La reunión en la que se decide el futuro de su película empieza en una hora y la productora, que lleva meses buscando la financiación del proyecto, se encuentra con una noticia inesperada. Su hijo de dos años se ha puesto malo en la guardería y tiene que ir a recogerle. Hay dos opciones, anular la reunión o ir con su pequeño. Así que allí se presenta, en una mano la carpeta llena de papeles, un bolso con el portátil colgado del brazo y con el niño en el otro. Las cabezas se giran a su paso, y las miradas del resto de asistentes, todo hombres, muestran asombro e incomprensión, la misma que expresaron los ciudadanos y los miembros del Congreso de los Diputados cuando Carolina Bescansa apareció con su bebé para concienciar sobre la importancia de legislar en favor de la conciliación laboral y familiar.
Las mujeres sufren este problema en todos los trabajos, y en una industria como la del cine en la que las jornadas de rodaje son interminables, impredecibles y el trabajo es a rachas, la cosa se complica. Faltan ayudas de las instituciones, pero también visibilización para dar a conocer una situación que afecta a todos. Si rodar es de por sí difícil, “rodar embarazada es más complicado”, cuenta Juana Macías, directora de Embarazados, que explica a EL ESPAÑOL cómo ella ha sido testigo de esas reuniones en las que “las productoras han tenido que ir con sus bebés a reuniones porque se les había complicado la logística en el último momento”. “Jamás me he encontrado a un hombre en esa tesitura, ni siquiera suelen hablar de sus dificultades en este sentido, algo que las mujeres hacemos constantemente”, añade.
Para su compañera Inés París, presidenta de la Fundación SGAE y directora de La noche que mi madre mató a mi padre, la situación es “peor en la televisión”. “Al fin y al cabo no se dirige una película cada seis meses, ni siquiera cada año, y el momento más problemático por horarios y dedicación exclusiva es el rodaje. Ahora que estoy trabajando en una serie admiro a las mujeres realizadoras de televisión, ellas sí que lo pasan mal” explica. Compara su situación a la de cualquier mujer en una situación de “responsabilidad que exige muchas horas y dedicación”. Momentos en los que “necesitamos ayuda, y esa ayuda puede venir de tu pareja (si la hay) de tus padres, sobre todo las madres, siempre recuerdo que Isabel Coixet e Icíar Bollaín han comentado lo mucho que sus madres las ayudaron cuando sus hijos eran pequeños) o bien de alguien a quien contrates”.
Las productoras han tenido que ir con sus bebés a reuniones porque se les había complicado la logística en el último momento. Jamás me he encontrado a un hombre en esa tesitura
En su caso rodó sus primeras películas con “una niña pequeña, sin pareja ni madre”. La solución pasaba por gastarse mucho dinero en “pagar asistencia en casa, aunque siempre lo he considerado muy bien empleado”. París, que prepara la serie El accidente, recuerda une entrevista a Leonor Watling durante la promoción de A mi madre le gustan las mujeres. “Un periodista le preguntó que si había notado diferencia al ser dirigida por mujeres. Respondió que para nada excepto por una cosa: sabía que yo tenía una hija y durante el rodaje se enteró de que tenía anginas porque yo llamaba a casa todo el tiempo y me tuve que 'escapar' a un médico, mientras que con los hombres directores ignoraba si tenían hijos. Si los tenían, estos no existían mientras ellos rodaban. Yo en cambio tenia que seguir 'conectada' al hogar”, apunta sobre las diferencias con sus colegas.
La ayuda de otros es siempre la clave para poder compaginar la profesión de cineasta con la de madre, algo que también apunta Chus Gutiérrez, directora de El calentito y Droga Oral, que recuerda cómo se apoyó en su familia “y en mujeres que vienen a trabajar a nuestro país, muchas veces dejando a sus hijos a cargo de sus propias familias”. Sin ellas no lo habría logrado. Todavía recuerda cómo le costaba “dejar a mi hija cuando tenía que viajar”, algo que sigue ocurriendo mientras no haya cambios. Porque todas las mujeres lo tienen difícil, pero como apunta Juana Macías, el cine tiene “peculiaridades como inestabilidad, horarios imprevisibles, flexibilidad que termina significando no tener jornada, viajes… que no ayudan”.
