A primera hora de la mañana sentí un intenso dolor en el estómago. Náuseas y vómitos lo acompañaban. Ante la preocupación que me producía ese dolor, que no había sufrido nunca, decidí acudir al servicio de urgencias de mi hospital de referencia. Cuando llegué me informaron que ningún médico había acudido a trabajar ese día, que no sabían lo que estaba ocurriendo, y que todos los departamentos clínicos, consultas y quirófanos estaban paralizados.
Gran cantidad de pacientes esperaban ser atendidos por los médicos de urgencias, otros en el área de consultas, también para la realización de estudios diagnósticos, y varios pacientes esperaban para ser intervenidos quirúrgicamente ese día. Ni siquiera los médicos de la Unidad de Cuidados Intensivos estaban en el hospital. Aunque la preocupación por mi salud me embargaba, también me alarmaba ver cómo en el área de urgencias pediátricas los niños enfermos tampoco podían ser atendidos porque no había médicos. Con espanto, también presencié como llegaban las víctimas de un accidente de tráfico, y los médicos no estaban; los enfermos se desangraban y gritaban de dolor.
Pero lo más grave era que en ningún lugar del mundo los médicos habían asistido a sus puestos de trabajo. ¿Qué estaba ocurriendo? Nadie tenía una explicación. Súbitamente, todos los médicos habían desaparecido de la faz de la tierra. Todos los informativos de los medios de comunicación y las redes sociales informaban del colapso global que resultaba de la repentina desaparición de todos los médicos del mundo.
Mi ansiedad era máxima. ¿Cuántas personas morirían hoy por la falta de médicos? ¿Se prolongaría la ausencia de médicos por muchos días? ¿Habrían desaparecido los médicos para siempre?
De repente desperté. Todo había sido una horrible pesadilla. Una noche de intenso calor había favorecido ese mal sueño. Jadeante por la ansiedad, sentí un profundo alivio.
Imaginar un día sin médicos en el mundo puede parecer una fantasía distópica, pero pensar en esa posibilidad ayuda a comprender la importancia crucial de los profesionales de la medicina en las vidas de los seres humanos. Los médicos son la columna vertebral de los sistemas sanitarios y su ausencia tendría consecuencias catastróficas a escala mundial.
Desde el primer minuto de este hipotético día sin médicos, su ausencia se haría patente. Los hospitales y clínicas, centros neurálgicos de atención y cuidado, quedarían en silencio. Las emergencias médicas (los infartos de miocardio, los accidentes graves…) no recibirían la atención inmediata necesaria.
La desaparición de los médicos de atención primaria dejaría a millones de personas sin acceso básico a diagnósticos, tratamientos preventivos y gestión de enfermedades crónicas. Los tratamientos regulares y las consultas de seguimiento, cruciales para mantener la salud y prevenir complicaciones, se verían interrumpidos. Esto provocaría un colapso en hospitales, un aumento de enfermedades no controladas y una drástica reducción en la esperanza y calidad de vida.
Las mujeres embarazadas y los niños serían otros de los grupos más afectados. Las complicaciones durante el embarazo y el parto requieren la presencia de obstetras y pediatras para garantizar la seguridad tanto de la madre como del bebé. Sin médicos, los nacimientos se tornarían más peligrosos y la atención pediátrica crítica quedaría en suspenso, poniendo en riesgo a los recién nacidos y a los niños con condiciones graves. Las campañas de vacunación, que son fundamentales para prevenir enfermedades infecciosas, se verían interrumpidas.
La ausencia de médicos no solo afectaría la salud, sino también tendría consecuencias económicas y sociales. Los problemas de salud no atendidos aumentarían la falta de empleados en las empresas. Sin la orientación y tratamiento adecuados, las familias se verían afectadas emocional y económicamente al tener que enfrentar enfermedades sin la orientación y tratamiento adecuados.
La falta de profesionales médicos en el ámbito de la salud pública provocaría una situación de crisis sin precedentes a nivel mundial.
Pero, repito, todo había sido una terrible pesadilla. "Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre", el célebre aforismo hipocrático define el quehacer diario de los médicos. No podría imaginar un mundo sin médicos.