Óscar Jaenada cumplirá 47 años el próximo mayo. Más de la mitad los ha pasado delante de una cámara desde que apareciera por primera vez en un episodio de A las once en casa. En 2006, el barcelonés se llevaba el Goya al mejor actor por Camarón, una de esas interpretaciones que cambian para siempre la carrera de un actor que estaba a punto de coger las maletas y hacerse las Américas. Sus orígenes no le habían impedido transformarse en la leyenda gaditana y años después daría vida al monstruoso padre de Luis Miguel y a Cantinflas.
En sus más de dos décadas como actor, Jaenada ha trabajado por todo el mundo y rodando junto a algunas de las mayores estrellas del planeta. Su último desafío es protagonizar la adaptación cinematográfica de La piel en llamas, una obra de teatro de Guillem Clua que el director David Martín Porras estrena estos días en el Festival de Málaga.
El actor interpreta en la ficción a Frederick Sálomon, un fotoperiodista de guerra que consiguió la fama internacional al capturar la imagen de una niña volando por los aires como consecuencia de una explosión. Veinte años después del instante que marcó para siempre su carrera y su vida, Sálomon vuelve al país africano para recoger un premio, pero una periodista local quiere matarle por una razón que solo Sálomon conoce.
El ganador del Premio Nacional de Literatura Dramática en el año 2020 escribió este texto poco después la famosa foto de los Azores que desembocó en la guerra de Irak. Cuando La piel en llamas salta al cine, lo hace con otra guerra en activo. Hablamos con Jaenada de la decepcionante respuesta de Europa al conflicto armado, los desafíos de vivir hoy en España y cómo ve su carrera después de todo este tiempo. Es una conversación sorprendentemente honesta. El de Esplugas de Llobregat es un rara avis en un momento cultural en el que actores, músicos y políticos escogen con mucho cuidado sus palabras para no ofender nadie. Óscar prefiere ser libre, aunque también haya tenido que pagar un precio por ello.
Frederick Sálomon vuelve al país donde consiguió su mayor éxito hace más de 20 años. Empezaste en el cine hace precisamente el mismo tiempo. ¿Tú también estás empezando a mirar atrás y a pensar lo que has hecho durante todo este tiempo?
No es algo nuevo. Siempre he estado muy orgulloso de los pasos que he dado en mi carrera. Le he dado importancia al camino, a mi escuela y de dónde vengo. Creo que en este caso el personaje está en un mal lugar. Un fotoperiodista de guerra trabaja en un lugar donde hay conflicto, pero el momento preciso en el que puede cambiar tu vida, o puedes hacer una fotografía ganadora de un Pulitzer es totalmente circunstancial. Es algo que tú no decides. Ese momento te aparece y decides lo que haces o no.
Para este personaje me basé mucho en un premio Pulitzer que fotografió que estaba a un buitre a punto de comerse a un chaval que no llegaba a un pozo de agua que había en África. El niño ya estaba deshidratado y estaba a punto de morir. En la foto se ve al buitre detrás esperando la muerte inminente del chaval. El fotógrafo vivió un debate consigo mismo, pero también con el público, al preguntarse qué se suponía que debía hacer en esta situación.
Si ayuda al niño, le ayudas solo a él, pero no denuncias un problema que está pasando en gran parte del norte y centro de África. Si lo fotografío y no interrumpo en la escena para comportarme como un simple fotógrafo, denunciaré esto muchísimo más que si le ayudo. Ese dilema personal tiene que ser durísimo. Las consecuencias de tu elección, sea cual sea, te van a arrastrar el resto de tu vida. Creo que ese es el dilema personal al que se enfrenta este personaje.
La película llega en un momento muy concreto. Guillem escribió la obra cuando la guerra de Irak y a raíz de la famosa foto de las Azores. ¿Crees que estamos fallando ahora otra vez, como Occidente, permitiendo lo que está pasando en Ucrania?
Europa se está desenmascarando. Se está quitando la careta. Siempre ha habido mucho orgullo con ser europeo. Yo he viajado mucho por el mundo y siempre he visto que ser europeo implicaba tener unos valores. Ahora vemos que todo eso era falsedad de pura máscara. Se nos está viendo. Es lógico el apoyo al refugiado que viene de Ucrania, pero es irritante ver que tenemos unos muros de dos metros para los africanos que vienen exactamente con el mismo problema. Se les ponen muros y se les dispara para que no entren aquí.
Es irritante ver ese racismo tan institucional y tan habitual en el día a día del ciudadano español, y creo que también el europeo. Cada vez que hay un problema vemos que todo lo que abandera a Europa era mentira. Ni se ayuda al Open Arms ni se rescata a gente que está también huyendo de batallas. No entiendo la diferencia del trato con unos y otros, y no quiero creer que es un racismo tan evidente. Hay más guerras que hemos decidido ignorar. En España somos la puerta de Europa a millones y millones de personas que están huyendo de guerras y de la misma situación que la gente de Ucrania. No solo no se les ayuda, sino que se les planta muros. La hipocresía europea creo que ya es tan evidente que es muy difícil de defender.
