El pasado mes de febrero, Liam Neeson fue el epicentro de un incidente racista por unas polémicas declaraciones. En concreto, el autor reveló a un medio británico que durante su juventud salió varios días a la calle con una barra de hierro para "matar a un negro" como venganza de una violación que había sufrido una amiga suya. Aquello sucedió en plena promoción de su última película, Venganza bajo cero, cuya premiere y alfombra roja fueron canceladas a pesar de que el intérprete irlandés trató de disculparse rápidamente con un comunicado.
Neeson, de 67 años y con una filmografía extensísima a sus espaldas, como La lista de Schindler, ha guardado silencio durante cinco meses completos, hasta su aterrizaje en Madrid para presentar la cinta del director noruego Hans Petter Molland. Su figura quedó salpicada por aquella controvertida revelación, aunque no se desdice porque aquellos resentidos pensamientos desembocaron en nada. Ahora ya ha pasado página, no quiere ahondar más en el caso. "No voy a hablar de eso", dice en una mesa redonda con la prensa española.
Desde que se estrenó la primera entrega de la saga de Venganza en 2008, Neeson ha quedado encuadrado en el prototipo de personaje que sufre una serie de desgracias familiares provocada por terceras personas y emprende una misión de vendetta contra los asesinos/mafiosos. ¿Pero qué pasa con la venganza en el mundo real? "Que no funciona", y añade: "Soy hijo de Irlanda del Norte, 30 años de guerra. 15 de esos años estuve allí. Tuve colegas que sí estuvieron implicados en el negocio de la venganza, en el IRA, y eso les destruyó a ellos y a sus familias. También sucede con las sociedades. Ojo por ojo, diente por diente. Yo te hago esto, tú esto. No funciona".
Precisamente, Venganza bajo cero, un remake para Hollywood de la original en noruego que Hans Petter Molland rodó en 2008 con Stellan Skarsgard como protagonista, "es una película que habla del deseo del hombre de utilizar la venganza y, en este sentido, es una fábula que narra la estupidez de la venganza", dice el realizador. Neeson da vida a Nels Coxman, un conductor de quitanieves en un pueblecito ficticio de Denver (EEUU) que acaba de ser nombrado ciudadano del año y al que le cambia la vida cuando su hijo —interpretado por Micheál Richardson, su primogénito en la vida real— aparece muerto por una supuesta sobredosis de heroína.
Decidido a investigar la verdad, el personaje de Neeson, que reconoce haber aprendido alguna de sus técnicas homicidas leyendo novelas negras, se ve envuelto en la guerra territorial entre dos clanes de narcotraficantes, uno encabezado por Vikingo (Tom Bateman), un criminal harto arrogante; y otro de indios nativos norteamericanos que coleccionan además valiosas obras de arte. La película va escalando hacia un continuo baño de sangre con guiños tarantinianos, tanto por la exageración de las salpicaduras como por la forma de hacer el recuento de muertos.
Pero lo más llamativo de Venganza bajo cero es esa mezcla de thriller y comedia negra, con escenas de acción que se contraponen a momentos esperpénticos, de un ingenio a veces difícil de digerir. "El humor es lo diferente de esta película, y la locura de la humanidad. No quería hacer simplemente otra película de Venganza. El humor le da una dimensión diferente al género. Sin este elemento, no la habría hecho", reconoce Neeson, que acaba de terminar de rodar otro filme con su hijo, Made in Italy, sobre la redención, el amor y la pérdida.
"Hacer la película de nuevo fue alucinantemente distinto", añade Hans Petter Molland. "Una de las cosas obvias ha sido retener el tono de la película original, pero fue un proceso totalmente diferente: nuevos actores, nuevos productores, nuevas localizaciones y nuevos desafíos. Ha sido una cinta totalmente nueva para mí, lo que me ha permitido jugar con las cosas de forma distinta". ¿Lo más reprochable? Lo poco que se explota a una actriz tan notable como Laura Dern. A los 67 años, Liam Neeson sigue en forma, repartiendo mandobles y tomándose sus venganzas, aunque en la ficción se demuestre que no le sirve de nada para abandonar el pozo de la soledad.