Hay temas que todavía siguen siendo un tabú, y el VIH es uno de ellos. El audiovisual sigue considerando un tema ‘complicado’ para tratar en filmes o series comerciales, y hasta ahora sólo el cine de autor (120 latidos por minuto) se había atrevida a hablar de las reivindicaciones y derechos de las personas que lo desarrollaron, especialmente en los años 90.
Muchas de las cosas que contaba la película de Robin Campillo siguen siendo una realidad. En 2018 el VIH se sigue asociando a gente promiscua, de mala vida, o drogadictos. Muchos no entienden que cualquiera puede contraerla en un descuido, y que además, actualmente y con los medicamentos existentes, ser portador teniéndolo controlado es perfectamente compatible con una vida normal. Se puede practicar sexo, no se es un inválido, y nadie tiene por qué señalar a nadie por tenerlo.
Ese es uno de los motivos por los que ha triunfado Élite, la serie adolescente de Netflix que aunque cuenta con unas tramas telenovelescas, es la primera ficción dedicada a adolescentes que ha tratado el VIH con una naturalidad aplastante. El personaje de Marina (interpretado por María Pedraza), es una niña de familia bien, que contrajo el virus y que en el primer capítulo deja claro que el sida no elige a la gente dependiendo del dinero que tenga. Lo suyo fue un fallo, pero ella mantiene la misma vida que los demás adolescentes. Se ve cómo se medica, y explica que el virus es indetectable. También la vemos practicar sexo de forma abierta, rompiendo ese prejuicio que dice que con el VIH no se puede hacer el amor.
Marina no es yonki, ni promiscua, ni una inconsciente, como tampoco lo es el protagonista del cortometraje Estigma, dirigido por David Velduque, y que también quiere derribar todos los prejuicios respecto al VIH. En su trabajo es un chaval adolescente el que se enfrenta a sus propios miedos, y a la discriminación que él mismo se infringe. Este cortometraje forma parte de un proyecto que se llama Indetectable, al que invitaron al realizador. Es su segunda temporada, y en esta ocasión creadores como Roberto Pérez Toledo, Abril Zamora, Alberto Velasco o Ferando Gamera aportarán su visión sobre la “serofobia”. “En este caso no lo hemos planteado desde el punto de vista de la discriminación, sino de la persona que tiene el virus y que sufre”, cuenta a EL ESPAÑOL.
Trabajos para acabar con esos estigmas, que el director considera que están ahí porque al final es una enfermedad que habla de nuestra sexualidad. “Hay enfermedades que puedes tener, como una diabetes u otras muchas crónicas, que son como ahora es el VIH gracias a la medicación. Ya no se muere la gente, pero se habla poco del tema. Cuando lo estamos haciendo lo hacemos con naturalidad y visibilizando que son personas con una vida normal, que pueden mantener relaciones de forma normal y con medicación, y que si la tomas es indetectable, y si eres indetectable no puedes contagiar el virus”, añade.
Hay enfermedades que puedes tener, como una diabetes u otras muchas crónicas, que son como ahora es el VIH gracias a la medicación
“Se está incidiendo mucho en esto porque hay como un miedo y una falta de información muy grande en la sociedad. Nos han contado muchas veces que es malo tener relaciones sexuales. Lo sexual está oculto y poco presente en nuestro día a día, es algo de lo que no se habla. Si una persona es portadora del VIH parece que es porque ha llevado ‘una vida mala’, y no es así, es una persona que por alguna circunstancia ha tenido ese contagio, pero no es porque haya tenido un estilo de vida de ningún tipo. Puede ser nuestra vecino, o nuestro mejor amigo, y hay que romper ese tabú que es sobre todo por el sexo y que viene a culpabilizarte porque esa enfermedad se sigue asociando a eso de ‘la mala vida”, zanja.
Estigma también muestra el sexo sin complejos, y lo hace usando el género de terror como excusa para hablar de los miedos internos, de no aceptarte a ti mismo y de pensar que te van a culpar por ser diferente, en este caso tener el VIH. Este caparazón de corto de terror le ha hecho participar en una gran cantidad de festivales internacionales como el de Austin, y ser un buen vehículo para hablar de algo que nos incumbe a todos.
“De alguna forma nos construimos una prisión en la que nos metemos y machacamos a nosotros por múltiples motivos. Aquí es el VIH, pero podría ser alguien gordo, o alto, o con los pechos grandes. O gay o trans… al final no te dejas vivir. Se habla mucho de la discriminación social, pero poco de la discriminación hacia nosotros mismos, y a veces es incluso más dura que lo que te puedan decir otros. El objetivo es ese, mostrar los fantasmas de cada uno y luchar día a día”, cuenta Velduque, cuyo compromiso hace que con cortos como el suyo, esos estigmas estén más cerca de desaparecer.