no. Y no lo han hecho porque si una mujer es la que decide quedarse en casa con los hijos es lo “normal”, lo de “toda la vida”. Porque si una mujer es un objeto de deseo sexual a los ojos de un hombre, ya sea en su puesto de trabajo o luchando en un campo de batalla, es lo “normal”, es “nuestra naturaleza”. Y al final acabamos interiorizando un discurso que se filtra incluso a la hora de crear ficción, donde nosotros somos quienes podemos inventar el mundo que queramos.
Heroína es droga
Acaba de estrenarse Rogue One, un spin off de Star Wars que cuenta la historia del grupo de rebeldes que robaron los planos de la Estrella de la Muerte. Y aquí es Jyn Erso, el personaje interpretado por la actriz Felicity Jones, el que asume el rol de heroína. (Al escribir esto me he dado cuenta de que todos los sinónimos de ‘héroe’ son positivos. Van desde el ídolo al galán llegando al semidios. El único sinónimo de ‘heroína’ es droga).
Cuando hasta las princesas Disney están dispuestas a tomar las riendas de su propia vida y a luchar si es preciso, me sigue sorprendiendo que los roles heroicos femeninos sigan estando en el género fantástico. Como si una mujer valiente, inteligente, resolutiva y poderosa fuese un personaje de ciencia ficción. Desde la Sigourney Weaver de Alien hasta Felicity Jones han pasado casi cuarenta años y podemos contar ese tipo de personajes con los dedos de las manos.
El 80% de los papeles protagonistas siguen siendo masculinos reservando a la mujer el rol de compañera, de madre sacrificada, de objeto sexual y, en todos ellos, con mucha vulnerabilidad y poca capacidad de decisión
El 80% de los papeles protagonistas siguen siendo masculinos reservando a la mujer el rol de compañera, de madre sacrificada, de objeto sexual y, en todos ellos, con mucha vulnerabilidad y poca capacidad de decisión. Los personajes femeninos que son el impulso dinamizador de la historia, que hacen que avance la acción, que dirigen el interés del espectador, resultan testimoniales. La cifra justa para inspirar artículos y columnas como esta. El listado de héroes masculinos de las películas de acción es interminable. Esos mismos papeles protagonizados por mujeres apenas llegan a la decena y en su mayoría son comparsa del hombre y pertenecen a un mundo fantástico. Tal vez sea Uma Thurman en Kill Bill la única excepción que confirma la regla.
Más trabajo, menos vestido
Gracias a una generación de actrices dispuestas a cambiar ese código, a romper con ese falso “de toda la vida”, puede que empecemos a despertar a esta sociedad de una sedación que, por pertinaz, acabe siendo contraproducente. Felicity Jones fue de las primeras actrices en mostrar su apoyo a la campaña #AskHerMore, impulsada por la actriz Reese Witherspoon, en las que pedían que en las alfombras rojas les preguntasen más por su trabajo y menos por su vestido. Por ahí se empieza. Por esos pequeños detalles que nos parecen intrascendentes pero que son los que van calando, como la lluvia fina.
No quiero decir con esto que la libertad creativa de un escritor o guionista deba estar sometida a una paridad políticamente correcta porque eso sería marketing, no realidad. No se reclama la presencia de un rol heroico que satisfaga a la mujer, al afroamericano, al latino, al árabe, al gay, a la persona trans, al discapacitado,… Se trata de reflexionar sobre lo que estamos creando e intentar representar en la ficción, no solo en la ciencia ficción, aquel ideal de sociedad que podemos construir entre todos.
Llegados a este punto podríamos reinventar el debate con la siguiente cuestión: una heroína, ¿tiene necesariamente que comportarse como un tío para ser aceptada? Llevo años pensando en ello. La lucha por la igualdad nos hace olvidarnos del inmenso valor de la diferencia. Yo no quiero ser igual porque sé que soy diferente. Yo soy, y quiero ser, equivalente. Y los roles femeninos que rompen con la imagen tradicional de la mujer en películas y en serie de televisión son aquellos que se comportan, en el peor sentido del concepto, como hombres.
Una heroína, ¿tiene necesariamente que comportarse como un tío para ser aceptada? La lucha por la igualdad nos hace olvidarnos del inmenso valor de la diferencia
En series como Juego de Tronos, las mujeres que no son víctimas de la fuerza bruta machista son aquellas que asesinan como los hombres, que son groseras como los hombres, despiadadas como los hombres,… mujeres que se enfrentan a la vida asumiendo un rol machista. Tal vez necesite otra columna y otra película de acción protagonizada por una mujer para poder enfrentarme a este asunto. De momento, me quedaré un rato más en las filas de la Alianza Rebelde.