Crítica: 'El método Kominsky' (Netflix) supera la marcha de Alan Arkin y acaba por todo lo alto
Un fantástico Michael Douglas se mete por última vez en la piel de Sandy Kominsky en la comedia más personal de Chuck Lorre. Un excelente chiste recurrente, la llegada de Kathleen Turner y una emotiva despedida ponen un broche de oro a la serie de Netflix.
29 mayo, 2021 13:55Noticias relacionadas
• Esta crítica de la serie ‘El método Kominsky’ de Netflix se ha elaborado tras los seis episodios de la tercera y última temporada. No contiene spoilers.
Todas las alarmas saltaron cuando Netflix anunció que Alan Arkin no estaría en la tercera y última temporada de El método Kominsky. ¿Sería capaz de sobreponerse la comedia a su ausencia en una historia que dependía tanto de la amistad entre su personaje y el personaje interpretado por Michael Douglas? La respuesta, para sorpresa de los más escépticos, es un rotundo sí.
Arkin ya había demostrado en la tercera edad de su carrera que era un robaescenas consumado en películas como Argo y Pequeña Miss Sunshine, por la que incluso llegó a ganar el Oscar. En las dos primeras temporadas de la serie creada por Chuck Lorre, el millonario, políticamente incorrecto y siempre leal agente jubilado ejerció como un perfecto compañero de confesiones y cócteles de ese veterano actor fracasado que había encontrado una nueva oportunidad vital y profesional en la enseñanza. La brutal honestidad de Norman con aquellos que le rodean, su difícil relación con su hija y su entrañable debilidad por su fallecida esposa le convirtieron en el corazón de la historia.
Consciente del agujero negro que tenían entre manos, la serie decidió abordar el elefante en la habitación desde el principio y colocar la muerte del personaje (ya desvelada en el tráiler) en el centro del relato. El primer episodio arranca directamente con un discurso de Sandy sobre su mejor amigo, recientemente fallecido. No sabemos cómo ha muerto. Tampoco hace falta. La muerte forma parte de la vida, un tema que ha estado siempre presente de fondo en una comedia que desde sus orígenes ha buscado naturalizar y humanizar la vejez sin caer en el melodrama.
¿Quién necesita verbalizar ese dolor cuando ver a Sandy tomar un cóctel sin su amigo del alma es más que elocuente? Norman ya no está entre nosotros, pero su espíritu gamberro y mordaz se siente durante los seis últimos episodios a través de dos tramas: el inesperado regalo que recibe Sandy cuando ya se había resignado a dejar marchar su sueño de triunfar como actor y, sobre todo, el hilarante chiste recurrente que deja la millonaria herencia del difunto.
Las últimas voluntades de Norman determinan que sea su mejor amigo el que se encargue de gestionar su dinero. Lisa Edelstein (Cuddy en House) como la hija que por fin parece haber dejado atrás sus problemas de adicciones, y Haley Joel Osment (el crecido niño de El sexto sentido) en el papel del nieto que ha caído en las redes de la Cienciología no tienen problema en arrastrarse y hacer propuestas absurdas con tal de hacerse con la fortuna. Desde el más allá, Norman vuelve a recordarnos eso de que el que ríe el último, ríe mejor.
En el frente familiar la gran novedad de la temporada es Roz, la exmujer de Sandy que reaparece en su vida para conocer al novio de su hija y pasar más tiempo con ellos tras pasar años fuera de Estados Unidos trabajando como médico en una ONG. Para aquellos que hayan visto La guerra de los Rose, Tras el corazón verde y La joya del Nilo, es un placer absoluto asistir al emocionante reencuentro entre una de las parejas favoritas del Hollywood de los años 80: Michael Douglas y Kathleen Turner.
Después de aparecer en un episodio de la segunda temporada, la actriz se une al reparto habitual de la producción. La siempre interesante Turner se revela como un fantástico fichaje que nos hace lamentar cómo Hollywood ha dado la espalda desde los 90 a una atípica estrella de los 80 (imprescindible su explosivo debut en Fuego en el cuerpo) que fue víctima de una industria machista acostumbrada a ignorar a las mujeres pasados los 40 y una artritis reumatoide que afectó seriamente a su estado de salud y su aspecto. El reencuentro entre Roz y Sandy evita el camino más predecible y nos recuerda la eléctrica química que comparten Douglas y Turner cada vez que comparten una escena.
Hay, sin embargo, algunos elementos disonantes en el regreso de El método Kominsky. Las excesivas elipsis del episodio final y, sobre todo, el clímax excesivamente feliz de cierta trama toma un camino que parece más propio de una serie como Glee que de una historia realista y a menudo agridulce como esta.
Tampoco sería de extrañar que la prensa estadounidense se hiciera eco de un chiste sobre el uso de los pronombres en la sociedad actual que se alarga mucho más de lo necesario, no es particularmente gracioso y dice más de su guionista que de los tiempos que corren. La secuencia recuerda a una escena de la segunda temporada en la que Lorre usaba al personaje de Douglas para reivindicar de forma nada disimulada su clásica aproximación al humor en general, y su creación Dos hombres y medio en particular.
El método Kominsky se despide como el proyecto más personal del rey de la sitcom en Hollywood. Antes de fichar por la plataforma de streaming, Lorre se había hecho de oro desarrollando para CBS formatos de enorme éxito como Mom, Mike & Molly, Dos hombres y medio y The Big Bang Theory. El guionista ya había demostrado en la serie protagonizada por Allison Janney que era capaz de ponerse serio, alejarse de los lugares comunes de sus mayores éxitos y hacer un retrato empático de un grupo de mujeres marcadas por el alcoholismo, las batallas del día a día y los errores del pasado.
Como hombre de 68 años que lleva trabajando toda su vida en Hollywood, hay algo muy auténtico y reconocible en la aproximación de Lorre al viaje a la decadencia y la paz mental de Sandy. No es de extrañar que el guionista haya firmado, solo o acompañado, los 22 episodios de una de las comedias más reivindicables de Netflix. El panorama de estrenos que nos llega cada semana presenta una verdad irrefutable: a pesar de que el mundo envejece a pasos agigantados, nadie en la industria del espectáculo parece interesado en explorar la vida en la tercera edad.
Puede que no tenga el sex appeal de fenómenos como Gambito de dama, Stranger Things y La casa de papel, pero la reflexión que hace El método Kominsky de la vida en la tercera edad merece más atención de la que ha recibido desde su estreno en 2018. Y no hablemos de su fantástica alternativa en clave femenina, Grace & Frankie, que también se despedirá de la plataforma este año. Por favor, Netflix, sigue contándonos historias sobre la vejez.
La temporada final de 'El método Kominsky' ya está disponible en Netflix.
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