En Juego de Tronos todo pasa por un motivo. Los guionistas parecen tener atado cada detalle de la trama, y aunque haya decisiones de guion que responden a 'deus ex machina' simplones, la estructura narrativa central sí que demuestra una coherencia importante. La prueba definitiva la hemos vivido en el tercer capítulo de la última temporada, un episodio que parecía que sólo sería una batalla épica, pero que ha estado plagado de detalles que confirman que todas las frases o gestos dichos en otras temporadas tenían una importancia. [CONTIENE SPOILERS]
Lo vemos especialmente en el personaje de Arya, cuyo arco dramático y narrativo llega a su plenitud cuando acaba con el Rey de la Noche, podría parecer una decisión sacada de la manga que sea ella la que lo hace, pero habría que pensar entonces en su encuentro con Melisandre. Ellas ya se habían visto. Fue en el sexto capítulo de la tercera temporada, cuando la sacerdotisa roja se lleva a Gendry y Arya le defiende. Melisandre le dice la siguiente profecía: "Veo una oscuridad en ti. Y en esa oscuridad, ojos que me miran fijamente. Ojos marrones, ojos azules, ojos verdes. Ojos que se cerrarán para siempre. Nos encontraremos de nuevo". Frases que se repiten esta vez, y que hacen referencia a los de los caídos en la batalla, y a los azules del Rey de la Noche, que Arya cerrará para siempre cumpliendo con el destino.
Más importante que la profecía es el arma con el que Arya acaba con el gran villano. Una daga de acero valyrio y huesodragón en su empuñadura que ha estado presente en Juego de Tronos desde el primer momento. Esta daga fue con la que intentaron asesinar a Bran cuando estaba en coma. Fueron los Lannister, y cuando Catelyn Stark lo descubre inicia una investigación para descubrir quién había sido.
Meñique, fiel a sus triquiñuelas, les hace creer que fue Tyrion, y en una discusión con Ned Stark, antes de traicionarle, le roba la daga y se queda con ella. Quien encargó el asesinato de Bran fue Joffrey, pero la pelea entre las dos familias ya se había desencadenado. Esa daga vuelve a aparecer la temporada pasada, cuando Meñique llega a Invernalia y en uno de sus guiños crueles se la entrega otra vez a Bran. El arma vuelve a sus orígenes, pero el cuervo de tres ojos sabía a quién debía dársela, y por ello se la otorga a su hermana Arya cuando se reencuentran. Sabía que ella sería la que cerraría los ojos azules de los Caminantes Blancos y por ello toma esta decisión que parecía inocente pero que ha sido determinante en el destino de los Siete Reinos.
Hay otros dos guiños a la narrativa de Juego de Tronos. El primero es la frase que dice Arya cuando Melisandre le dice ‘¿Qué decimos al dios de la muerte?’, y ella responde ‘Hoy no’. Esa misma conversación la tuvo con su maestro, el carismático Syrio Forel. También el gesto con el que cambia la daga de mano ya se había visto con anterioridad, y también para vencer a un rival de tamaño mayor. Cuando Brienne de Tarth entrena con ella, Arya termina ‘venciendo’ cuando se cambia una daga de mano. En Juego de Tronos todo tiene sentido, y ahora cada detalle cuenta.