Jordi Évole y su equipo viajaron en la última entrega de Salvados, eVictims, a la República Democrática del Congo para documentar el drama humano tras la extracción del coltán. Se trata de un mineral raro indispensable para elaborar dispositivos como los smartphones y las tablets, de los que se han ganado el nombre de "minerales de conflicto" o de "sangre": no sólo las condiciones de los mineros que los extraen - en ocasiones menores de edad - son abusivas y paupérrimas con respecto al enorme valor del producto, sino que la lucha por su control ha conducido a atrocidades como las violaciones sistemáticas y el uso de niños-soldados en la guerra civil congoleña.
Évole preguntaba a Denis Mukwege, cirujano que atiende a las víctimas de agresiones sexuales, qué podemos hacer en Europa para poner freno a esto. "Cuando [las empresas] dicen al consumidor: lo que nosotros hacemos está limpio de sangre, es marketing" - opinaba el también activista. "Cuando el consumidor esté informado, cuando el consumidor exija: quiero que mi teléfono esté libre de minerales de conflicto, entonces los productores tendrán mucho cuidado respecto a sus fuentes de suministro. El que manda en todo esto es el consumidor, y esto es importante, porque puede cambiar el comportamiento de las multinacionales".
"Creo que hasta hace unos años se podía pensar que lo que pasaba aquí quedaba muy lejos de Europa. Pero hoy, en Europa, hay una crisis migratoria" - continuaba Mukwege sobre la responsabilidad de los consumidores del primer mundo. "De hecho, ¿quienes son los migrantes? Son quienes huyen de las zonas de conflicto, migran porque no pueden seguir viviendo en las zonas en las que son torturados, asesinados o violados. Creo que debemos ir pensando cada vez más en que el mundo se ha vuelto una aldea, en el que todos tenemos la responsabilidad de protegernos los unos a los otros, dando la posibilidad a cada cual de desarrollarse allá dónde esté" - concluía el ginecólogo.
Como hace siempre en el transcurso del programa, Évole destacó las palabras de Mukwege en Twitter. Pero la polémica saltó cuando otros tuiteros, entre ellos el periodista Matthew Bennet de The Spain Report, señalaron que lo hacía desde un iPhone. Aunque solo fuera por el título eVictims, Apple estaba en el disparadero. ¿Era hipócrita difundir el programa desde uno de sus dispositivos, y anunciar a las grandes superficies que los venden? ¿Somos todos los que tenemos un iPhone en el bolsillo cómplices de las atrocidades relatadas?
A instancias de EL ESPAÑOL, Apple remite a su documento de requerimientos de responsabilidad de proveedores, que dedica un apartado específico la República Democrática del Congo y a países adyacentes como Ruanda en los que el control de los recursos mineros ha derivado en conflictos armados y violaciones de los DDHH. Desde 2014, fecha en la que empezó a describir a sus proveedores y a auditar sus condiciones de trabajo, la compañía de Cupertino no declara trabajar con minas de la zona; sin embargo, reconocen que los mecanismos de control para evitar que algún tercero infiltre minerales de sangre en la cadena de producción son porosos.
El coltán/tantalio que usa Apple proviene de China, EEUU, Austria, Brasil, Japón, Alemania, México, India o Tailandia, indica su informe anual de 2015. Todos los proveedores que quieran trabajar con ellos deben aceptar el Código de Conducta de Apple y las guías de la OCDE "en toda la extensión de su línea de producción de modo a clarificar [...] el origen de todo el tantalio, estaño, tungsteno y oro, de modo a determinar si esos metales provienen de la República Democrática del Congo (la "DRC") o cualquier país limítrofe y, en ese caso, determinar si esos minerales ha financiado directa o indirectamente a grupos armados que han perpetrado graves abusos de los derechos humanos en la DRC o un país vecino".
La compañía no trabaja directamente con minas congoleñas, pero abre la puerta a que proveedores suyos lo hagan. Para asegurar su "limpieza", sin embargo, desde 2010 deben someterse a una auditoría independiente, asegura el mismo informe destinado a la Comisión de Seguridad y Cambio de los EEUU. Pero en el propio documento reconocen que el mecanismo no es suficiente, citando denuncias no al respecto del coltán/tantalio, sino del oro:
"Apple continuará a revisar con detalle los informes creíbles en la República Democrática del Congo (...) que potencialmente puedan conectarse con la cadena de producción de Apple y confirmar las informaciones transparentes y la resolución de cualquier incidente relacionado con grupos armados cuando estos incidentes se puedan vincular fehacientemente a su cadena de producción. Además, Apple pretende aumentar sus esfuerzos para que sus proveedores metalúrgicos cumplan las auditorías independientes y seguirá prescindiendo de aquellos que no las acepten".
Las lagunas del proceso quedaban claras a comienzos de 2016, cuando Amnistía Internacional denunciaba que el cobalto, material fundamental para las baterías de los dispositivos, estaba siendo recogido en Congo por niños. Apple, Sony y Samsung eran las corporaciones señaladas, y la petición se cerraba con el compromiso de la compañía fundada por Steve Jobs de mejorar sus mecanismos de control. Pero incluso el propio Jobs, citado por Newsweek, reconocía hasta qué punto el sistema tenía carencias: "Hasta que alguien no invente un modo de trazar el recorrido de los minerales desde la mina de origen, este seguirá siendo un problema muy complicado".
La conclusión da por buenas las palabras de Denis Mukwege: ninguna compañía, por buenas prácticas que asegure haber tomado, puede asegurarnos que nuestro smartphone o el de Jordi Évole están completamente limpios de sangre. Pero como defiende el hombre que un día podría ganar el Nobel por su trabajo reconstruyendo la vida de las víctimas del coltán, el paso para conseguirlo es tener consumidores informados y exigentes con sus compañías tecnológicas y sus legisladores.