Parece que una de las singularidades de estos tiempos es ampliar la oferta para que uno se sienta orgulloso de la elección cuando, en el fondo, lo único que se consigue es desorientarnos al focalizar toda la responsabilidad en el dilema y no en el resultado. Dispongo de veinte toppings a elegir para decorar mi helado, siete fundas distintas para un mismo sofá y hasta puedo crear mi propia lámpara eligiendo entre varios modelos de soportes, cables, interruptores y bombillas.
No te educan para que aprendas a valorar, a discernir, a elegir libremente pero sí te muestran un catálogo de posibilidades para que te abrumes y acabes eligiendo lo mismo de siempre, con la salvedad de que en esta ocasión te habrás sentido profundamente independiente para decidir.
También está sucediendo eso mismo con el pensamiento y las ideologías. El individuo escucha los argumentos ideológicos como si fuesen piezas de un catálogo de Ikea que pueden combinarse unas con otras para crear el discurso que nos interesa a cada uno de nosotros en un tiempo y lugar determinado. Hay personas conservadoras que apoyan el matrimonio igualitario y personas con una tradición de izquierdas a las que les molesta el discurso anticlerical.
Los 'ismos' no mueren
Aquello que hace años parecía una incongruencia, hoy es bastante habitual. El discurso ya no es uno. Ahora puedo crear mi propio alegato seleccionando las consignas que me interesan, sin preocuparme demasiado del partido político que las defienda. Algo que los políticos se niegan a aceptar y siguen jugando a la polarización sin percatarse de que si hay algo realmente efímero en estos tiempos eso es el liderazgo.
Al contrario de lo que opinan muchos historiadores y analistas políticos, pienso que los ‘ismos’ no han muerto. Lo que han hecho (o deberían hacer) es reinventarse
Al contrario de lo que opinan muchos historiadores y analistas políticos, pienso que los ‘ismos’ no han muerto. Lo que han hecho (o deberían hacer) es reinventarse. Resulta más efectivo para el feminismo, por ejemplo, un discurso como el de Madonna en los Billboard Women in Music que las consignas elitistas de Camille Paglia. Hablo de hoy, no de hace un siglo.
Todos conocemos el origen del pensamiento feminista y es de justicia reconocer su valor, su compromiso y su lucha pero la sociedad actual no se parece a la de 1913. Por eso hay que adaptar el activismo a las reclamaciones de esta sociedad y al pensamiento de las mujeres de hoy.
Actriz, no activista
Natalie Portman podría ser una de esas feministas. Es actriz, no activista. El activismo es casi una profesión en sí misma por lo mucho que te exige en sus reclamaciones. Pero también existe un activismo colateral igual o más importante que aquel que dota a la reivindicación de una argumentación teórica. Porque ese discurso intelectual, fundamental y que sienta las bases de las políticas de derechos y libertades, es un discurso que no cala en la sociedad.
Son argumentos creados por y para activistas y sus aliados políticos. Son los artistas, creadores, personajes públicos como cantantes, deportistas o presentadores, los que tienen la capacidad de transmitir la esencia de esa teoría con una rotunda eficacia solo con un discurso de agradecimiento en una entrega de premios.
Me interesa Natalie Portman porque habla el mismo idioma que Susan Sarandon o Meryl Streep pero con 35 años menos
Me interesa Natalie Portman porque habla el mismo idioma que Susan Sarandon o Meryl Streep pero con 35 años menos. Es valiente, asume riesgos y es una de las actrices más comprometidas en la lucha contra la discriminación laboral y salarial de las mujeres en Hollywood.
Compró los derechos para el cine de Orgullo y prejuicio y zombies, de Seth Grahame-Smith, y fue uno de los rostros visibles de la campaña #askhermore, donde se vislumbra una mujer que reivindica su belleza física, su elegancia en una alfombra roja, pero recuerda que además de responder a la clásica pregunta sobre el diseñador del vestido –no renuncian a ella porque precisamente les ceden esos vestidos gracias al impacto publicitario que supone mencionar al modisto- puede contestar a muchas otras cuestiones. Quizá por eso se presentó en el almuerzo a los nominados al Oscar con un vestido negro de 61 euros.
La invisible Jackie
Hoy Natalie Portman estrena Jackie, un biopic sobre Jackie Kennedy en los días posteriores al asesinato de JFK. Casi una docena de actores han interpretado al trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos y hay casi tantas películas como series de televisión enfocadas no ya a su trayectoria sino a su asesinato. ¿Saben cuántas han puesto el foco en su esposa, en la mujer que iba sentada a su lado cuando le dispararon? Una.
Nueve actrices han interpretado a Jackie Kennedy en tv movies y cine. La mayoría eran papeles de reparto. Incomprensiblemente, uno de los personajes icónicos del siglo XX, una mujer que trascendió de primera dama a símbolo mundial, parecía no interesar a nadie hasta hoy. Ojalá podamos escuchar el discurso de agradecimiento de Natalie Portman en la madrugada del próximo 27 de febrero. Tal vez entonces también hable de esa invisibilidad.