Este año hemos descubierto a los siete de Chicago. De la mano de Aaron Sorkin hemos conocido la historia de uno de los escándalos judiciales más sangrantes de las últimas décadas en EEUU, el que vivieron los acusados por manifestarse en contra de la Guerra de Vietnam. En El juicio de los siete de Chicago -que se puede ver en Netflix-, Sorkin creaba un thriller vibrante y con el ritmo que sólo él sabe imprimir a sus guiones, se explica que había un octavo miembro entre los acusados. Se trataba de una persona de color, un miembro de las Panteras Negras que finalmente salió del caso para que no acusaran de racismo al tribunal.
Sorkin no quiere hablar de racismo en su película, o no de manera principal. Lo que quería, en los últimos coletazos de la era Trump, era hablar de la división de la izquierda y de la legitimación de la protesta cuando la democracia falla. Por eso es curioso que a pocos meses del estreno de aquel filme, que como toda creación de Sorkin tiene una diversidad racial escasa y de cara a la galería, llegue la primera película de la serie antológica que ha creado Steve McQueen para la BBC y que aquí emitirá cada jueves Movistar+.
El Mangrove es el primer título de Small Axe -así se llama la compilación de estas cinco obras- y resulta perfecta como programa doble para ver junto a El juicio de los siete de Chicago. El autor de películas tan contundentes como Shame o Hunger, sí que quiere hablar de racismo. Su antología es un retrato de cómo las autoridades han tratado a la comunidad jamaicana en Reino Unido. La herencia colonialista de un Imperio que estableció británicos de primera y de segunda. Cada uno de sus episodios se centra en un aspecto, y El Mangrove lo hace en el judicial. Para ello coge también un caso real, como Sorkin, el de los nueve de Mangrove, acusados por los disturbios que tuvieron lugar en una marcha realizada en agosto de 1970.
La comunidad jamaicana decidió decir basta y protestar por el acoso constante de la policía londinense, que realizaba redadas injustificadas en el local Mangrove, en pleno Notting Hill. Allí se detuvo a varias personas, todas ellas negras, que fueron juzgadas sólo por el hecho de manifestarse y acusadas de delitos falsos. Lo primero que destaca es la valentía de McQueen. Hasta ahora la ficción nos había dicho que el racismo era algo que sólo existía en EEUU. Ni rastro del racismo derivado del colonialismo británico sufrido por la comunidad negra. Ya era hora. Hay que contar la historia y contarla bien.
Lo segundo es la rigurosidad que toma McQueen para tratar el tema. Una película hecha para televisión que se alarga hasta las dos horas -sin que decaiga el ritmo en ningún momento- sólo porque quiere y puede tomarse el tiempo necesario para centrarse en cada detalle. Comienza con ese ensalzamiento del Mangrove como centro de reunión en una época donde estaba mal visto que los negros acudieron a locales de blancos. El acoso sistemático que sufren, y luego un juicio minucioso, en el que se presta atención a cada parlamento que los acusados utilizan para defenderse, donde también queda patente el contraste entre ese inglés pulcro y ‘perfecto’ de los jueces y policías, frente al de los descendientes de jamaicanos, lleno de dejes, palabras y una entonación concreta que han mantenido como seña de identidad a través de las generaciones.
Es curioso el contraste entre las dos formas de acercarse al mismo tema, la denuncia de la injusticia del sistema judicial, que tienen Sorkin y McQueen. El primero apuesta por el ritmo frenético, el idealismo, el montaje eléctrico y la heroicidad de sus protagonistas. El británico elige una posición moral y estética radicalmente diferente. Apuesta por una sobriedad a la que se acoge hasta las últimas consecuencias. No subraya con la música ni con la puesta en escena -aunque a pesar de ello consiga escenas apabullantes como la carga policial y ese plano de una mujer negra reflejada en una gota de agua en un coche-.
Una escena muestra la gran diferencia de ambas propuestas. Mientras que el final de El juicio de los siete de Chicago enfatiza y tira de épica, con ese alegato final y esa lectura de todas las víctimas de Vietnam; McQueen se aleja de esos fuegos artificiales. Él busca la verdad, y la encuentra en un plano fijo del rostro de uno de los protagonistas. La reacción de su cara mientras leen el veredicto es el resumen perfecto de cuál es su posicionamiento. Una joya que abre el fuego de lo que vendrá. Small Axe es una de las mejores propuestas y de las más ambiciosas de la televisión reciente.
'Small Axe: El Mangrove' está disponible desde el 7 de enero en Movistar+.
Todas las críticas de 'Small Axe':
• 'Small Axe: Lovers Rock', Steve McQueen rueda una obra maestra tan sensual como política
• Crítica: 'Small Axe: Rojo, blanco y azul', McQueen reflexiona sobre cómo cambiar el sistema racista