Vacío legal
A pesar de que la palabra 'conciliación' sale constantemente de la boca de los políticos, es uno de esos términos -como transparencia- que se usan impunemente sin que se legisle para ayudar a ese equilibrio entre lo profesional y lo familiar. Para Juana Macías “es una de las tareas que está pendiente en la agenda política”. “Mejorar la conciliación supone dar la oportunidad de elegir a los padres y madres cómo quieren encargarse del cuidado de sus hijos y hacerlo en condiciones de igualdad. No es un beneficio para las mujeres, es un beneficio para las familias, para la sociedad, por eso llama la atención la poca urgencia que se tiene para tomar medidas. Algunas, como igualar los permisos de maternidad y paternidad o modificar los horarios laborales, sería tremendamente eficaces. Pero la productividad parece que está muy por encima del bienestar de los niños y sus progenitores, o quizá sea una cuestión de mentalidad, de darle importancia o no”, opina la realizadora.
En este vacío legal hay un perdedor claro: las mujeres. “Las dificultades para conciliar afectan especialmente a las mujeres y a sus carreras profesionales, no importa el campo profesional. Las mujeres, aunque trabajen, son las que mayoritariamente, se siguen ocupando de los niños. Esta multitarea está pasando factura a todos: el estrés nos ataca, o la culpa o la infelicidad”, apunta la vicepresidenta de CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas), institución desde la que intentan “dar visibilidad estos problemas y ponerlos en la agenda”.
Otri de los problemas que ve Juana Macías es la educación y cómo el audiovisual perpetúa la separación de labores entre hombre y mujer. “Estamos acentuando estereotipos en vez de trascenderlos y eso no va a ayudar a conseguir entender que el cuidado de los hijos es una tarea compartida. Necesitamos modelos, referentes de mujeres que hayan llegado alto en su carrera profesional y que cuenten cómo han abordado esta cuestión”, subraya.
Existe una cierta “presión social” que te hace sentir “mala madre”, porque al tener una vocación tan potente la maternidad no ha sido mi prioridad
Inés París señala otros campos de mejora, y espera que el Estatuto del Artista en el que se trabaja ayuden a, entre otras cosas, “una mayor estabilidad económica”. “Facilitar las condiciones de jubilación, la cotizaciones a la Seguridad Social… En general tener en cuenta las condiciones concretas en las que se desarrollan los oficios y profesiones del arte , la cultura, y el espectáculo”, añade. Más negativa se muestra Chus Gutiérrez, que cree que “el esfuerzo que se hace es más de mucho ruido y pocas nueces”.
¿Malas madres?
La industria del cine es un campo duro, exigente y que requiere una vocación muy clara que a veces parece chocar de frente con los deseos de ser madre. La dificultad de compaginar los largos rodajes con la vida familiar hace que, como explica Inés París, se cree “una cierta 'presión social' que te hace sentir 'mala madre', porque al tener una vocación tan potente la maternidad no ha sido mi prioridad". "Por ejemplo, yo no quise tener más hijos porque no me veía capaz de sacar adelante a varios hijos y al tiempo abrirme camino. También es cierto que cuando estoy metida en un proyecto o simplemente escribiendo necesito “concentración total” y en casa me han reprochado (con razón) que no me entero de lo que pasa, estoy en mi mundo ficticio. Encima ese mundo me absorbe y entusiasma: nunca he disfrutado tanto de estar en el parque como escribiendo o dirigiendo. No quiere decir que no haya tenido y tenga momento familiares inolvidables, pero la profesión me llama más”, confiesa la cineasta con sinceridad.
La lucha continúa, y para ello hay que empezar a dar más visibilidad a las mujeres en un sector que les sigue confiando pocas películas y pocos puestos técnicos. A veces incluso ellas mismas se ponen piedras en el camino. “Muchas veces somos nosotras las que renunciamos a esas oportunidades previendo que va a ser muy difícil conciliar. Las que, conscientes de las dificultades que en este aspecto conllevará aceptar un proyecto o un trabajo o tarea, nos echamos atrás y decimos que no, o al menos, mostramos menos confianza en poder llevarlo a cabo, y esta es una profesión en el que no sólo necesitas tener mucha confianza en ti misma y en el proyecto que tienes entre manos sino que tienes que contagiar a los demás. La igualdad de oportunidades no significa que te den más o menos, sino de que seas libre para luchar por lo que te apasiona”, completa Juana Macías con rotunidad.