Paren las rotativas. Batman vuelve a lo grande. Ha tenido que ser LEGO, la marca de juguetes -y ahora nueva franquicia cinematográfica- la que lo rescate del ostracismo en el que se encontraba. Después de que Christopher Nolan colocara al hombre murciélago en la cumbre cinematográfica con El caballero oscuro su carrera ha ido cuesta abajo y sin frenos. Con el cierre de la trilogía nolaniana ya dio un paso atrás, y la revitalización del universo DC por parte de Zack Snyder terminó por hundir al superhéroe. Tampoco ayudó la elección de un actor como Ben Affleck para dar vida al nuevo Bruce Wayne.
La gente tenía muchas expectativas en Batman V Superman, pero Snyder reincidió en todos los errores que tenía El hombre de acero y los multiplicó. El encuentro entre los dos superhéroes más carismáticos del cómic fue un desbarajuste pretencioso que quería ser grave y profundo pero que sólo aburría y desconcertaba. Un festival de efectos especiales sin alma que pusieron a DC y su futuro cinematográfico en el filo de la navaja.
Quizás por eso, conscientes de que los próximos pasos de la franquicia se verán con lupa y el cuchillo en los dientes, han preferido estrenar antes de La liga de la justicia o Wonder Woman una película para desengrasar y hacer que los fans se diviertan. Se trata de Batman, La LEGO película. La expansión del universo cinematográfico de la marca de construcciones para niños que recoge al personaje sorpresa de la primera película (ese Batman socarrón y egocéntrico) y lo convierte en el héroe absoluto de esta nueva historia que le enfrenta a todos los villanos de la historia del cine.
LEGO acierta en todo lo que Zack Snyder fallaba. La sombra de Christopher Nolan convirtió a los superhéroes de la casa en seres grises, traumatizados y dramáticos. Lo que en Marvel era pura diversión y espectáculo aquí era un dramón con una fotografía oscura y lluvia constante. Nolan sólo hay uno y Snyder firmó dos pestiños con pretensiones. Así que lo único que se podía hacer era reírse de Batman. Convertirlo en un chiste y hacer parodia. Batman, la LEGO pelícila es, de lejos, el filme más divertido de la franquicia y además todo un homenaje a todas y cada una de las anteriores aproximaciones al héroe.
Son constantes las referencias a las otras películas y series del hombre murciélago, incluida la mítica de Adam West. El filme de Chris McKay -forjado en un clásico animado como Robot Chicken- se cachondea de todas las dosis de dramatismo, pero no evita los dilemas que siempre han perseguido a Batman. La soledad del héroe, el conflicto moral de un hombre que se salta la ley para atrapar a los villanos… todo está pero filtrado y convertido en brillantes gags. Como ese comienzo en el que se nos presenta a un superhéroe cuarentón y narcisista más solo que la una y que se divierte viendo Jerry Maguire.
Ben Affleck debería aprender de lo que funciona (y lo que no) si finalmente se atreve a dirigir la próxima entrega de Batman. Se acabaron los traumas, arriba lo liviano, lo divertido. Hasta en la relación con ese Joker se atreve a darle una vuelta a una historia ya contada y la presenta como una historia de amor en la que no pueden vivir el uno sin el otro.
Como la película original, lo que destaca en el filme son las innumerables referencias pop y metachistes sobre superhéroes y el mundo LEGO que uno puede encontrar. Esto se explota al máximo gracias al plan del Joker que involucra a los mayores villanos de la historia del cine (hechos con piezas de Lego). Volvemort, King Kong, los Gremlins y muchos más que conviene no desvelar y que harán las delicias de los fans. Igual que ese guiño a la Liga de la Justicia (ojo a la versión doblada con Juan Antonio Bayona dando voz a Superman) y a un Batman al que hacen Bullying.
Todo envuelto en una increíble factura que juega con las piezas de LEGO y las convierte en un arma de infinitas posibilidades cinematográficas. Todo sin perder de vista al público objetivo del filme, los más pequeños que, por primera vez disfrutarán y no se aburrirán con una película de Batman.