El cine español ha encontrado a sus nuevas estrellas. No tienen ego, no se quejan por repetir las escenas decenas de veces, son humildes y tienen un sentido del humor que desarma. Son los Campeones que ha encontrado Javier Fesser para su nueva película, que llega 10 años después de su anterior filme en acción real, Camino -entre medias estuvo Mortadelo y Filemón: contra Jimmy el cachondo-. Hasta ahora no habían salido en ninguna película, ni siquiera son actores profesionales, pero la verdad que ellos han aportado no la hubiera logrado ningún intérprete de método.
La película cuenta la historia de un entrenador de baloncesto que por orden de un juez tiene que encargarse de un equipo de personas con discapacidad intelectual. Y ahí es cuando Fesser tuvo que tomar una decisión: ¿contratar a actores profesionales para ello o escoger a personas que vivan en primera persona todas esas experiencias? Lo fácil hubiera sido lo primero, porque como dice Marion Cotillard en la ácida Cosas de la edad, para ganar un premio hay que hacer de minusválido o poner un acento raro. Pero el director de El milagro de P. Tinto, que se emocionó al leer el guion de David Marqués por su “capacidad brutal de emocionar y hacer reír”, no tomó ningún atajo.
“Yo no estoy cerrado a ninguna idea, y pensé en todas las posibilidades, pero el primer día de casting lo tuve claro, no había tanta verdad ni tanta emoción en actores profesionales por muy bien que lo interpretaran, esa verdad era imposible de imitar”, cuenta Fesser a EL ESPAÑOL. Así encontró a los Campeones que dan título al filme y que le enseñaron muchas lecciones en el rodaje, muchas de ellas se cuentan en el filme. En una escena Javier Gutiérrez explica a su madre que ha descubierto que ya no se dice “subnormales”, sino “personas con discapacidad intelectual”.
Fesser cree que aunque vivimos en un momento de una corrección política excesiva, el lenguaje y su modificación si que es importante, sobre todo “cuando conoces la situación de primera mano”. “A lo mejor tú estás acostumbrado a llamar a un colectivo ‘minusválidos’, pero cuando ves que le pasa a alguien cercano a ti, o a ti mismo, ya no entiendes que se considere a alguien ‘menos válido’, ¿menos válido para qué? Ese lenguaje que conforma el pensamiento evoluciona por si solo cuando abandonas la ignorancia . Lo políticamente correcto es llamar a cada persona por su nombre”, añade.
A pesar de eso tiene claro los protocolos no siempre sirven. “Cuando retratas a personas a la sque respetas, quieres y admiras, no necesitas ninguna regla para no ofender, porque no puedes ofender a alguien a quien retratas desde el amor y la comprensión. Y ellos usan el sentido del humor de una forma tan transparente, que no creo que ni se plantearan que algo es políticamente incorrecto. Yo tengo un amigo senegalés al que me guste llamarle negro y a él le encanta llamarme blanquito, pero sé que en otro contexto esa palabra puede ofender, pero si tu ánimo no es ofender no puedes hacerlo”, zanja.
Yo tengo un amigo senegalés al que me guste llamarle negro y a él le encanta llamarme blanquito, pero sé que en otro contexto esa palabra puede ofender
En la película el personaje de Javier Gutiérrez se enfrenta a toda su incomprensión al entrar en contacto con estas personas. Pierde la paciencia, al tener que explicarles las cosas de forma diferente, y se ve un proceso que es lento y complejo, algo parecido a lo que se han enfrentado en el rodaje cuando “entramos en contacto con el apasionante mundo de las personas con discapacidad intelectual”. “Te hace poner los pies en al tierra en cada minuto, y te hace reconocer la tontería que rodea a nuestro proceso intelectual. Lo que ha pasado es que yo empecé este proyecto con la idea de que todos somos iguales, pero la lección que me he llevado es que todos somos maravillosamente diferentes y que ahí esta el valor y nuestra sociedad necesita lo que las personas con discapacidad son capaces de aportarle”, apunta.
A pesar del buenrolismo habitual de Fesser, Campeones también muestra el desconocimiento y el desprecio con el que mucha gente trata a las personas con discapacidad. Una escena en la que se ve “el miedo a lo distinto, la ignorancia que hace que nos defendamos del ataque de lo que consideramos diferente”. “Nos pasa a todos, porque vemos a alguien y decimos, ese es un friki, es un raro, y pensamos que nosotros somos los guays, y a lo mejor somos los frikis. Hay que conocer a las personas antes de poner las etiquetas, y a mí el cine me da la oportunidad de ponerme en la piel de otro, y así he descubierto con gran felicidad que en muchas ocasiones el cuñado soy yo, el extranjero soy yo y el vecino soy yo”, zanja.
El optimismo del director es casi contagioso, y cree que aunque quede mucho por hacer la sociedad ha avanzado mucho en la inclusión de personas “que antes estaban escondidas”. Para eso ha hecho esta película que confiesa que nace con esa intención de inclusión para la que ha contratado a esos campeones también detrás de las cámaras, en un equipo técnico artístico que le han enseñado que no se dice subnormales, se dice personas con discapacidad intelectual.