Jueves 29 de septiembre de 2016. Día dos de la guerra intestina abierta en el PSOE. Los ojos de España están puestos en la sede socialista de la calle Ferraz, en el que el secretario general Pedro Sánchez se mantiene atrincherado junto a los suyos. No aceptan la disolución de la Ejecutiva provocada por la dimisión de los críticos. Se espera el próximo movimiento. Se contiene el aliento.
Un rostro desconocido para la inmensa mayoría que apenas logra asomar por entre el nubarrón de micrófonos hincha los carrillos y lanza una proclama retumbante: "En este momento la única autoridad que existe en el PSOE es la presidenta del Comité Federal, que, les guste o no a algunos, soy yo, porque me eligieron mis compañeros y compañeras del Comité Federal". La ungida penetra en la guarida bajo asedio: dos horas después vuelve a emerger con las manos vacías, porque los derechos que reclama no han sido satisfechos y nadie ha querido recibirla.
Sin duda este será uno de los episodios más esperpénticos que quedarán para la crónica cuando se eche la vista atrás a la crisis del PSOE. Esta era la explosiva entrada en el panorama nacional de Verónica Pérez: en las horas siguientes íbamos conociendo que se trata de la mano derecha de Susana Díaz, secretaria general del PSOE de Sevilla y presidenta del Comité Federal, un cargo a la que por cierto la alzó el propio Pedro Sánchez. Reclamaba en tal calidad la "máxima autoridad" del partido.
La grandilocuencia de la declaración unido al perfil anónimo de la persona que la pronunciaba han repercutido de la manera más propia: transformándose en meme, una coletilla sarcástica que salta de cuenta en cuenta. Y con un tono aspiracional. Si Verónica Pérez puede, ¿por qué no podemos ser todos nosotros la "máxima autoridad" en el PSOE? ¿Y no pudiera ser que lo fuéramos ya sin saberlo?