Un personaje en principio secundario, presentado como el bastardo de Ned Stark, ha terminado por convertirse en uno de los capitales, en el legítimo heredero del Trono de Hierro. El idealista y servicial Jon Nieve, destinado a vestir el negro de la Guardia de la Noche, ha mutado en Aegon Targaryen. Por el camino quedan su nombramiento como Lord Comandante, la alianza con los salvajes o la elección como Rey del Norte. En su biografía destaca, además, otro mérito: ser el único de los resucitados —y eso que no han sido pocos— en llegar vivo al último episodio de la implacable serie; y no habrán sido pocos los duelos en los que el espadachín Nieve ha encontrado al borde del abismo y fue rescatado de forma milagrosa por el dragón de su tía o por su tío de la otra rama familiar, Benjen, en aquella empresa suicida por capturar a un caminante blanco, solo por poner un par de ejemplos. Quizá siempre le haya salvado el hecho de no saber nada, como le suspiró su amada Ygritte antes de morir.