El éxito francés que retrata la dura vida de los veterinarios rurales
'Una veterinaria en la Borgoña' cuenta las duras condiciones que los médicos especializados en los animales sufre en el ámbito rural.
18 abril, 2021 03:14Noticias relacionadas
En el cine hemos visto médicos de casi todos los tipos. Anestesistas, médicos de familia, expertos en cáncer, ginecólogos… Casi siempre responde al mismo patrón, hombres y mujeres exitosos que viven por su profesión, que han dedicado su vida a cuidar a los demás. Pocas veces nos dejan mirar de cerca. Ver las condiciones de la sanidad, las horas extra de los médicos, lo explotado que están los residentes, la privatización, el estrés… El único que se ha acercado es Thomas Lilti, que además de ser director es médico y eso se ha notado en sus retratos en Hipócrates (película y serie).
Quienes no han tenido espacio en el cine han sido los veterinarios. Esa profesión que todo el mundo quiere ser de pequeño pero pocos de mayor. Y si ya hablamos de veterinarios rurales hay una ausencia total de relatos. El campo importa poco en el cine, sólo como sueño escapista burgués. Un paseíto por el monte y vuelta a la realidad.
Rompe esa maldición Una veterinaria en la Borgoña, la ópera prima de Julie Manoukian que cuenta la llegada de una joven veterinaria a un pueblo donde tendrá que adaptarse a unas condiciones que no tienen nada que ver a las que uno puede ver cuando lleva su gatito en una gran ciudad. Manoukian era de esas niñas que querían ser veterinarias de mayor, y ahora se ha quitado la espinita realizando este guion que llegó de la petición de un productor de hacer una película sobre esta profesión.
“Comencé a documentarme y me sorprendió que ese oficio que me hizo soñar de niña, era muy difícil realizarlo en Francia. Y no sabía de la dureza de las condiciones de trabajo, me pareció una locura. Tampoco era consciente de la importancia que tiene un veterinario en el mundo rural, con toda la ganadería, y me di cuenta que era una profesión muy necesaria y muy maltratada, así que me enamoré del tema”, explica la directora a EL ESPAÑOL.
Para esta película se enfrenta a dos de los miedos de cualquier director desde aquella frase de ‘nunca ruedes con niños y animales’, pero ella segura que es mentira… excepto si trabajas con perros de caza: “tenía que tumbarse en una manta y no quería, porque un perro de caza sólo se tumba cuando duerme, así que tardamos más de tres horas en convencerle, y una vez tumbado ya no quería levantarse, le estábamos pidiendo algo que para él no era natural”.
A pesar de su tono ligero, de esa comedia rural francesa que tan bien les sale, se apunta a temas serios, como la gran presión de los médicos rurales, o las malísimas condiciones de los veterinarios, que “se apañan con lo que hay, no tienen medios técnicos y no pueden invertir dinero”. “Tienen muchas dificultades financieras y a veces los clientes no pueden pagarles. No hay tecnología punta. Eso que vemos en EEUU aquí era imposible imaginarlo. A lo mejor en la ciudad existe, pero en el campo era imposible y no podía traicionar lo que había visto. En Francia hay seguridad social, pero los veterinarios no entran, así que tienen esa dificultad añadida, siempre están ajustando lo que cobran para ver si el cliente podía pagar o no y quería demostrar que hacen mucho con poco, pero o mostrar héroes exagerados”, apunta.
En Francia hay seguridad social, pero los veterinarios no entran, así que tienen esa dificultad añadida, siempre están ajustando lo que cobran para ver si el cliente podía pagar
La película, que se rodó antes de la pandemia, se adelantó en el tiempo y muestra a una protagonista epidemióloga y obsesionada con los virus, algo que la directora explica que nació en 2009, cuando tuvo a su primera hija: “fue durante la fiebre porcina, fue a la pediatra y en aquel momento nadie se vacunaba, porque nadie moría por la fiebre porcina, pero la médica me dijo que había que entrenarse, porque aunque esa no fuera grave, habría algún virus que lo sería y que había que poner ya la infraestructura porque ese día llegaría, y eso se me quedó grabado, así que le di al personaje esa obsesión, las epidemias”.
El encierro también ha trastocado nuestras prioridades, y mucha gente ha decidido irse al pueblo y escapar de la tensión de las grandes ciudades. Lo que todavía no está claro es si es sólo un capricho urbanita o un cambio de modelo. La realizadora cree que es “pronto para saber si se van a volver, si se contentan con el teletrabajo o si se entregan al campo”, pero cree que sí que este confinamiento “ha tenido que cambiar algo en la forma en la que habíamos vivido, creo que las personas de mi generación sí que han aprendido con la pandemia que la mejor forma de tranquilizarse es estar en la naturaleza, así que creo que para una parte de la población va a ser más que un capricho”.