En 2005 llegaba una novela que sorprendió a todos Los hombres que no amaban a las mujeres. La escribía un entonces desconocido Stieg Larsson, fallecido el año anterior y que había dejado una trilogía de libros que rebautizaron lo que se conoció como neonoir europeo. Era puro género negro. Un misterio con toques políticos y también una radiografía de la sociedad sueca que todo el mundo calificaba como perfecta y que en sus entrañas escondía su perversidad.
La fórmula se extendió como la pólvora, y todos los países buscaron su próximo Millenium. En Dinamarca no tardaron mucho en encontrarlo, porque el escritor Jussi Adler-Olsen publicaba en 2007 la primera parte de la saga de Los casos del departamento Q, que aquí llegaría cuatro años después con el sobrenombre de La mujer que arañaba las paredes. La fórmula fue parecida a la de Larsson, y funcionó a la perfección, ya que las secuelas fueron llegando. Ya van por siete, y la última llegó a nuestro país el año pasado.
Por supuesto, y como manda la tradición en las sagas de suspense de éxito, el siguiente paso era la adaptación cinematográfica. Con Millenium primero fueron televisivas en Suecia, pero estrenadas en salas con éxito en otros países. Aquí la primera parte fue un primero fenómeno estrenada en el fulgor de las secuelas. Hasta Hollywood intentó su remake con David Fincher al frente y un intento de rescate este año que se ha estrellado en taquilla.
Para las adaptaciones de Los casos del Departamento Q se fichó a Mikkel Nørgaard, que se encargó de las dos primeras películas. Nørgaard era una apuesta segura, ya que él es el director de las mejores series danesas de la última década, Forbrydelsen y especialmente Bron y la aclamadísima Borgen. Era un realizador capaz de lidiar con un material que jugaba a usar los clichés del género pero consiguiendo su objetivo: enganchar al espectador de la misma forma que lo habían hecho las novelas.
Con la tercera hubo cambio de director, que también ha cambiado para esa cuarta parte llamada Expediente 64 y que llega ahora a las salas. Se recurre a otro competente director forjado en mil batallas, Christoffer Boe, que mantiene el nivel del detective Carl Mørck y su asistente Assad. En esta ocasión el caso será más truculento y misterioso que nunca. Los asesinatos más macabros, y los giros más sorprendentes.
La historia arranca con un descubrimiento: tras una pared falsa, se hallan tres cadáveres momificados alrededor de una mesa, y junto a un asiento libre. El detective Carl Mørck y su asistente Assad seguirán las pistas hasta una institución donde tenían lugar experimentos médicos. Allí, intentarán descubrir quién debía ocupar el cuarto asiento, en este nuevo caso del Departamento Q.
La película, que compitió en el pasado Festival de Sitges, demuestra que la saga sigue a todo tren, por lo que no sería de extrañar que se adaptaran las otras tres novelas que se han publicado después de este Expediente 64.