Hablabas de tu experiencia como español trotamundos. ¿Cómo te ves a ti mismo?
Yo soy multicultural. Soy catalán, mi hijo es vasco y mi mujer es española. Vivo la multiculturalidad de una manera tan bonita y tan didáctica que me apasiona, pero esa interculturalidad significa conocer las diferencias culturales que hay entre unos y otros. Esa maravilla diferencial es lo que hace que enriquezcas y que puedas aprender. Que se vea como algo malo me parece una estupidez. Al revés, creo que te permite aprender muchísimas cosas. Cuanto más viajas, más perspectiva tienes. Puedes valorar qué está bien y qué está mal de una manera mucho más lícita y más veraz porque lo has visto con tus ojos y lo has sentido con tus manos. Creo que tenemos que abrir la mente un poquito.
Recuerdo que la primera vez que fui a Los Ángeles, hace 15 años o así, para ellos yo era “el español”. De hecho, mi personaje en Piratas del Caribe directamente se llamaba así: el español. Nosotros no lo vemos, pero fuera de nuestras fronteras nuestra cara también nos delata. Se nos ve de dónde venimos. Todo eso que era un cierto orgullo ha ido menguando de una manera tremenda, porque cuesta mucho entender lo que está pasando aquí.
Tu experiencia en Hollywood me hace pensar en esta polémica que hubo el mes pasado cuando nominaron a Javier Bardem a Oscar por hacer de Desi Arnaz, un actor cubano. Javier explicó en la rueda de prensa que no le parecía justa la crítica porque como español él mismo había vivido también esa discriminación que sufren los latinos en Estados Unidos. Tú has trabajado allí, y también has interpretado a un personaje mexicano como Cantinflas. ¿Qué piensas de este debate tan actual?
Desde luego, a Javier no le falta razón en lo que dice. Eso es así. También es verdad que no deja de ser algo lógico, algo con lo que hay que luchar y que ya viene en el juego. Pero obviamente tiene toda la razón en lo que dice. Eso es así. Hechas las trampas, tienes que encontrar la forma de desmontarlas. Hay que sobrevivir como sea, y así lo estamos haciendo.
Otra parte de la historia del personaje es su relación con los medios. Ahora vivimos un tiempo en el que la gente que está de cara al público se muestra más cauta en las redes sociales y en las entrevistas, pero tú eres un tío muy honesto siempre. ¿Es un debate interno que tienes?
Soy honesto, pero no hay día que no escriba un tuit y luego lo borre porque es buscarse problemas. A mí ya me han condenado tres años de cárcel por un carné de barco. Ni siquiera lo pagué, pero me condenaron. Me condenaron a tres años de cárcel, cuando no condenan a tres años de cárcel ni a estafadores ni a violadores casi. Hay una serie de cosas que pasan judicialmente que son para huir.
Obviamente es tan injusto que dejas de creer tanto en la justicia como en los medios de comunicación cuando luego te dedican diez minutos en el informativo de Televisión Española para hablar de esto. He trabajado con Robert De Niro, con Bruce Willis, con Al Pacino, con todos los que quieras, y a eso no han dedicado ni un solo minuto de información. Obviamente hay una persecución institucional que está ya muy normalizada. Mira a compañeros como Guillermo Toledo y otros que judicialmente se ven abocados a posicionarse. Eso les implica no volver a trabajar.
Es obvio que aquí hay una persecución. Cuando tú te das cuenta de que a Pablo Hasél o al Valtonyc los meten en la cárcel y tienen que huir por cantar. Pueden ser dos estúpidos, pueden ser dos niñatos. A mí me da igual lo que sean, pero no puedes meter a alguien en la cárcel por decir verdades como puños.
Es obvio que aquí hay una persecución. Cuando tú te das cuenta de que a Pablo Hasél o al Valtonyc los meten en la cárcel y tienen que huir por cantar. Pueden ser dos estúpidos, pueden ser dos niñatos. A mí me da igual lo que sean, pero no puedes meter a alguien en la cárcel por decir verdades como puños. ¿Qué está pasando aquí? Obviamente genera una situación de censura que, aunque te diga y salga el presidente a decir que aquí todo va bien, es todo mentira. Insisto, es todo mentira. ¿Constitución? ¿Qué Constitución y qué vivienda digna cuando seguís desahuciando a señoras de 85 años y no os importa dejarlos en la calle? ¿Pero qué mierda es esta? Dónde estamos?
