Durante años en España la gente se sintió indestructible. Todo iba bien, lo decían hasta los políticos, y la gente se lo creyó. De repente, en 2008 nos dimos de bruces con la realidad. La burbuja inmobiliaria que tanto se habían preocupado en hinchar y que durante tanto tiempo protegió nuestra economía estalló de golpe y las personas se vieron desprotegidas, en la ruina. Las instituciones giraban la cara, preferían no mirar las consecuencias de su propia creación.
Las noticias empezaron entonces a repetir una palabra que hasta ahora casi no se había escuchado: desahucio. Miles de familias se habían visto obligadas a dejar de pagar sus casas y los bancos las echaban a las calles sin importarles si había niños o si tenían algún sitio donde quedarse. La gota que colmó el vaso fue que fueran los propios ayuntamientos los que participaran en una práctica tan inhumana. En 2013 el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid comenzó la venta de viviendas públicas a fondos buitre y agilizando los desahucios de la gente más desfavorecida.
Esta situación provocó la llegada de colectivos como la Plataforma Antidesahucio, que una vez agotaban la vía legal eran capaces de ponerse en medio de la policía para que la gente no fuera evacuada de sus casas. Los medios de comunicación centraron muchos de sus especiales en los desahucios, pero pocos pusieron el foco en el verdadero drama que vive una familia que ve cómo se acerca la fecha en la que llegarán para sacarles a rastras de sus camas. Esto es lo que hacen Irene Yagüe y Alberto García Ortiz en La grieta, el documental que se ha presentado en DocumentaMadrid y que pone rostro y alma a esas personas que para los ayuntamientos eran sólo un número.
Ellos se ponen a grabar en 2012. El tema de su película eran las hipotecas y la legislativa popular para la dación de pago que presentó Ada Colau en el Congreso y que echó abajo el senado. Pero en 2013 se encontraron con un nuevo problema, la venta de vivienda pública. “Todo ello nos llevó a encontrar a estas mujeres en Villaverde y ya decidimos quedarnos con ella. No veíamos que el tema se contara desde un punto de vista diferente, mirando qué pasa cuando los vecinos y la PAH se van, cuando los medios no están. Sus reacciones normalmente no se veían. No llegábamos a entender todo lo que suponía, y queríamos que se entendiera más desde el corazón y no con una óptica simplemente económica, porque los empresarios hablan sólo de números”, cuenta a EL ESPAÑOL Irene Yagüe que explica que llegaron a tener casi 300 horas de grabación.
Sólo cambiamos el foco, antes eran las hipotecas, ahora es el alquiler, pero al final es lo mismo
Han pasado cinco años, y parece que ha pasado mucho más. Los telediarios ya no abren con los desahucios, pero la directora de La grieta tiene claro que no fue hace tanto tiempo, aunque los medios ya no tengan tanto el foco en ellos porque ya desde el IVIMA y la Comunidad se ha frenado la venta de vivienda pública. También por la llegada de las alcaldesas del cambio que pusieron el freno a estas situaciones como su prioridad absoluta. “No me parece que haya pasado tanto tiempo, y no creo que haya cambiado tanto. Si nos centramos en las historias de las protagonistas, para ellas no ha cambiado nada, están en la misma situación ahora que entonces”, aclara Yagüe.
A pesar de todo cree que “ha habido algo de cambio”. “Ya no se están vendiendo en bloques la viviendo como se hizo en aquel omento, ni se vende vivienda pública, que ya es un cambio. Tengo entendido que sigue habiendo desahucios de este tipo de personas con dificultades por falta de recursos y problemas en ese sentido. Han cambiado las políticas macro, pero no tenemos acceso todos a una vivienda fácilmente y sigue habiendo una burbuja. Ahora es la burbuja del alquiler, y oímos hablar de la gentrificación, de los problemas de vivienda en Marid y Barcelona… sólo cambiamos el foco, antes eran las hipotecas, ahora es el alquiler, pero al final es lo mismo”, añade.
La grieta se centra en el drama que ocurre dentro de las cuatro paredes de una casa que sabe que será desahuciada. Sus conversaciones, sus sueños, sus anhelos, pero también da voz a muchos actores secundarios que en aquellos momentos se convierten en protagonistas, como todos esos vecinos que son capaces de arriesgar su integridad física porque nadie se quede en la calle. Seres humanos que con sus actos y su solidaridad luchan por un mundo un poco mejor en el que nadie tenga que sufrir lo que vivieron esas vecinas de Villaverde que son algo más que un número en la lista de los bancos.