El año pasado ninguna película dirigida por una mujer estuvo nominada al Goya. Tampoco compitió por la Concha de Oro en el último Festival de Cine de San Sebastián. Los dos acontecimientos cinematográficos más importantes de España dieron la espalda a las mujeres, y no por falta de propuestas. En el Zinemaldia se pudo ver en secciones paralelas obras como María y los demás, una de las sorpresas del año y que tuvo un recibimiento increíble. Muestras de que algo pasa. Las mujeres tienen más difícil realizar una película, pero también distribuirla y enseñarla en el marco de un certamen internacional.
Los resultados son evidentes. Los decía en alto Jessica Chastain en la rueda de prensa del jurado tras dar el palmarés en Cannes. Se lamentaba de la visión que los filmes de los directores más prestigiosos del mundo daban de la mujer. Ese es el problema también del cine español, que al no tener lideresas que afronten producciones de peso, ve cómo la representación de la mujer queda reducida a simple comparsa del hombre. Entre las instituciones que luchan por la igualdad entre los profesionales del cine destaca la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA), que junto a la Academia de Cine ha promovido las jornadas 'Mujeres que no lloran' para visibilizar el trabajo femenino y concienciar sobre la falta de presencia femenina en la industria.
Junto al a directora de CIMA, Virginia Yagüe, han estado las actrices Luisa Gavasa -Goya a la Mejor actriz secundaria por La novia- y Silvia Marsó para hablar de los personajes que se encuentran, o mejor, que no encuentran. Porque como apuntó Yagüe, “no nos sentimos reconocidas en el relato, y ellas se encuentran limitadas papeles secundarios, de acompañantes, con estereotipo muy establecido”. Por ello esperan que estas acciones lleven a una “reflexión para emprender cambios que nos lleven a una situación de más igualdad y a una mayor riqueza narrativa en los relatos”.
Para Gavasa su situación es doblemente preocupante porque “no sólo soy mujer, es que tengo una edad en la que eres mucho más invisible, y me niego a las dos cosas”. “Que nadie me diga que porque tengo 66 años no puedo ser atractiva o ser deseable, me niego. Sé que no tengo 30 años, pero me niego a que me digan que soy invisible porque no lo soy. Sé que no lo soy. No me importa ser la abuela si hay algo que contar, pero si por edad sólo puedo ser la abuela, la que cuida niños, se me abren las carnes. Quiero que cuenten historias de lo que ocurre a las señoras de mi edad, que les pasan muchas cosas. Cada vez es más difícil encontrar personajes con carne, yo no quiero trabajar para tener mas dinero en la cuenta corriente, si no por vocación, amo mi oficio”, ha dicho Gavasa contundente.
La actriz también ha pedido más variedad de físicos, porque no todas las chicas pueden “ser pibones”. “No todas somos rubias con 90-60-90 y con cara de barbies. Hay actrices estupendas gordas, con narices grandes... Ves a las niñas que quieren ser actrices y casi todas parecen modelos, y las hay que no son pibones”, apunta Gavasa.
Que nadie me diga que porque tengo 66 años no puedo ser atractiva o ser deseable, me niego. Sé que no tengo 30 años, pero me niego a que me digan que soy invisible porque no lo soy. Sé que no lo soy
Silvia Marsó ha expresado también su preocupación y la convicción de que en teatro esto pasa menos. Cree que además es más preocupante en el cine español, y que en películas europeas como Elle ha visto personajes femeninos fuertes que aquí no encuentra. “Si llevas en España a un productor una película como Still Alice, sobre una mujer de 50 años con alzheimer se mean de risa. Esas películas son las que me tocan, me motivan y no las encuentro en el cine español, aunque hay excepciones. Mayoritariamente los personajes femeninos a partir de los 40 son: juezas, madres, esposas histéricas, o esquizofrénicas. Si hay una protagonista femenina es una friki”, ha añadido.
Los personajes femeninos a partir de los 40 son: juezas, madres, esposas histéricas, o esquizofrénicas. Si hay una protagonista femenina es una friki
La directora de CIMA ha manifestado que su lucha es una “rebelión contra ese planteamiento del estereotipo”. “El papel femenino está reducido a acompañante, o está negativizado, es desencadenante del conflicto principal del relato y se le atribuye un componente negativo. Pasan de la abnegación absoluta, a lo contrario, por ejemplo la jueza implacabe que no tiene familia se ha negado porque sólo vive para el trabajo”, ha añadido Yagüe.
Acciones positivas
Desde CIMA se reúnen constantemente con la Academia de Cine (que colabora en este ciclo de charlas), y también con el Instituto de la Cinematografía, a la que piden acciones positivas y cambios en la legislación para favorecer las creaciones de mujeres como se hace con los directores nóveles. Yagüe ha subrayado lo difícil que es con un fondo a las ayudas de sólo 30 millones, y cuando la reforma de la Ley del Cine establece un presupuesto mínimo de 1,3 millones para acceder a las ayudas generales y el presupuesto medio de un filme dirigido por mujeres sólo es de 800.000 ellos.
Por ello cree que un cambio en la normativa es fundamental para lograr cambios. “Hay que hacer correcciones necesarias como hubo en otros sectores, pero el tema género abre llagas insospechadas. Por ejemplo, cuando desde el ICAA pusieron medidas positivas para que entraran directores noveles no hubo problema, pero cuando las hemos pedido desde nuestro ámbito, genera controversia. Salta un tema que no salta con otras medidas, que es el tema de la calidad. Sólo se habla cuando se pone sobre la mesa medidas de acción correctoras para el tema de la mujer. Ahí se ve cómo actúa el prejuicio establecido. Hay que hacer didáctica, limar ese prejuicio, y ver que son prácticas normalizadoras que nos merecemos como sociedad”, ha dicho Virginia Yagüe.
Cuando desde el ICAA pusieron medidas positivas para que entraran directores noveles no hubo problema, pero cuando las hemos pedido desde nuestro ámbito, genera controversia
Saben que el cambio es lento, que a veces por un paso adelante se dan dos atrás, y que cuentan con el “hándicap de ser un colectivo progresista”, que hace que tengan que sortear más puertas. Pero también saben que se puede, y miran a Suecia, donde se han tomado acciones positivas que han duplicado la presencia de mujeres en el cine nacional. Para ello piden también ayuda a sus colegas masculinos. No es una guerra, se trata de actuar todos juntos para que la industria rompa el techo de cristal que la limita.