En el Café Literarios, a escasos 15 metros de la Catedral de Santiago, hay un cartel que es mucho más que una declaración de intenciones. "Queda prohibido la entrada a este establecimiento a todos los vecinos de Tordesillas defensores del Toro de la Vega", reza la leyenda escrita sobre la barra. Suso Pais, su dueño, lleva siete años impidiendo la entrada a los defensores de este festejo -rebautizado como Toro de la Peña- que, de no haber sido prohibido, volvería a celebrarse hoy en la localidad vallisoletana. Sus empleados lo cumplen a rajatabla. "Un día decidí subirlo a Facebook y en unas horas lo habían compartido más de 4.000 personas", cuenta al otro lado del teléfono.
Suso, que dice sentirse absolutamente identificado con la defensa de los animales, abrió hace 25 años el Literarios con el objetivo de convertirlo en un lugar en el que se hiciese "algo más que servir alcohol". Así, en este local, situado en la Plaza de la Quintana, a escasos tres metros de la Catedral de Santiago, se realizan tertulias literarias, se programa música en directo y se crean espacios de debate. En la fachada, una pancarta da la bienvenida a los refugiados a Santiago con un "Welcome refugees".
Sin embargo, la causa que le ha traído más dolores de cabeza ha sido su oposición al Toro de la Vega. Durante estos siete años le ha ocurrido de todo: desde aquellos que le han felicitado por la iniciativa hasta los que lo llaman "sinvergüenza" y se sienten ofendidos por su alegato. "Recuerdo una vez en la que vinieron tres parejas al bar. Una de las mujeres, imagino que de Tordesillas, decidió ir al baño y de repente se topó con el cartel. Entró en cólera y se marcharon sin pagar la cuenta”, rememora. Suso no pudo más que compartirlo en su cuenta de Facebook: "Espero que las cañas no les sienten tan mal como las lanzas a los toros", escribió con ironía.
Pero también se ha dado la situación contraria: "Otro señor, hace algún tiempo, muy elegantemente vestido, llegó un día y me preguntó si podría tomarse un café, que era de Tordesillas y había leído el cartel, pero que no defendía los festejos. Por supuesto, le serví".
Insultos y amenazas
En los últimos días, la persecución contra el local y el dueño se ha recrudecido. Ayer, sin ir más lejos, los empleados tuvieron que desconectar el teléfono. "Nos estuvieron acribillando a llamadas. En algunas, nos llamaban hijos de puta y nos exigían que quitásemos el cartel con tono desafiante. En otras, directamente, preguntaban a qué hora iba a estar el jefe, que se iban a pasar por el bar a hacerme una visita", explica el dueño.
El gallego, sin embargo, no se achanta y no duda en calificar el Toro de la Vega de "aberración". "Las tradiciones, cuando son buenas, se respetan; si no, se cambian. Porque si no seguiríamos con el circo romano y los leones. O podríamos echar a cinco mozos a pecho descubierto a una plaza con un toro", explica enérgico.
Hay quien piensa que detrás de su iniciativa hay orquestada una operación de marketing. Él niega la mayor. "Todo aquel que ha venido y me ha dicho que ha visto el cartel en las redes sociales al final lo he acabado invitando. Con lo cual, rico, no me voy a hacer", sentencia con humor.