Posicionarse hoy en día tanto en redes sociales como en prensa es un riesgo, es una valentía. Hay que tener ahora mismo dos cojones para estar diciendo esto, pero esto es así. Yo tengo la suerte de que gracias a Dios yo no vivo de España ya. A mí los ingresos no me los provoca España. Puedo ir con cierta libertad, pero ya te digo, agarrado por los huevos porque ya te hemos condenado tres años de cárcel.
Hay otros tipos de cárcel. Willy Toledo por ejemplo ha estado mucho tiempo trabajando muy poco hasta que ha vuelto a encadenar proyectos hace un par de años.
De todas maneras, ¿tú crees que puedes vivir así? ¿Con una película al año, ni siquiera? Aquí en España es imposible. De una película no vives un año, no se puede vivir. Si vives todo el año a pan, bueno, pero desde luego no vives como artista para poder observar y poder sacar tus conclusiones y luego poderlas demostrar. No puedes.
Obviamente te están matando como artista y esto es lo que están haciendo de alguna manera. Hay un video que ha salido ahora de This is Not America de René Joglar, Residente, muy interesante. Hace falta decir las cosas un poquito. También lo hace Bunbury y lo hacen muchos pero solo puedes hacerlo viviendo fuera. Ya se ocuparán los medios de comunicación de hacer ver que todo lo que dices es malo, que tal, que Pascual que ha dicho esto, te sacarán un titular fuera de contexto. Lo que sea, esto pasará.
¿En qué momento te ves tú mismo ahora mismo en tu carrera? ¿Qué tipo de desafíos estás buscando?
Después de 25 años de carrera, de haber trabajado muchísimo en los cinco continentes, de haber visto mucho tipo de cine y de haber hecho una vida basada en el trabajo, en el sacrificio y en el compromiso, ahora estoy en una situación más cómoda. Hay muchos mercados ya de los que me llegan ofertas, por lo tanto, no dependo sólo de uno ni tengo que seguir sus reglas.
Eso me da mucha comodidad y mucha libertad, y también mucho aprendizaje y mucho conocimiento. Poder aportar lo aprendido también me satisface mucho. Ahora estoy en un momento en que empiezo creo que a recoger mucho trabajo. Recuerdo leer en una entrevista a Cate Blanchett decir que ya había estado mucho tiempo dando a los demás y que ahora necesitaba descubrirse un poco a ella misma. Hay algo de eso en un actor sacrificado.
¿Qué fue lo que te llamó la atención de La piel en llamas?
Últimamente los guiones son muy rápidos. La sociedad y la demanda de producto van muy rápido. Se está haciendo mucho entretenimiento y casi se ha vuelto como hacer tornillos. Cuando leí este guion, David me contó que estaba basado en una obra teatral de Guillem Clua y que íbamos a trabajar mucho la escena. Ahí es donde vi el atractivo. Si lo vamos a hacer con calma, no eso de hacer cada día 15 secuencias.
El texto tiene casi 20 años y se han hecho ya una decena de producciones fuera de España. ¿Por qué crees que sigue siendo vigente lo que cuenta?
Una historia puede ser tremendamente interesante, pero si no se hace nota puede pasar desapercibida. No vivimos en un tiempo en el que la gente vaya mucho al teatro y lea un montón. Hacer una adaptación cinematográfica es una buena idea. A mí no me había llegado ni había visto la función de Guillem, pero sí que gracias a la película tienes frente a ti una historia que sigue siendo contemporánea. La piel en llamas habla de tres cosas: el éxito, el racismo y la humanidad. Esos tres conceptos serán siempre contemporáneos de alguna manera. Queríamos explorar esos tres frentes y yo creo que lo hemos hecho muy bien.
¿Cómo fue la concepción de esas escenas? Es una película, pero pasa casi todo en una habitación y hay diálogos muy intensos.
Sabíamos que iba a haber mucho trabajo sacando adelante esos personajes, pero precisamente era interesante encontrar la forma perfecta de sacarlos adelante. David y yo decidimos dedicarle mucho tiempo al ensayo para poder estar más concentrados cuando empezáramos con la película y que pudieran surgir cosas. Ensayamos e investigamos mucho antes de llegar al set. David tuvo muchísimo ojo a la hora de encontrar a las actrices.
Era un reto encontrar a unas actrices muy determinadas y que estuvieran dispuestas a trabajar mucho. Tanto Ella Kweku como Lidia Nenu están titánicas. Me parece que lo mejor de la película es eso que aportan ellas, como reflejan esta diferencia cultural tan cercana y tan diferente. Hay muchos gestos en nuestra cara que para ellos son muy evidentes. Nosotros creemos que mentimos muy bien, pero ellos reconocen enseguida nuestros gestos porque en su cultura funcionan de otra manera.
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