Hay películas que entran solas. Que se ven con gusto, se disfrutan y saborean sabiendo que en ellas todo es un mecanismo perfectamente calculado. Que no hay riesgo ni rastros de autoría en ellas, pero ante las que es inevitable rendirse. Filmes-que llegan en el lugar adecuado en el momento adecuado.

Esos títulos, además, acaban triunfando en la temporada de premios. ¿Alguien podía pensar en su sano juicio que Shakespeare enamorado es mejor película que Salvar al soldado Ryan?, ¿o que El discurso del Rey es mejor que La red social? Evidentemente no, pero todas ellas acabaron llevándose el Oscar al Mejor filme del año por encima de la joya que había encumbrado la crítica y que se había forrado a premios previos.

La fórmula siempre incluye una factura perfecta, unas interpretaciones de nivel y, sobre todo, mucho corazón y emoción dentro. Al final, lo que quiere la gente, es sentir cosas en una sala de cine, y ante la perfección de otras propuestas, estas ‘feel-good movies’ -como se las denomina en EEUU- conquistan el corazón del público.

QUE ES GREEN BOOK

Este año esa película es Green Book. Desde su paso por el Festival de Toronto todos vieron en ella esos mimbres de obra de consenso que puede arrasar en la temporada de premios. A sus dosis de emoción se une además que esta trata un tema de actualidad: el racismo. Lo hace contando la historia del pianista negro Don Shirley, que en la década de los 60 recorrió la América profunda desafiando los prejuicios raciales de la época. Lo hizo junto a su chófer Tony Lip, y ese Green Book al que hace referencia el título es el libro donde venían los hostales donde las personas de color podían quedarse de forma segura.

La película, dirigida por Peter Farrelly, responsable de los grandes hits de la comedia escatológica como Algo pasa con Mary, apuesta por hablar de todo desde la relación de estos dos personajes, y es en ese encuentro y en la química de sus dos maravillosos actores (Mahershala Ali y Viggo Mortensen) donde saca oro. Green Book no es sutil, ni una virguería técnica, pero es entrañable, divertida -en el humor es donde más se nota la mano de Farrelly-, y funciona como un reloj.

La cuestión racial, con un innegable paralelismo con la actualidad, está tratada desde un punto de visto original, ya que Don Shirley no es el negro pobre y marginado que vemos en la mayoría de películas de esa época. Al revés, es alguien considerado, al que los blancos le hacen la pelota pero que no puede usar sus mismos baños. Esa contradicción es lo mejor del filme, Shirley es repudiado por los blancos y por los negros, que ve cómo él está en otro nivel de vida y otro estatus social. Algo que se explicita en una maravillosa discusión en la que Mahershala Ali confirma que es un actor que nos va a regalar grandes momentos y que seguramente se lleve su segundo Oscar por su papel.

Viggo Mortensen en Green Book. EOne

Otro de los hallazgos del filme, con más intención de lo que su tono aparenta, es el introducir la cuestión social. ¿Qué margina más en EEUU el tema racial o el económico? Tony Lip era un pobre diablo italoamericano en el Bronx, y seguramente vivía más diferenciado que lo que lo hacía Shirley.

Y lo más importante, uno se emociona cada segundo, aunque se haga con las mismas artes de siempre. Eso es lo que ha hecho de Green Book la alternativa en Hollywood para todos aquellos que no quieren que Roma gane el Oscar a la Mejor película. Lo tiene todo a su favor: una película hecha por ellos, que habla de ellos y que tiene el toque crítico necesario para no sentirse mal.

Estaba claro que no se lo pondrían fácil a un filme de Netflix, en blanco y negro y hablado en español. Green Book es ese rival de buen corazón que puede llevarse el Oscar, o al menos poner algo de emoción en la carrera.

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