Julio Lumbreras tiene 65 años. Fue uno de los primeros ingresados por coronavirus en la unidad de cuidados intensivos del hospital de Torrejón de Ardoz, en Madrid. Pasó 57 días en coma. El día que ingresó, la pandemia era casi una leyenda urbana. Algo que predecían los agoreros sobre ese virus raro que venía de China y que llenaba de memes las redes sociales. Cuando se despertó el mundo se había parado. Lo primero que vio cuando despertó fue un hospital saturado, enfermeros con mascarillas, y las noticias en el televisor hablando de miles de muertos e ingresados. No podía ver a su mujer.
Una historia que parece sacada de Good Bye Lenin, pero que ocurrió aquí, en España, en 2020, el año que nos cambió la vida a todos. Con este testimonio sorprendente y estremecedor comienza el nuevo documental de Hernán Zin (Nacido en Gaza, Morir para contar), que ha retratado lo que ha ocurrido en nuestro país desde la declaración del estado de alarma hasta que volvimos a eso que llamaron ‘nueva normalidad’. Él reconoce que cuando llegaron las primeras noticias no se lo tomó en serio. No creía que ese virus fuera a convertirse en la mayor pandemia que ha sufrido el mundo y en un punto de inflexión. Pero en cuanto Pedro Sánchez anunció el confinamiento lo tuvo claro. Cogió su cámara, llamó a su equipo y decidió que esta era la nueva ‘trinchera’ en la que había que grabar.
El resultado es 2020, un documental sobrecogedor que se estrena este viernes y que demuestra lo rápido que nos hemos olvidado de todo lo que vivimos, que la gente en las terrazas no se acuerda de los miles de muertos, que se convirtieron en una simple cifra y no en historias. Hernán Zin convierte esos números en relatos y testimonios, y hiela la sangre. 2020 cambió el mundo, demostró que el sistema estaba roto. Ahora, con una segunda ola en la que vuelven a morir 500 personas al día, todos deberían ver este trabajo tan urgente como necesario, pero huyendo del sentimentalismo o lo morboso. Centrándose en donde nadie quería mirar. También en testimonios en los márgenes, como el mendigo que no tenía una casa donde refugiarse del virus o las protectoras de animales que han acogido a todas las mascotas que han quedado huérfanas.
El director cree que esto no se puede comparar a ninguna guerra en la que ha estado, pero porque en los conflictos bélicos “no mueren 1000 personas al día, en un mal día en Gaza pueden morir 30 o 40 personas, pero esta cifra me parecía inasumible emocionalmente, y eso me llevó a hacer el documental”. Un trabajo que reconoce que es el más difícil de su carrera, entre otras cosas por la dificultad de acceder a los sitios “Es más fácil entrar en Somalia con los señores de la guerra que a un hospital español. Fue muy complicado, y eso me daba mucha rabia y me sorprendía. En Gaza no hay problemas para entrar a un hospital y aquí era misión imposible”, cuenta Hernán Zin a este periódico.
Al director no se le caen los anillos en reconocer que era de esos que en febrero pensaban que esto era “una exageración”. “Tenía algo muy de reportero de guerra y decía, ‘yo he estado en el Congo con el Ébola y con el cólera en Somalia donde murieron 100.000 personas en un mes’. Hasta que entré en una UCI y vi a 15 cuerpos boca abajo, hinchados y entubados. Me agarró la angustia y ahí es cuando dije: esto es terrible. Una de las primeras cosas que vi es que la gente dejaba a sus familiares. Se quedaban fuera. Eso nunca lo había visto, la soledad del paciente que llega solo y lo único que ve es a otros enfermos de covid, muchos sentados porque no había camas. Enseguida me caí del guindo y dije: ‘he sido un gilipollas, no lo vi venir’”.
Son las imágenes las que nos hacen entender lo que nos pasa, y yo tenía la sensación de que los muertos eran sólo cifras y que faltaba la parte emocional
2020 es un documental duro, que pone los pelos de punta y, sobre todo, emociona. Lo hace sin caer en el morbo barato y el sensacionalismo, pero con las ideas claras, y es que “las imágenes cambian nuestras conciencias colectivas”. “Son las imágenes las que nos hacen entender lo que nos pasa, y yo tenía la sensación de que en el periódico y en el televisor eran sólo cifras y que faltaba la parte emocional, porque sin esa parte los 1000 muertos no eran nada, eran sólo una cifra. Esa es la función del documental, y sé que hay imágenes duras, pero creo que el espectador y la sociedad son maduros, y que en una democracia tenemos el derecho a verlas, de ver esa parte emocional de la que se nos ha privado, y creo que eso nos puede venir bien para hacer el luto”, cuenta Zin.
Para él había “”una digresión” que percibía cuando llegaba a casa después de estar grabando lo que pasaba en esas calles vacías: “Yo había estado viendo las morgues y ponía la tele y sólo veía a los políticos debatiendo y le decía a mi pareja: ‘no deberían estar peleándose, deberían estar haciendo un minuto de silencio. Creo que había una desconexión entre lo que nos pasaba realmente y lo que percibíamos que nos pasaba, y este documental intenta llenar ese hueco”.
Un documental que muestra que la que nos vendieron como la mejor sanidad del mundo no lo era tanto, y que el sistema está roto, como apunta el director, que cree que lo está “a nivel global”. “Esa es la reflexión que saco de este año, que ha sido traumático, pero creo que hemos descubierto que podemos consumir menos, que lo importante es la gente a la que queremos y que no hay que ir tan rápido, y eso habla de ese sistema roto. Yo viajo todo el tiempo y el planeta está destruido. Se han arrasado las selvas y si seguimos construyendo y contaminando habrá más animales con enfermedades, porque la humanidad en el fondo es una plaga y el planeta se defiende con anticuerpos, y estos son sus anticuerpos”.
Y concluye con un deseo, que este año no haga ver todo de otra forma: “Hemos visto la fragilidad de un sistema basado en que si no crecemos constantemente y no consumimos no funciona. Pero hay muchas opciones, como la renta universal, apostar por los coches eléctricos, trabajar menos horas, y hacerlo desde casa. 2020 ha sido un año durísimo. Se ha ido una generación por la puerta de atrás, pero deja lecciones como que podemos vivir de otra manera”.