Uno de los mejores lugares para percibir cómo va la vida del país es pararse un rato en el mostrador de una gasolinera. Tengo la suerte de tener por amiga desde hace muchos años a Encarna, que dirige una estación de servicio entre dos pueblos. Es de esas amistades con las que coincides durante un lustro en la carrera, y aunque solo nos veamos de año en año, parece que fue ayer la última vez que conversamos.

Licenciada en Periodismo, pronto se dio cuenta de que no merecía la pena dedicar su vida a ningún periódico desde la provincia, y a tiempo, afortunadamente, supo reinventarse, dejar de contar módulos y emprender un negocio nuevo para poder vivir y ganar unas perritas. Un máster de experiencia.

Al local, empapelado con imágenes de santos, llegan los clientes como si se tratase de la serie 'Farmacia de guardia'. "Esto daría para una novela" le decía mientras charlábamos junto al mostrador entre cliente y cliente. ¿Tiene usted tarjeta de puntos? ¿Me dice su NIF? "Me alegro de verle"...

Por aquí muchos de los que se acercaban esta semana mostraban su felicidad por haber visto ya el manto de la Virgen, y con ello, la llegada del final del verano y la bajada del ritmo de trabajo. "Hace dos días se murió mi hermano", "Lo siento mucho Manuel", le respondía con cariño mientras imprimía una factura y comentaba la situación general de la economía de la zona. "La única forma de competir con las multinacionales es reforzar el trato personal", afirmaba inteligentemente esta mujer con un corazón desproporcionado para su tamaño que lleva casi treinta años al frente del negocio. Y es que siempre tiene oídos para todo el que se acerca: camioneros, conductores de grúas, transportistas, fontaneros, veraneantes y amigos. Por allí pasa cada día todo tipo de personas... y de mascotas.

"Todo el conocimiento, la totalidad de preguntas y respuestas se encuentran en el perro" (Franz Kafka). Me gustan los perros, y si pudiera tendría uno, pero aunque no sea políticamente correcto, confieso que no me hace mucha gracia la humanización de las mascotas. Todavía recuerdo la impresión que me causó el primer día que vi a una mujer dando agua con una botellita a un chihuahua acurrucado en sus brazos por la calle Sierpes. Por no hablar de los paseos de perritos ancianos en carrito... ¡Guauuuu!

En casa de mis padres siempre hubo. Yogui, un precioso cachorro de pastor alemán, desapareció porque cada vez que se escapaba en el campo acababa con la vida de una oveja (o eso fue lo que nos contó mi padre). Conti, un noble labrador canela, llegó con los mundiales y convivió catorce años con nosotros, pero como se suponía que era el que menos caso le hacía me tocó llevarlo al zoosanitario cuando la enfermedad le impidió moverse.

Allí firmé el parte de defunción mientras se me caían dos lagrimones. Día de perros. Desde entonces decidí no volver a tener perro, aunque tengo muchos cerca: Tobi, Tango… Se acerca la hora de los perritos calientes ¡Qué hambre! Henry, la última mascota que compartió nuestras vidas se fue hace ahora un año. El conejo estuvo siete años con nosotros pero se tragó una hoja de ficus en el jardín. Es lo mismo. Las mascotas "acompañan una barbaridad", como decía mi tía refiriéndose a los cigarrillos (mucho más perjudiciales). Vida perra.

La playa sigue llena de colillas. "Todos los hombres son dioses para su perro. Por eso hay gente que ama más a sus perros que a los hombres" (Aldous Huxley). "Clóe tira la caca", decía una madre a su hija mientras señalaba una de las papeleras fijada en la farola con una bolsita de plástico con los excrementos del perrito entre los dedos. En la bajada a la playa un señor decía a Nilo "todavía no podemos bajar, que no se puede en verano hasta tal hora". “Mantenga su mascota retirada del puesto” avisaba el cartel junto al mercadillo… ¡Ay madre! Se nos va...

Tempus fugit. "A los veinte años un hombre es un pavo real; a los treinta, un león; a los cuarenta, un camello; a los cincuenta, una serpiente; a los sesenta, un perro; a los setenta, un mono; a los ochenta, nada" (Baltasar Gracián). Al final, bien. Lo mejor de haber estudiado cinco años fuera no son los títulos ni las universidades (que también), sino las amistades que mantienes desde entonces. La vida cabe en el mostrador de una gasolinera. Afortunado de estar rodeado de personas como Encarna. Siempre están ahí, como las estaciones. El otoño se acerca...