Pixar, tenemos un problema con las mujeres
La empresa siempre ha sido señalada por su falta de oportunidades para las mujeres, ahora vuelve a la palestra por las acusaciones contra John Lasseter.
23 noviembre, 2017 01:35Noticias relacionadas
Todo iba bien por Disney. Desde hace un par de años sus películas arrasan en taquilla, se ha hecho con las franquicias más importantes de la industria e incluso se ha hablado de que podría comprar Fox en un movimiento que les convertiría en el estudio más importante de Hollywood (si es que no lo son ya). Buenos tiempos para la casa del ratón… hasta ayer, cuando la noticia de que John Lasseter -director creativo de la empresa y fundador de Pixar- abandonaba la casa por haber “cruzado la línea” con algunas de sus empleadas, saltaba a los medios.
Disney realizaba una detonación controlada para intentar el menor escándalo justo la semana en la que estrena su nueva película, Coco, en EEUU. Lasseter emitía un comunicado disculpándose “con cualquiera que haya recibido alguna vez un abrazo indeseado o cualquier otro gesto mío, cruzando de cualquier manera la línea”. Según The Hollywood Reporter el fundador de Pixar habría mantenido con varias empleadas un comportamiento sexual inapropiado y describían el ambiente en la compañía como tóxico y sexista.
El tema del machismo en la compañía no es una novedad. Siempre se ha comentado que dentro de Pixar había poco espacio para las mujeres. Sólo hay que mirar a sus películas. Sólo una de ellas estuvo codirigida por una mujer, Brave. La agraciada fue Brenda Chapman, que a mitad de producción abandonó el proyecto por el excesivo control que John Lasseter ejercía sobre cualquier decisión que se tomara. Su sustituto fue un hombre para perpetuar esa etiqueta de ‘club de hombres’ que tenía el estudio.
En sus historias hay también una falta de protagonistas femeninos. Sólo en la citada Brave y en Del revés los personajes principales han sido mujeres. El resto han sido relegadas a secundarios. Las críticas en este tema hicieron que en películas eminentemente masculinas como Cars 3, introdujeran personajes femeninos fuertes que buscaban su independencia y empoderamiento, pero siempre desde un plano secundario. En la promoción de dicho filme, visitó España Kim White, directora de fotografía de la película, que en declaraciones a EL ESPAÑOL contó que “me gustaría ver a más mujeres desempeñando cargos de responsabilidad, quizás es que los hombres contratan a sus colegas y por eso no fichan a sus mujeres”.
En Pixar las mujeres y las personas de color no tienen la misma voz creativa, demostrado por los datos demográficos de sus directores
Esta retroalimentación entre hombres y la dificultad de las mujeres para acceder a puestos de decisión son uno de los motivos por los que, durante tantas décadas se ha creado esa cultura del silencio en torno al acoso sexual en Hollywood, como explicaba a este periódico María Bustelo, Delegada del Rector para la Igualdad de Género en la Universidad Complutense de Madrid: “La cuestión es que el acoso está presente en muchos ámbitos de la sociedad, no es algo de dos o tres locos que hacen esto. Es un tema enraizado, de carácter estructural y que tiene que ver con la violencia de género, es un signo más de la desigualdad que hemos desarrollado”.
Algo que subrayaba la presidenta de la Asociación de Mujeres Cineastas, Virginia Yagüe, que cree que esta desigualdad muestra algo “muy alarmante” como es “una estructura social que marca unos comportamientos que se generalizan, perviven y que habría que analizar por qué han sobrevivido y no se han tomado medidas”.
Pixar es la muestra de una industria que sigue dominada por los hombres, y la animación no es una excepción. Las cifras aportadas por la asociación Mujeres en la Animación (WIA) en el pasado Festival de Annecy mostraban un problema de desigualdad. Sólo el 20% de los trabajadores de la industria eran mujeres, un porcentaje que descendía bruscamente al hablar de directores/productoras (un 10%) y que era un poco más positivo en cuanto a las guionistas (21%) y las animadoras (23%).
“Lo primero que nos preguntamos cuándo vemos estas estadísticas es: ¿qué ha pasado?, ¿por qué ha pasado?. Pero la siguiente cuestión tiene que ser: ¿cómo podemos cambiarlo? La respuesta es muy complicada, hay cosas que se transmiten de forma sistémica en la cultura general de dominación masculina en nuestra industria”, aseguraba entonces la copresidente de la WIA, Marge Dean. En el mismo acto Katherine Sarafian, vicepresidenta de Pixar reconoció que la paridad era una tarea pendiente de su empresa: “en términos de igualdad de género, en nuestro estudio los números no están ni siquiera cerca de donde queremos que estén. El número de mujeres en nuestras filas ha aumentado con el tiempo, pero esto requiere un enfoque activo, dado que la animación históricamente ha empleado a más hombres".
El problema de Pixar con las mujeres les ha traído también varios problemas creativos. Los guionistas de Toy Story 4, Will McCormack y Rashida Jones, abandonaron el proyecto entre rumores de lo que había pasado. Ayer, The Hollywood Reporter hablaba de una supuesta insinuación de Lasseter a la actriz y guionista, algo que ella ha negado en un comunicado en The New York Times en el que, de paso, ha hablado del machismo que existe en el estudio.
“No dejamos Pixar por insinuaciones indeseadas. Eso es falso. Nos fuimos por diferencias creativas y, más importante, por diferencias filosóficas. Hay muchísimo talento en Pixar y seguimos siendo grandes fans de sus películas. Sin embargo, también es una cultura en la que las mujeres y las personas de color no tienen la misma voz creativa, demostrado por los datos demográficos de sus directores. De veinte películas en la historia de la compañía, sólo una fue codirigida por una mujer y otra dirigida por una persona de color. Animamos a Pixar a reforzar, contratar y promover narradores y líderes mujeres y más diversos. Esperamos que podamos ayudar a aquellos cuyas voces no se podían escuchar antes a sentirse empoderados", zanjó Rashida Jones, que pide la entrada urgente de mujeres en la industria, uno de los pasos fundamentales para que se acabe con la cultura del silencio y las situaciones de acoso por abuso de poder.