Willem Dafoe tiene ya 63 años, y su rostro sigue con las mismas facciones duras y expresivas que cuando revolucionó el panorama cinematográfico en 1988 de la mano de Martin Scorsese con La última tentación de Cristo. Su barbilla prominente, sus pómulos marcados y su mirada apasionada le hacían perfecto para el biopic de Vincent Van Gogh que otro pintor, Julian Schnabel, llevaba años queriendo rodar.
Al verle convertido en el artista es difícil imaginar otro rostro para Van Gogh. El actor le entrega su alma y dota al personaje de humanidad. Normalmente estamos acostumbrados a pensar en él como un loco con tendencias suicidas, pero en Van Gogh, a las puertas de la eternidad, le vemos en el éxtasis que le provoca su arte y el proceso de creación.
Por su interpretación Dafoe ha ganado el premio al Mejor Actor en Venecia, y también ha optado al Oscar. Era la cuarta vez que optaba y la cuarta que perdía. Los premios le hacen feliz, pero más que por él por el poder que tienen para visibilizar filmes que muchas veces pasan inadvertidos. Es lo que le ocurrió el año pasado cuando optó al de Mejor actor secundario por esa joya llamada The florida project y lo que ha pasado este con el biopic de Vincent Van Gogh.
“Me hace muy feliz porque eleva la película. La distribución en EEUU ha sido muy modesta, y sospecho que internacionalmente ha sido más amplia, por ejemplo en Italia ha tenido mucho apoyo popular, pero para mí la nominación es gratificante porque ayuda a la película”, cuenta a EL ESPAÑOL por teléfono en un descanso en su apretada agenda.
Es la tercera vez que Dafoe trabaja con Schnabel, pero la primera vez que consigue un protagonista en una de sus películas. “Le conocí hace 30 años, cuando era conocido por sus pinturas, y me hice su amigo. En Basquiat me dio un papel pequeño, y otro en Miral, y era algo interesante y divertido, pero no era el tipo de papel que queríamos hacer juntos, y con esta colaboración es como si hubiera pintado mi propio retrato. El ha trabajado en el filme como lo hace en un estudio cuando pinta, quizás menos intenso… Nuestra colaboración ha sido intensa, fuerte… yo era una extensión de él. Éramos como una sola persona, de hecho hasta me enseñó a pintar, era cómo si él estuviera en mi cabeza”.
Nuestra colaboración ha sido intensa, fuerte… yo era una extensión de él. Éramos como una sola persona, de hecho hasta me enseñó a pintar, era cómo si él estuviera en mi cabeza
Una de las claves por las que Dafoe se involucró en el proyecto es que “no era el clásico biopic”. “Es que no es un biopic, es como una pintura de Julian sobre Van Gogh. Es un filme sobre la creación, no quiere explicarnos lo que ya sabíamos de él, sino que imaginemos lo que eran sus pensamientos, que te sientas como Van Gogh”. Para ello el director sumerge al espectador en una fotografía que recuerda a los tonos y texturas de sus obras y consigue que Dafoe resucite por momentos al pintor en lo que considera “una oportunidad única”. “Es una experiencia que se me ha quedado grabada y que quiero compartir y que la gente lo vea, que lo siento y lo experimente”, añade.
Lo que sorprende es que en el filme no vemos los clásicos tormentos del pintor, sus traumas que le llevaron a cortarse una oreja. Eso también está, pero Schnabel se interesa en el estado de pura alegría cuando pinta y puede plasmar su mundo interior. “Nos concentramos en su trabajo, y su trabajo es una alegría para él. Sus pinturas le daban felicidad, y estaba concentrado en sus trabajos y eso le encantaba, se volvía uno con la naturaleza. Cuando no pinta no es feliz y se tortura, pero a través de la pintura está en un estado de elevación, puede hasta ver a dios, es un éxtasis”, explica Dafoe a este periódico.
El actor ha conseguido sus últimas nominaciones al Oscar por dos películas independientes, fuera del circuito hollywoodiense, aunque no rechaza proyectos de gran presupuesto. De hecho, este año también ha estado en Aquaman porque le gusta moverse “entre esos dos mundos diferentes”. “He decidido no hacer sólo un tipo de película, sino ser flexible. El cine independiente es más rico, es una expresión más personal, pero es más pobre en cuanto a dinero. Tiene la habilidad para crear una relación más personal con lo que haces, porque a veces en las películas de estudio tienes que calcular lo que haces, ser más exacto y responsable”, opina.
El fenómeno Dafoe no para, y ya ha terminado varias películas con realizadores prometedores como Dave Eggers, y otras con amigos como Wes Anderson, al que acude siempre que se lo pide. Su carrera está en una cima creativa y lo está aprovechando, aunque el Oscar siga dándole la espalda.