Las pulsiones antropofágicas han existido siempre y se han manifestado de diferentes formas a lo largo de la historia. Goya mostró a Saturno devorando a su propio hijo, Pedro Almodóvar fantaseó en clave de comedia sobre ello en La concejala antropófaga y hasta la Biblia dejó frases como ese "En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros".
Todo ello sale a través de la pintura o la literatura para saciar un deseo que de otra forma se convertiría en un crimen: el canibalismo. Pero para Issei Sagawa los límites se borraron en 1981, cuando fue pillado por la policía con dos maletas chorreando sangre por las calles de París. Dentro estaba el cuerpo de su compañera de piso, una holandesa de 25 años a la que había matado de un tiro en la cabeza. El fin del asesinato era poder satisfacer su deseo más salvaje, comerse a un ser vivo, probar la carne humana.
Este caso real traumatizó al mundo, y Sagawa fue rápidamente bautizado como El vampiro de Japón. Aunque fue detenido en 1983 su causa fue desestimada ya que consideraron que estaba loco y lo ingresaron un tiempo en un hospital hasta que fue mandado en libertad a Japón, donde ha vivido explotando comercialmente su crimen en novelas, cómics y hasta películas porno. Eso no le ha impedido vivir en el ostracismo más absoluto, marginado por la sociedad, que conocen su crimen, y custodiado por su hermano.
Sagawa lucha ahora por no satisfacer otra vez un deseo que sigue estando en su interior, y los directores Verena Paravel y Lucien Castaing-Taylor han intentado descubrir qué pasa por la mente de una persona capaz de matar a otro ser humano sólo para comérselo. Caniba, que así se llama el documental de los realizadores y que precisamente comienza con dicha frase bíblica, se ha presentado en el festival DocumentaMadrid después de triunfar en a sección Orizzonti de Venecia, y desde su primera imagen deja clara una cosa: “esta película no busca justificar o legitimar su crimen”.
Lo que hacen es colocar la cámara en un primer plano de su cara, tan cerca que uno puede casi sentir lo que pasa por su mente perturbada. Se le oye tragar, masticar, respirar, en una composición del plano tan macabra como efectiva. Sagawa nunca negó su crimen, y dejó claro que detrás de él sólo había una motivación: poder dar rienda suelta a sus deseos sexuales y caníbales.
“No puedo explicarlo, era mi fantasía”, dice el Vampiro de Japón a cámara para explicar cuál sería para él su castigo perfecto: “Ser comido por Renée, porque yo me la comí a ella”. Sabe que está “loco”, pero asegura que no se pudo contener. “El canibalismo se nutre de los deseos fetichistas, del deseo de chupar los labios de tu amante, son deseos primarios. El canibalismo es una extensión de eso. Quiero eliminar esos sentimientos, encerrarlos”, añade sin pestañear o mostrar alguna empatía.
El canibalismo se nutre de los deseos fetichistas, del deseo de chupar los labios de tu amante, son deseos primarios
Caniba muestra también partes de su infancia en una familia acomodada y hace especial hincapié en la "una misteriosa relación" que tiene con su hermano, que observa toda la conversación y ofrece macabros apuntes de vez en cuando. “Es duro comerse a una persona, podrías haberte comido solo un trocito en vez de matarla y satisfacer tu deseo. Pensaste que tenias que matarla… si me hubieras consultado (risas) te lo podía haber dicho, que a lo mejor hubieras encontrado una mujer que se hubiera dejado comer un poco”, dice el hermano del asesino.
Los directores explican en su web que este documental es "una reflexión sobre el sorprendente significado del deseo caníbal en la existencia humana a través de la experiencia de Issei Sagawa", y consideran que comer personas "está más cerca de la condición humana de lo que la mayor parte de la gente quiera creer, ya sea por sus muchas analogías con la sexualidad y la espiritualidad, o porque ha afectado a toda la humanidad durante su historia y evolución".
Un viaje por el lado más retorcido de la mente humana, el que sale cuando uno da rienda suelta a sus deseos más oscuros sin tener en cuenta nada más, además de un documental tan preciso en su puesta en escena que asusta.