El futuro del cine español habla en femenino. Las últimas cinco ganadoras del Goya a la Mejor Dirección Novel han sido cinco mujeres: Carla Simón, Arantxa Echevarría, Belén Funes, Pilar Palomero y Clara Roquet. No parece que en 2022 vaya a cambiar esta tendencia. Después de que Carlota Pereda sorprendiera con la brutal Cerdita en el Festival Sundance, la vasca Alauda Ruiz de Azúa ha presentado sus credenciales para hacerse con el "cabezón" con un emocionante drama sobre la maternidad y la familia que amenaza con arrasar en la 25 edición del Festival de Málaga que se celebra estos días. Cinco lobitos llegará a los cines españoles el 20 de mayo tras su puesta de largo en la Berlinale, un paso ritual que ya experimentó la propia Simón con su ópera prima antes de hacer historia este año con el histórico Oso de Oro a Alcarràs.
Laia Costa interpreta a Amaia, una mujer que acaba de ser madre y que se da cuenta de que no sabe muy bien cómo serlo. Cuando su pareja (Mikel Bustamante) se ausenta unas semanas por trabajo, decide volver a casa de sus padres en un bonito pueblo costero del País Vasco para que sus padres (Susi Sánchez y Ramón Barea) le ayuden a cuidar a su bebé. Lo que no sabe Amaia es que, aunque ahora sea madre, una nunca deja de ser también hija.
SERIES & MÁS ha estado con una emocionada Alauda Ruiz de Azúa para hablar de sus motivaciones detrás de su primera película, la huida de lo lacrimógeno en la búsqueda del tono de la historia o la distribución de los roles de género en la familia moderna.
Te has echado a llorar en la rueda de prensa en Málaga. ¿Por qué ha sido tan emocionante para ti?
Cinco lobitos es mi primera película y nunca había hecho una rueda de prensa. Cuando nos han ido haciendo las preguntas he visto cómo todo el mundo estaba muy emocionado y conectaba lo que había visto con vivencias personales. Ha sido muy bonito ver cómo la película ha tocado a la gente.
Hay algo muy poderoso en la película. Es muy fácil conectar con las experiencias y situaciones de las que hablas. ¿Qué fue lo que te llevó a contar una historia sobre la maternidad y sobre la familia en tu primera película?
Estuve mucho tiempo retrasando el intentar hacer el salto al largo. Escribí otros proyectos, pero quería encontrar una película que me hiciera enamorarme y estar muy conectada con el material. A raíz de mi primera maternidad se removieron una serie de cosas y empecé a tomar notas de todo lo que vivía y veía. Aparecieron una serie de conflictos familiares que se convirtieron en el desencadenante de lo que ha termindo siendo Cinco lobitos. Hay una cosa que has dicho que me parece muy interesante, que creas que todo el mundo puede conectar con esta historia. Es curioso porque no son precisamente una familia perfecta ni particularmente amable.
Laia Costa ha sido madre recientemente. ¿Fue una de las razones por la que pensaste en ella para el personaje?
Fue una casualidad, porque descubrí luego que estaba embarazada cuando le ofrecí la película. Me vino a la cabeza el nombre de Laia y recuerdo que pensé que por la edad que tenía quizás había empezado a plantearse la posibilidad de ser madre. Meses después de tomarnos el primer café para hablar del proyecto me enteré de que estaba embarazada, pero fue algo que pasó a posteriori.
Cinco lobitos cuenta una historia realista pero nunca cae en lo lacrimógeno. ¿Fue complicado dar con el tono de la película?
Para mí era lo más delicado del guion. No quería hacer un melodrama. Estaba obsesionada con la idea de reflejar una vida cotidiana en la que todos nos reconozcamos. Ahí puedes reír, puedes llorar, pero no hay nada épico en ese tipo de emociones. Es algo que trabajé mucho con los actores. Exploramos los contextos de lo que pasaba en la historia para que estuviéramos todos en la misma página. Queríamos retratar algo que en realidad se sintiera como rutinario para dar con ese tono.
La película habla de muchos temas. Uno de ellos es la conciliación y la vuelta al trabajo después de tener un hijo. ¿Qué querías reflejar con la película con este tema tan actual?
Hablamos de dos generaciones muy distintas. En una la conciliación no existía porque el cuidado recaía en las mujeres que se quedaban en casa y permitían que el sistema funcionara, y ahora hablamos de cuando esas figuras ya no están. La pareja intenta sobrevivir a la necesidad de trabajar y lo hace como puede.
Otra fuente de conflicto es el reparto de los cuidados, una función casi siempre ocupada por las mujeres en las familias.
