“¿Toda tu obra habla de ti?”, preguntaron una vez a Francisco Umbral en una entrevista. “Toda”, respondió él sin dudarlo. El escritor vallisoletano, autor de más de 110 libros y 135.000 artículos, tenía claro que sus libros hablaban de “amor, soledad, sexo, ambición, el instinto de matar y morir… contando mi vida estoy contando a los demás”. Por eso extraña que realmente se supiera tan poco sobre su vida. ¿Quién era realmente Paco Umbral? Aquel columnista malencarado al que leían un millón de personas todos los días en una columna que podía defenestrar o aupar a la celebridad de turno.
Puede que el personaje se comiera a la persona, y que hayan quedado para el recuerdo las anécdotas como aquel “he venido a hablar de mi libro” que le espetó a Mercedes Milá cuando la periodista quiso preguntarle por otras cosas en televisión. Eso es lo que intentan descubrir Charlie Arnaiz y Alberto Ortega en Anatomía de un dandy, poner fin al misterio y descubrir a la persona real que se escondía detrás de aquel señor vestido de Pierre Dardin, con sus gafas de pasta, su pañuelo al cuello y sus aires elegantes con los que se paseaba por el Café Gijón cuando llegó desde Valladolid. Allí empezó todo, la construcción de una imagen, de una máscara que puede que fuera la mejor estrategia de marketing de la historia de la literatura.
El trabajo se presenta este lunes en la Seminci de Valladolid, pero surge ya en 2017, cuando los realizadores trabajaban en un documental sobre Ramoncín, y hablando salió el nombre de Umbral. “Nos dimos cuenta de que hacía 10 años que se había muerto, pero nadie ponía el foco en el personaje tan increíble que era, y no sólo literariamente, sino por su propia biografía, de la que no somos tan conocedores, porque hay muchas lagunas a pesar de tener una biografía tan potente. Así que ese es el germen de tres años de documentación exhaustiva”, cuentan los directores a EL ESPAÑOL. Un trabajo que les llevó a encontrar unas entrevistas del propio Umbral a Martínez Rico y que suponen 24 horas del propio escritor abriéndose en canal como nunca antes.
En Anatomía de un dandy se muestra cómo toda la vida de Umbral se filtra en cada uno de sus libros, pero son dos los acontecimientos que le marcan de por vida, los que realmente enseñan la verdadera cara tras ese hombre de gesto fruncido que, como dice Pedro J. Ramírez -que le fichó para su periódico EL MUNDO, donde triunfó con su columna diaria- en el documental, creó “una cierta apariencia de ogro malvado para protegerse”. El primero fue la ausencia de una figura paterna. Vivir en Valladolid, una ciudad eminentemente tradicional, como el hijo de una madre soltera es duro, y ese complejo de clase siempre lo arrastró. “Eso me impide integrarme completamente en clases superiores. Siempre seré aquel niño que mira desde lejos la fiesta y dice: estos hijos de puta...”, se escucha decir a Umbral en el filme.
El segundo acontecimiento que marca su vida y la ensombrece es la muerte de su hijo ‘Pincho’. A esta tragedia le dedica el documental una parte que se llama como la obra de Umbral, Mortal y rosa, que comenzó a escribir marcado por el júbilo de su primogénito, y que término siendo una dolorosa novela sobre la pérdida. “Es sobrecogedor, los que somos padres no nos podemos ni siquiera imaginar lo que se puede sentir cuando un hijo desaparece. Para Umbral es la gota que colma el vaso, lo que pasa con Pincho fue lo que le terminó de cambiar, y a partir de entonces siempre dice que él realmente sólo ha vivido cinco años, los años que compartió junto a su hijo”, explica el realizador.
Cómo la tragedia le cambia es algo que se ve muy bien en Anatomía de un dandy, que recoge las entrevistas que dio hasta ese momento, “y sólo por sus respuestas, o por su pose, te dabas cuenta de que lo había perdido todo, que ya no tenía nada más que perder, y queda clarísimo que es un punto y aparte en su vida”. El documental encuentra también unas emotivas cintas de audio de Umbral hablando con Pincho, y por primera vez le escuchamos sin su máscara, casi hasta con otra voz: “ese disfraz de dandy era una coraza que él se puso, una capa que guardaba un personaje muy tierno dentro que creo que se recoge en esas cintas hablando con su hijo, y donde esa voz engolada es otra. Con su hijo se salía del personaje y era tierno. Estaba feliz”.
La película “huye de la hagiografía”, y también se intenta descubrir si era cierta la afirmación que decía el propio Umbral: “Yo no soy buena persona, soy un cabrón, ya te lo advierto. Si eres bueno no llegas a nada”. Escuchamos a compañeros como Juan Cruz decir que era “egocéntrico”. “Vemos sus claroscuros, Vicent cuenta como les echa de las páginas del periódico o escuchamos a Raúl del Pozo decir que era un mimado del sistema… yo creo que es una película valiente en ese sentido”, aseguran los directores. Pero también vemos la otra cara, la del periodista imponente. La del columnista feroz que, como dice Pedro J. Ramírez, era “desacato permanente y rebeldía”. Una droga para los españoles” que consumían desde sus casas, en la contraportada de un periódico que gracias a él comenzó a leerse por el final.