Las series de asesinatos siempre cumplen con la misma premisa: adivinar quién lo ha hecho, o descubrir si el presunto culpable es inocente o no. Sobre eso hay mil variantes y versiones, y ya depende del talento del guionista para llevar al espectador por lugares poco transitados y aportarle sorpresas y un poso de profundidad que la haga trascender por encima del mero entretenimiento.
No es fácil. El thriller es un género trillado que al final siempre cumple los mismos patrones una y otra vez, aunque consigue enganchar a la gente, a la que le gusta especular sobre la identidad del asesino. Quizás por eso la llegada de una serie como The sinner fue tan celebrada el año pasado. La ficción creada por Derek Simonds se convirtió en un pequeño fenómeno por su intrincada trama y su vuelta de tuerca al género convencional.
La serie, protagonizada y producida por Jessica Biel, no trataba sobre quién era el asesino, sino que ponía el foco en él y le daba el punto de vista. En aquel primer capítulo veíamos a Cora Tanetti, una madre de familia que un día, delante de su hijo y su marido y en una playa abarrotada de gente mataba a un joven que estaba con su novia. No teníamos que descubrir quién lo había hecho ni decidir si era o no inocente, sabíamos que ella había cometido el crimen, pero lo que importaba era el por qué. ¿Había un motivo secreto, fue locura transitoria? Eso es lo que tenía que investigar el personaje al que daba vida un Bill Pullman recuperado para la ocasión.
En Cora Tanetti convivía un pasado tortuoso, con el fundamentalismo religioso como base, y los abusos como la otra pata del misterio que se iba resolviendo gracias a los recuerdos que el detective iba sacando con calzador de la atormentada mente de la protagonista. La serie enganchaba desde el primer episodio, con esa frágil madre acuchillando a un desconocido, y lo que venía después era una muestra de cómo manipular bien al publico. Porque The sinner es muy manipuladora, da miles de pistas falsas, cada capítulo tienen un giro más loco, y la gente lo único que quiere es saber como termina aquel misterio.
En todo el mundo se hablaba de la serie gracias a Netflix, que la convirtió en un fenómeno internacional, pero el caso de The sinner es parecido al de La casa de papel, ya que la plataforma de contenido no es la productora original de la serie, sino que es USA Network, canal de pago de EEUU que lanzó The sinner en verano de 2017 convirtiéndola en un éxito sorpresa. Netflix vio el posible negocio y adquirió los derechos de emisión en todo el mundo, donde el boca a boca la hizo uno de los shows del momento, esto provocó el anuncio de una segunda temporada que ahora se estrena para todo el mundo, aunque al otro lado del charco haya llegado en su canal de origen.
La serie ha optado por el formato ‘antológico’, es decir, que cada temporada será una trama independiente, un caso que se abrirá y cerrará en dicho arco narrativo, aunque con un elemento en común, el mismo detective. Bill Pullman se queda al frente del reparto, del que desaparece Jessica Biel, aunque se queda en funciones de productora de la ficción. El fichaje estrella de esta segunda tanda de capítulos es Carrie Coon, una de las actrices más respetadas en televisión gracias a sus maravillosas interpretaciones en The leftovers y Fargo,
El punto de partida es el mismo, un crimen en el que vemos al asesino confeso, pero en el que hay que descubrir lo que se esconde detrás para entenderlo. The sinner da un paso adelante en lo escabroso del asunto, ya que el criminal es un niño de 13 años que en un viaje a las cataratas del Niágara envenena a sus padres. Lo que viene después es otra historia sobre la culpa, esta vez con las sectas religiosas como telón de fondo y otra vez el fundamentalismo religioso como motor de los traumas. Netflix consigue enganchar otra vez al espectador con su serie más adictiva, y sus ocho episodios se toman como palimitas para ver si el pequeño Julian tenía (o no) un motivo para matar a sus padres.