James Franco se ha pasado tantos años intentando ser alguien grande e importante que se había olvidado de quién era de verdad. En su salto a la dirección adaptó a Faulkner, se puso a rodar como un loco varios proyectos al año y dejó de lado su versión canalla que había explotado en películas como Superfumados o Juerga hasta el fin. Ha tenido que llegar The disaster artist para recordarle que a veces lo malo es bueno, y lo pretencioso, aburrido. Franco se lo ha tomado al pie de la letra y se ha puesto delante y detrás de las cámaras para dar vida al peor actor del mundo. Tommy Wiseau revolucionó hace casi 15 años el cine con su película The room. No hagan memoria, no estuvo nominada a los Oscar ni la vieron en salas, fue tan desastrosa que se ha convertido en un fenómeno de culto que arrastra a la gente a las salas todos los meses en sesiones golfas que se convierten en fiestas.
Franco da la mejor versión de sí mismo en su Ed Wood particular, la crónica de un rodaje maldito y de una personalidad tan oscura -nadie sabe dónde nació Wiseau ni de donde sacó el dinero para hacer la película- como hilarante. Una acumulación de gags locos que han llenado el Festival de San Sebastián de carcajadas y aplausos en lo que es también una reflexión sobre el arte y el proceso creativo. El actor de Spider-Man se mimetiza con el director de The room y da una interpretación excesiva que clava los gestos y modales de uno de los personajes más bizarros vistos en una película. Cine dentro del cine para conocer los entresijos del peor filme de la historia. La gracia de este título infumable es que Wiseau pensaba que estaba haciendo una obra maestra, y la gente abrazó a un friki entrañable.
“Esa es la combinación exacta que hizo de The room un éxito. Él puso el alma y el corazón en la película, lo importante es que lo dio todo y la gente se da cuenta del esfuerzo que puso y se pueden identificar con ello y vuelven a verla una y otra vez, pero además es que cada decisión creativa, cada diálogo, todo... son las peores decisiones posibles, toma decisiones equivocadas una y otra vez. Porque lo comparas con Sharknado, y ellos saben que es absurda, pero Tommy no era consciente de que no hacía un drama real y hay algo bonito en eso”, ha explicado James Franco a su paso por San Sebastián.
La gracia de este clásico de la serie B es que su director, actor y productor pensaba que estaba rodando Ciudadano Kane, y aunque todo el mundo le dijera lo contrario no les hacía caso. “Él pensaba que la gente vería la película y estaría dos semanas sin dormir de lo mucho que les había gustado. Gente que estuvo en el estreno nos contó que la gente se reía, pero a pesar de eso Tommy dejó dos semanas la película en cartelera pensando que podía optar a los Oscar. A él le costo aceptar cómo se recibió entre la gente. Ahora dice que lo hizo de broma, pero no creo que sea el caso”, ha contado el actor.
Puso su alma y su corazón en la película, y eso es lo que define a un artista. Esa fue nuestra actitud hacia él todo el tiempo
La comparación con Ed Wood, otro genio de lo cutre y entrañable, era inevitable, y para Franco ambos se parecen en que “son artistas que no encajan y que intentaron hacer arte popular y lo que la gente ve en su trabajo algo es muy distinto”. Esa pasión que Wiseau puso a su película acabó convertida en la ira de un creador convertido en dictador, porque como recuerda James Franco, Tommy “no tenía ningún tipo de consciencia de sí mismo y es egocéntrico”, aunque también se apresure a destacar que sacó adelante un filme en el que nadie creía y a pesar de la negativa de todos. “Puso su alma y su corazón en la película, y eso es lo que define a un artista. Esa fue nuestra actitud hacia él todo el tiempo. Es un chiflado que hace cosas absurdas, pero queríamos ese mensaje subyacente de que todos somos un poco Tommy, y que tenemos un sueño que queremos realizar”, ha dicho la estrella de Hollywood.
The disaster artist también funciona como crítica a una industria que salvaje y despiadada, que premia a los más guapos y no a los que más trabajan. La cara B de un Hollywood que el hermano de James Franco, Dave, coprotagonista del filme, no se atreve a definir como cruel, pero sí como “frustrante”. “Puedes dar todo de ti y que luego la película esté fatal, pero cuando funciona es un milagro, y hay que aferrarse a esos momentos”, ha explicado.
Aunque el filme de los hermanos Franco mire con nostalgia y cierta condescendencia el submundo de la serie B, ambos han señalado que no hay que generalizar. “Depende de con quién trabajes y el proyecto en el que estés” han dicho recordando a Sam Raimi y dejando claro que en Hollywood el tamaño no es lo que más importa.