Hace un par de días se dio a conocer el enlace de un hombre con su smartphone en una capilla de Las Vegas. “Por supuesto que no es tan emocionante como casarse con una persona, la conexión emocional es diferente”, explicaba Aaron Chervenak, el feliz novio. “Los smartphones son ahora muy importantes en nuestras vidas. Nos acompañan todo el tiempo, nos entretienen, nos ayudan a cocinar, se comunican con nosotros… Son muy sociales, en realidad”.
Aunque la historia de Chervenak era en realidad una performance para denunciar la dependencia actual que tenemos de las nuevas tecnologías, lo cierto es que existen personas que realmente siente adoración por determinados objetos. Y no es porque les resulten imprescindibles para su día a día: están enamorados de ellos.
Hablamos de una extraña parafilia conocida como objetofilia que consiste en sentir atracción emocional y sentimental hacia un objeto inanimado. Las personas que sufren esta obsesión, también conocida como ‘objectum sexual’, verdaderamente creen que determinados objetos o cosas poseen una personalidad propia y los dotan de sentimientos y pensamientos.
Somos personas normales, ¿y qué si amamos un poco diferente?
“Esta afección está fuertemente relacionada con el reforzamiento y la falta de apego. Quienes la padecen condicionan ese refuerzo físico y psicológico a un objeto inanimado sobre el que proyectan su amor, fantasías e ideales”, explica a EL ESPAÑOL Gabriel Pozuelo, psicólogo especializado en trastornos por ansiedad y depresión.
Aunque la objetofilia todavía sigue siendo un término poco conocido, empezaron a datarse casos en los años setenta. Entre los más sonados está el de Eija- Riitta Berliner- Mauer, quien hizo oficial su enlace con el muro de Berlín en el año 1979.
Pero, claramente, no es la única cuyo inusual idilio ha terminado en boda. Existen multitud de casos de personas cuyas relaciones con edificios como la Torre Eiffel o las Torres Gemelas, montañas rusas, vehículos e incluso, en la que sería la versión real de la parodia de Chervenak, con dispositivos electrónicos, han terminado en matrimonio.
“Este tipo de relaciones comienzan unidireccionalmente y pueden, o no, ser correspondidas. Se les llama ‘objetos’ y no ‘personas deseadas’ porque, de entrada, no cumplen más que un papel pasivo: ser y estar, sin interaccionar”, puntualiza Raúl Padilla, psicólogo especializado en sexología.
Lo amo tanto como las mujeres aman a sus maridos y sé que estaremos juntos para siempre
“Somos personas normales, ¿y qué si amamos un poco diferente?”, señalaba uno de los miembros de la organización Objectùm-Sexuality Internationale en unas declaraciones ofrecidas en su página web oficial. Es el lugar en el que explican en qué consiste esta parafilia dando total naturalidad al hecho de sentir deseos hacia cosas y ofreciendo la oportunidad de ponerse en contacto con otras personas con sus mismas inquietudes.
Un amor traumático
La inmensa mayoría de los expertos coinciden en que este tipo de síndrome suelen sufrirlo personas que han tenido experiencias traumáticas, afectando particularmente a las mujeres. “Es probable que se dé más en el género femenino porque, por lo general, tienen una concepción de las relaciones y del amor más abstracta y simbólica”, añade Pozuelo.
“Buscando un posible origen en la objetofilia encontramos una marcada presencia de personas con Síndrome de Asperger entre ellos, una variante del autismo, así como una cantidad significativamente importante de personas con sinestesia, una peculiaridad perceptiva que hace que quien la padece pueda tener percepciones cruzadas entre los sentidos, es decir, escuchar colores o ver sonidos”, nos cuenta Padilla.
Se da más en mujeres porque, por lo general, tienen una concepción de las relaciones y del amor más abstracta y simbólica
“El amor por objetos es algo que se ha dado desde siempre, pero sentirse correspondido por el objeto y establecer un vínculo más allá de la admiración es algo que escapa a la mente de muchas personas, que simplemente juzgan como perversión algo que es una desviación de la media en la curva de normalidad del amor”, advierte el sexólogo.
Eija- Riitta, pasión sobrehumana hacia el muro de Berlín
Podría decirse que es a ella a quien deberíamos agradecer la denominación de esta parafilia. Su historia de amor comenzó cuando apenas tenía siete años y vio unas imágenes del muro de Berlín en la televisión. Quedó tan prendida de aquella construcción que Eija - Riitta terminó por casarse con ella en 1979. Diez años después, el derribo de ‘su esposo’ también destrozó pedazos el corazón de Eija.
Erika LaBrie, segundas nupcias con la Torre Eiffel
Tras la celebración del enlace, al que apenas asistieron algunos amigos cercanos, Erika LaBrie se cambió el apellido por el de La Tour Eiffel, adoptando así el nombre de su 'marido'. Pero no se casó con su primer gran amor: años antes, estuvo enamorada de Lance, nombre con el que apodaba a su arco de tiro, asegurando que gracias a su relación sentimental con dicho objeto pudo convertirse en campeona del mundo de tiro con arco.
Ex soldado del ejército estadounidense y fundadora de OS Internacional, organización que acoge a todas aquellas personas que desarrollan relaciones sentimentales con objetos inanimados, Erika ha sido diagnosticada con un desorden de estrés postraumático probablemente derivado de los abusos sexuales que sufrió cuando era pequeña.
Amy Wolfe y su montaña rusa de emociones
Cuando nos enamoramos solemos comentar que sentimos ‘mariposas en el estómago’. Eso debió sentir la neoyorkina Amy Wolfe la primera vez que se montó en una montaña rusa y sintió aquel cosquilleo. A partir de ahí no pudo parar de subirse a la atracción y, tras más de 3.000 paseos y 10 años de disfrute, decidió casarse con aquel objeto inanimado. “Lo amo tanto como las mujeres aman a sus maridos y sé que estaremos juntos para siempre”, declaró el día del enlace.
Sandy K., la viuda de las Torres Gemelas
Tras confesar públicamente que tiene una maqueta de las Torres Gemelas fabricada en aluminio y a una escala de 1:1.000, con la que se da “placenteros baños” y puede “retozar con ella en la cama”, Sandy K. se convirtió en la viuda de las Torres Gemelas.
Hill Rifka, promiscuidad con las tecnologías
Aunque el objeto de deseo y amor de Rifka es en realidad un iBook, reconoce que a menudo le es infiel con otros aparatos tecnológicos: “A menudo flirteo con un ‘laptop’ en eBay y he llegado a sentir verdadero deseo”, reconocía en la página web People who love objects, otro de los sitios comunes a los que acuden las personas que padecen objetofilia.
Nathaniel y Chase, amor sobre ruedas
Tras una adolescencia solitaria, comenzó a sentirse atraído por su coche a temprana edad. Nada que ver con que quisiese dar vueltas a toda velocidad y conducir vehículos de alta gama. Nathaniel estaba enamorándose de aquel Chevrolet Monte Carlo al que llamó Chase. “Esos sentimientos empezaron a ser cada vez más fuertes después de la pubertad y la cosa se volvió más y más seria tanto en lo sexual como en lo emocional”, asegura el joven.