Pedro Almodóvar es uno de los directores de cine español con más repercusión a nivel internacional. El manchego es uno de esos autores cuyo nombre puede convertirse en adjetivo por su forma de impregnar cada uno de sus fotogramas de un estilo y un color únicos e inconfundibles.

Y de entre todas sus películas, una de las más destacadas es Todo sobre mi madre, una joya considerada por muchos como el mejor largometraje de su carrera -un puesto que también podrían ocupar Volver (2006) o Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988)- y que además acaba de cumplir 25 años desde su estreno en el año 1999.

Galardonada con el premio a la mejor dirección en el Festival de Cine de Cannes, la producción también acabó haciéndose con el Oscar a la mejor película extranjera y marcó un punto de inflexión en la carrera de Almodóvar, que además alcanzó con ella un gran nivel de depuración estética. 

Se trata, sin lugar a dudas, de una obra maestra de nuestro cine que se sitúa en Madrid y que cuenta la historia de Manuela (Cecilia Roth), una madre soltera que ve morir a su hijo el día en que cumple 17 años, por echarse a correr para conseguir el autógrafo de Huma Rojo, su actriz favorita. Destrozada, Manuela viaja entonces a Barcelona en busca del padre del chico.

Este fascinante melodrama sobre cómo afrontar y aprender a convivir con el duelo es quizá también la película más compleja, sofisticada y madura de Almodóvar, y también un filme que se queda con nosotros cuando aparecen los créditos finales.

Además, tiene una banda sonora inigualable -cortesía de Alberto Iglesias- y secuencias tan hilarantes como emotivas, como ese inolvidable discurso final que pronuncia La Agrado, el personaje de Antonia San Juan, que nos deja frases como esta: "Una es más auténtica cuando más se parece a la versión que ha soñado de ella misma".

En definitiva, Todo sobre mi madre no solo es una película sobre la pérdida, la maternidad o la feminidad, sino que plantea una historia que invita a reflexionar sobre muchas cosas diferentes. Como, por ejemplo, que da igual de qué manera tratemos de ser nosotros mismos o la forma que encontremos de manifestarlo si queremos, porque lo realmente importante es que no estamos del todo solos en ese viaje.