“No vuelvas sola a casa”, “si crees que alguien te sigue crúzate de acera”, “llámame cuando vayas de camino a casa”, “escríbeme cuando llegues”… Todas esas frases son las que todas las jóvenes escuchan desde que son pequeñas. En ellas se crea un miedo, una situación de alerta. Se sienten vulnerables, les han hecho creer que lo son. Es el resultado de una sociedad que gira en torno al patriarcado. Un sistema que ha normalizado situaciones como tener que aguantar a un pesado en una discoteca, que alguien toque el culo a una chica, le lance un piropo o ser insultada cuando se rechaza a alguien.
Hechos que se repiten generación tras generación, mujer tras mujer, y que sólo se entiende en su totalidad cuando son compartidos, cuando se entiende de que una no es una excepción, sino sólo un peón más del engranaje machista que ha construido su escudo en torno al discurso del miedo. Miedo a hablar, a denunciar, a decir basta. De todo ello habla Todas las mujeres que conozco, el documental de Xiana do Teixeiro que se ha presentado en el festival DocumentaMadrid y en el que da voz a decenas de mujeres que comparten sus experiencias. Todas coinciden en haber sentido ese terror que se las inocula de pequeñas, también en haber sufrido agresiones que muchas veces se pasan por alto.
Como si de una matrioshka rusa se tratara, cada conversación es observada por otro grupo, que conversa sobre ella, así hasta llegar a un aula de alumnos adolescentes en el que hablan también los chicos, el futuro que tendría que poner en duda el concepto viejuno de la masculinidad tóxica y que todavía se resiste a comprender la magnitud del problema. “En las ocasiones en las que he hablado con el público tras el documental me estoy encontrando eso en los hombres. Una de las primeras respuestas que hay al escuchar el discurso más reivindicativo es la de no sentirse excluidos de ese discurso del miedo, pero no a través de la empatía. Esa respuesta tan rápida de ‘yo también siento eso y tú estás equivocada y no es exclusivo vuestro’ es un poco tapar la boca, que es un clásico del patriarcado. Lo entiendo, y es una primera aproximación, porque sobre eso hay que trabajar para hacer ver que esa impresión no era la acertada”, cuenta la realizadora a EL ESPAÑOL.
Todas las mujeres que conozco se empieza a gestar antes de la sentencia de La Manada o del Me Too, pero llega en un momento en el que el problema está en el foco mediático. La directora explica que quiso dar voz a todas estas mujeres cuando “un día hablando con una amiga, en los primeros años de universidad, me contó, y era la enésima vez que una amiga lo hacía, que había sufrido una agresión machista en la calle, una agresión sexual, y en ese momento vi la luz, porque me di cuenta de que todas las mujeres que yo conocía hasta ese momento me habían contado algo parecido”, cuenta la directora.
Esa respuesta tan rápida de ‘yo también siento eso y tú estás equivocada y no es exclusivo vuestro’ es un poco tapar la boca, que es un clásico del patriarcado
En las conversaciones de estas mujeres siempre sale un caso: el de las niñas de Alcàsser. El asesinato de estas tres jovenes se quedó grabado en sus mentes. Desde aquel momento salir a la calle, o volver sola se volvió en un acto de valentía. El terror había triunfado alentado por los medios de comunicación y su tratamiento sensacionalista del suceso. Lo mismo que ha ocurrido ahora con la sentencia de La Manada al no calificar como violación lo ocurrido en aquellos sanfermines en los que cinco personas abusaron de una chica de 18 años contra su voluntad.
Xiana do Teixeiro se muestra muy preocupada por lo ocurrido. “He escuchado muchas voces estos días, he estado pensando, y creo que es como lo que ocurrió con Donald Trump, que no es una sorpresa. Me parece lamentable, pero no una sorpresa. Es una muestra, una radiografía de lo que está en nuestra sociedad pero no salía a la luz. ¿Por qué no iba a ser patriarcal el sistema jurídico si todos lo son? Y esto se mantiene así porque hay un interés claro en mantener ese status quo. Pero esta sentencia es también una oportunidad para que salgan estos energúmenos con tan poca vergüenza y que aplican leyes de una forma tan deficiente, una oportunidad para el feminismo y la sociedad para agitar, revisar, y plantear el sistema”, apunta.
La sentencia de La Manada me parece lamentable, pero no una sorpresa. ¿Por qué no iba a ser patriarcal el sistema jurídico si todos lo son?
En su caso lo tiene claro: la sentencia perpetúa el discurso del miedo del machismo: “Sí, lleva al terror, totalmente. Cuando he visto todo lo que ha ocurrido con la película ya acabada, he pensado que las niñas que ahora son pequeñas crecerán a la sombra de estos crímenes como yo crecí a la sombra de los de Alcàsser”.
Todas las mujeres que conozco habla también de la responsabilidad de la prensa en perpetuar ese discurso con sus informaciones y sus tratamientos amarillistas. La realizadora cree que “los medios de comunicación, hablando muy en general, trabajan en connivencia con la violencia a las oprimidas y a las personas que se identifican como mujer”. “Creo que hay una linea de continuidad entre dos partes de la violencia que parecen separadas pero que son lo mismo. Las violencias cotidianas con las que convivimos las mujeres y que normalizamos y son invisibles, y por otro lado las violencias espectacularizadas que se usan como espectáculo y con las que se hace espectáculo de esa violencia sobre el cuerpo de las mujeres, y que sirve para disciplinar, para escarmentar al cuerpo de las mujeres, porque a través de ellas se construye el relato del terror sexual. Esa narración, con la connivencia de medios, escuela, y de todos los altavoces que tiene el discurso del patriarcado, lo que al final dice es que verdad, es peligroso salir, quédate en casa”, zanja.
No está segura de que las cosas estén cambiando tan rápido como muchos creen, aunque sí que ve que el discurso feminista está encontrando unos espacios que antes no tenía. “Una cosa que me preocupó mucho es el discurso políticamente correcto que ya manejan a la perfección los estudiantes cuando llegan a los últimos años de ESO. Me parece muy problemático, casi es peor, y eso va en retroceso, porque no solo sigue habiendo un pensamiento machista, sino que se barre debajo de la alfombra y el feminismo no encuentra lugares porque todo el mundo tiene el discurso de que la sociedad ya es igualitaria”, opina la directora que cree que el cambio real pasa por romper el silencio y los tabús para tener claro que “cualquier violencia ejercida contra cualquier mujer, no es algo personal, sino algo político”.