Romina vuelve a la casa familiar, después de haber sido madre. Provisoriamente alejada de su novio, el padre de Ramón, se refugia en la casa de su madre Mónica, incapaz de tomar una decisión respecto de su pareja. Allí se ve sumergida en la temporalidad de su madre, de ella como hija, e intenta dilucidar qué desea.