Existen pocas filmografías tan eclécticas, diversas y a la vez tan compactas como la de Peter Weir, el director australiano ha dirigido sólo 13 películas desde que debutara en 1971 y con cinco de ellas ha optado al Oscar (cuatro veces al Mejor director). Nunca lo ha logrado. Weir se toma el tiempo que necesita hasta que todos los planetas se alinean para que se ponga tras la cámara. Esa paciencia, ese gusto por cada detalle, ha hecho que en su carrera haya numerosas obras maestras. De su mano han salido Único Testigo, El club de los poetas muertos, Gallipoli o incluso El Show de Truman.
Con la película protagonizada por Jim Carrey anticipó el futuro. Una sociedad hipervigilada, alimentada de telerrealidad y en la que se obliga a cada ciudadano a ser feliz, a no salirse de la norma. El propio director lo ha reconocido en su visita a España, donde la Filmoteca le ha organizado un ciclo en su honor: “Captó una sensación que hay ahora. Las cámaras, los móviles… el otro día volviendo desde Dubai me di cuenta de que vivíamos en un Show de Truman, allí todos eran majos, sonrientes… todo era entretenimiento, pero sabía que detrás de eso hay un Christof mirando que les decía lo que hay que hacer”.
Weir se muestra encantando de estar en España, un país que conoció siendo un jovencito que vino en pleno franquismo siguiendo a un amor de juventud y acabó durmiendo en la calle y haciendo autostop mientras se sorprendía de “la policía en las estaciones con esos gorros y sus metralletas y delos soldados con esos cascos que parecían nazis”. Hace nueve años que no estrena una película, y a sus 75 años no parece tener ninguna prisa, prefiere tomarse el tiempo necesario para sumar otra obra maestra a un cine del que ha desgranado alguna de sus claves.
La importancia de la naturaleza
Una de las constantes en su heterogénea carrera es la importancia que concede a la naturaleza. No sólo el gusto con el que la retrata, sino en cómo el ser humano se relaciona con ella e incluso afecta en su forma de desarrollarse. El director ha explicado que para él “la naturaleza fue como mi galería de arte”.
“Me crié en el mar, entre peces, nadando, y eso se convirtió en algo natural para mí, por eso mostrar la naturaleza es parte de mis historias”, dice el realizador que rodó la vida de las tribus en La última ola, donde ya se mostraban preocupadas por el medio ambiente, una preocupación que mantiene ahora mismo, donde confirma que tiene “los mismos medios detodos”.
Rodar con el inconsciente
Peter Weir ha dirigido thrillers, dramas, cine bélico y hasta terror, quizás por eso es incapaz de decir qué busca cuando elige un proyecto. “Es un misterio lo que me atrae para hacer una película. Es más in instinto. Sé cuando quiero hacer algo, viene a mi cabeza y sé que quiero hacer eso, pero no sé realmente por qué hago lo que hago. Para mí, hacer una película escomo estar en trance, entras un estado de inconsciencia, y sólo cuando acabo de rodar la película salgo de mí y vuelvo a la vida normal, y no sabes lo que ha pasado”, explica.
El miedo te hace estúpido, y es contrario a la creación. Para crear puedes estar loco, ser malo, ser talentoso, pero no puedes tener miedo. La creación es un estado de inconsciencia
Por eso aunque le preocupan los problemas actuales, cree que a lo que más hay que temer es “al miedo”. “El miedo te hace estúpido, y es contrario a la creación. Para crear puedes estar loco, ser malo, ser talentoso, pero no puedes tener miedo. La creación es un estado de inconsciencia, y cuando lo haces de forma consciente lo que estás haciendo es propaganda. Puede ser una propaganda noble, pero es propaganda. El miedo cierra la puerta al inconsciente”, zanja.
La cámara es un arma cargada
Su carrera está formada por sólo 13 películas, pero como él dice con sorna, “podrían haber sido sólo seis”. Y son tan pocas porque no se mete en un proyecto en el que no crea y porque quiere responder de cada una de sus obras. A pesar de lo que suele decirse, Weir asegura que “no es muy difícil hacer una película”, pero lo que sí es complicado es hacerla bien.
“Es como esquiar, cualquiera con un profesor y equilibrio puede hacerlo, pero estar en el equipo olímpico eso ya es muy difícil. Yo aprendí rápido a esquiar, pero me di cuenta de que quería hacerlo como un campeón y eso era más complicado. Es una analogía estúpida, pero bueno, lo que quiero decir es que necesito algo que me intrigue, que me fascine, porque si no sólo es acción y corta, y eso no es interesante. A veces, hablando con estudiantes, les digo que quiten la cámara, porque es como un arma cargada con el que apuntas a un objetivo y puedes dar a la víctima. No dispares hasta que no estés convencido de lo que quieres contar. Cuando lo estés, entonces coge tu arma”, opina.
La independencia se paga
Peter Weir podría haber sido un director de Hollywood, pero siempre tuvo claro que prefería ser independiente y entrar en proyectos donde tuviera el control. Eso le hizo decir que no a muchas propuestas y estrellas, y él cree que uno de sus méritos es que nunca cedió ante las tentadoras propuestas. No lo hizo porque “puedes envenenar tu propio agua”. “Siempre hay muchos problemas cuando haces una película en Hollywood: no hay dinero, tienes que tener a ese actor… por eso siempre he querido tener el control total, y he dicho que no a trabajar con ciertas estrellas o estudios. He rechazo propuestas muy atractivas”, confesaba.
Siempre hay muchos problemas cuando haces una película en Hollywood, por eso siempre he querido tener el control total, y he dicho que no a trabajar con ciertas estrellas o estudios
A pesar de ello cree que no le ha perjudicado, y cree que lo interesante es que “nunca me vendí”. “Hice películas en América y me volvía a Australia, porque yo no era parte de su comunidad, yo era un extraño, un 'outsider', y eso era bueno para ellos, pero también para mí, porque me mantenía fresco, pero sí que es verdad que eso hizo que hubiera muchos huecos entre películas”.
Cambio en el público
El cineasta es consciente de que el público ha cambiado, y de que ahora la gente se preocupa más de la pantalla que del resultado final. “Los jóvenes occidentales han encontrado el entretenimiento en otros sitios, y no van a los cines, y los adultos lo están viendo en sus casas con sus grandes televisiones. Los jóvenes sólo van cuando son grandes eventos. El último es evidente, Joker, todo el mundo ha ido a verla, y para que una película se vea tiene que ser un evento como este o ir a un gran festival.
Entre medias no hay nada”, dice crítico, aunque también optimista y pensando que el cine “no se ha acabado”, porque aunque haya muy buenos productos en televisión, nada igualará “a la experiencia de ir al cine”.