Tradicionalmente ha sido así y sigue pasando. Estamos en un momento de cambio en el que nos estamos replanteando todo eso en la sociedad. En la pareja joven en la película él es consciente de lo que pasa. Él intenta hacer las cosas bien, aunque no está tampoco en una situación fácil. Es decir que no al trabajo cuando estás en una familia en la que los dos son autónomos. Luego llegas una casa, la de tus suegros, que en realidad no es la tuya. Estamos viviendo un cambio generacional y queríamos retratarle como alguien que es consciente de lo que pasa y que intenta hacerlo bien y salvar la nueva familia que se está formando. La realidad es complicada. Los niños presentan dilemas urgentes y la crianza se impone y complica las cosas.
En algunas críticas internacionales han hablado de referentes como Hirokazu Kore-eda y Yasujirō Ozu. ¿Sientes que han influido de alguna forma a la hora de planificar la película?
Es verdad que encaja con el tipo de cine que tenía en mente cuando preparaba Cinco lobitos. Volví a ver algunas de sus películas no tanto por copiar algo, sino porque quería hacer una película que resultara muy emocional desde un sitio muy cotidiano. Eso para mí fue muy inspirador. Es como lo que decías del tono. Quería tener una pátina de vida real en todo momento, aunque estuviéramos contando algo fuerte y dramático. No queríamos alejarnos de la vida real.
Los padres de Amaia desempeñan un papel fundamental en la historia. ¿Qué te llevó a pensar en dos veteranos como Susi Sánchez y Ramón Barea?
Con Susi tuve una intuición muy fuerte. Begoña es una mujer que está en el entorno doméstico y que ha trabajado toda su vida como ama de casa, pero no quería caer en el cliché. Pensaba que había algo muy bonito y menos explotado en un perfil de ama de casa que emocionalmente tuviera mucho carácter, que tuviera muchos secretos y que hubiera hecho sacrificios en su vida. Susi tiene toda esa vida interna y esa complejidad. Pensé en ella desde el principio. Para interpretar a su marido yo no buscaba a un villano ni mucho menos, pero sí quería un hombre que perteneciera a una determinada generación y que quizás fuera más comodón de lo que debería. Tenía que ser un hombre que tuviera todas esas luces y sombras, y Ramón tiene esa humanidad y ternura que desarma y que era justo lo que estaba buscando.
En España se dice mucho eso de “cada día te pareces a tu madre”. ¿Por qué querías reflejar precisamente todas esas cosas que se transmiten entre generaciones, desde la nana que cantas a tus hijos como los rasgos de conducta?
Todos queremos creer que somos muy distintos a nuestros padres, pero a medida que nos hacemos mayores e intentamos entender quiénes somos en realidad nos vamos dando cuenta de todo lo que nos ha marcado esa educación afectiva que hemos recibido de ellos. No solo educación directa, sino todo lo que has vivido en esa casa y en esas relaciones. También creo que nos acabamos dando cuenta de que es muy difícil escapar a todo eso. El vínculo es muy fuerte. Todo lo que has vivido desde pequeño nos marca tanto que es casi imposible huir de ello. Si quieres cambiar algo, primero tienes que entender qué ha pasado realmente en tu familia.
Durante muchas generaciones a los hombres no se les ha enseñado para estar en contacto con sus emociones. ¿Era algo que buscabas capturar con el personaje de Koldo que interpreta Ramón?
Eso es muy propio de su generación. A veces piensas en personas concretas que conoces en tu vida cuando escribes un guion, pero luego sales a la calle y te das cuenta de que un matrimonio como Begoña y Koldo está en muchos sitios. Este perfil de hombre que está acostumbrado a no mostrar sus sentimientos y a comportarse como si no pasara nada, aunque están pasando cosas importantes, es algo que Ramón sabe retratar muy bien.
No es una película austera, pero sí muy contenida. Cinco lobitos se reserva un final muy emocionante que incluye imágenes del pasado de la familia. ¿Cómo fue crear ese momento tan importante en el clímax de la película?
En el rodaje hablamos mucho de cuánto iban a llorar los personajes, por qué y en que escenas. Todo lo que pasa en el acto final es muy potente emocionalmente, pero a veces tengo la sensación de que en el cine se llora demasiado. No queríamos hacer un melodrama ni nada parecido, así que huimos de esas cosas. Laia y Susi, por ejemplo, no vieron las imágenes de Super 8 hasta el día que rodamos esa escena. Casi todo lo que está montado en la película pertenece a la primera toma en la que los personajes ven esas imágenes por primera vez. Fue un momento muy bonito.
Ha llegado el momento de compartir la película con el público tras años de trabajo. ¿Qué clase de reacción te gustaría generar en la audiencia que vea Cinco lobitos?
Como cinéfila yo soy muy fan del cine refugio, de esas películas que te hacen sentir que estás menos solo en el mundo y que te hacen entender cosas de ti mismo. Esas películas que te acompañan aunque en realidad no emitan un mensaje categórico sobre nada. Me encantaría que el público encontrara eso en Cinco lobitos, que una madre primeriza pudiera ver la película y se sintiera menos sola. También que alguien que tenga una relación complicada con sus padres pudiera entender mejor lo que está pasando. Sería muy bonito que pudieran reconocerse en lo que estamos contando.
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