En los últimos años ha ocurrido algo que nadie esperaba. El auge de la extrema derecha por todo el mundo ha hecho que se cuestionen asuntos en los que parecía que había un consenso absoluto. Entre esos asuntos está el feminismo, que si hace un par de años con la llegada del Me Too se convertía en una revolución que parecía imparable, ahora se pone en duda con políticos radicales que cuestionan la violencia de género y la educación en igualdad. En España hemos visto como Vox enarbolaba ese discurso, que rescataba falsos mitos como las denuncias falsas y atacaba a las feministas de nuestro país.
Una postura que parecía erradicada, y en temas en los que se habían conseguido pactos de estado importantísimos para la defensa de la mujer. Entre aquellos que atacan al movimiento no sólo hay hombres, blancos y heteros, sino que también son mujeres las que bajo el lema ‘a mí no hace falta que nadie me ayude para ser igual que ellos’ esconde una desigualdad estructural que hace que haya diferencias por género en casi todos los asuntos. Brecha salarial, conciliación laboral, trabajos domésticos, agresiones sexuales, acoso… Las mujeres salen perdiendo siempre, y por eso sorprende que sean mujeres las que compren estos discursos.
Esto no es novedoso, y viendo la serie Mrs. América, que en España ha emitido HBO, uno se da cuenta de que no hemos cambiado tanto desde los años 70. Es allí donde se desarrolla esta serie que se ha convertido en un fenómeno y en una de las mejores ficciones que se han estrenado este año. Estará seguro en la temporada de premios, y con merecimiento. La trama se centra en el movimiento feminista de finales de los años 70 y cómo una mujer, Phyllis Schlafly, se enfrentó a todas ellas y construyó su propio ejército de amas de casa para evitar que se consiguiera la Enmienda de Igualdad de Derechos entre hombres y mujeres en la constitución de EEUU.
Schlafly se convirtió en la “novia de la mayoría silenciosa” -seguro que les suena el término, que también se ha rescatado en nuestro país- y puso en duda todos los mantras del feminismo. Según ella la mujer necesitaba un hombre, un sustento y atacó a las activistas lideradas por Gloria Steinem. El duelo de ambas facciones es el centro de la serie, que tiene a Cate Blanchett interpretando a Schlafly y a Rose Byrne como Steinem. Y lo hace tratándolas como iguales y sin juzgar a nadie, aunque no comparta niguna de los ideales de esta ‘antifeminista’.
Su creadora, Dahvi Waller, atiende a EL ESPAÑOL en medio del éxito de su serie y confiesa que le fue muy difícil “no juzgar al personaje”. “Fue lo más difícil, pero ese es nuestro trabajo como creadores, no sólo no hay que juzgar a Phyllis, sino que hay que darle voz. Yo tengo mi punto de vista, pero tenía que intentar entenderla a ella”, cuenta al otro lado del teléfono. Para ello toma una decisión fundamental: estructurar cada episodio en torno a una de las mujeres que fueron importantes para el feminismo (y para el antifeminismo).
“Cuando empecé a leer sobre las mujeres que lideraron el movimiento feminista aquellos años, me sorprendió la cantidad de mujeres que hubo y de las que no había oído hablar nunca. Muchas tuvieron momentos muy importantes, y darles un episodio a ellas me parecía muy necesario, y también una forma de entrar de una manera más profunda en sus historias, de hablar de sus problemas, de sus vidas familiares, de su historia personal...”, dice Waller de su decisión. Su gran acierto, además, es mostrar cómo Phyllis Schlafly era también víctima del machismo de esa sociedad aunque ella no lo viera y lo defendiera: “todas las mujeres sufren el machismo y la cuestión es cómo responde cada una de ellas a esas discriminaciones. Ella se vuelve una aliada y busca protección en los hombres, pero me gustaba ver cómo responden esas mujeres tan diferentes a esa desigualdad”.
Su posición es valiente. Se arriesgaba a que la acusaran de blanquear la imagen de una republicana de ideas de extrema derecha que hirió de muerte al feminismo, pero ella tiene claro que “si tratas a los enemigos como monstruos no estás haciendo ningún favor a nadie. Quería retratar a todas las mujeres como seres humanos, con inseguridades y con errores, porque si no entendemos a mujeres como Phillys no vamos a poder anticiparnos a los problemas que surjan”.
Aquel momento fue un punto de inflexión, y una mancha en la historia de EEUU. Lo que logró aquella ama de casa llena de ira todavía colea en la sociedad: “Antes de que ella llegara este tema no era controvertido. Había consenso y era algo democrático. Hasta los republicanos estaban a favor, todos pensaban que debía estar en la constitución que no se podía discriminar a las mujeres, pero cuando llega ella y convierte esta enmienda en un tema controvertido cambia la historia, porque cuando un asunto se convierte en algo polémico ya será muy complicado que esa enmienda se pueda llegar a aprobar”.