Quien acude a Comet Ping Pong busca pasar un rato relajado y en familia alejado del ajetreo de Washington D.C., capital de los Estados Unidos. Es un tradicional restaurante americano para todos los públicos con su punto kitsch, sus pizzas sabrosamente grasientas, sus mesas de ping pong para entretener a la chiquillería mientras esperan a la comida y actuaciones de música en directo. El domingo estaba lleno hasta la bandera, cuentan los testigos, cuando un hombre armado con un rifle automático entró y encañonó a uno de los empleados.
Se trata de Edgar Maddison Welch, de 28 años y oriundo de Carolina del Norte. Al verle armado, el empleado huyó; también los clientes, que buscaron refugio en los locales colindantes. Fue el propio pizzero encañonado quien avisó a la Policía. Al lugar se desplazaron patrullas y equipos SWAT. En el interior del Comet sólo quedaba Welch, que descargó su munición contra el techo. Poco después, el agresor era reducido y detenido. Felizmente, este caso de tiroteo en EEUU se saldaba sin heridos.
La rápida reacción de los empleados del restaurante se comprende al saber que llevaban semanas siendo objeto de insultos y amenazas en las redes sociales. Su dueño, James Alefantis, se había visto obligado a cerrar sus cuentas personales y la del local, pero cualquiera relacionado con el Comet estaba siendo objeto de persecución. Su delito: encontrarse en el epicentro una de las teorías de la conspiración más delirantes que ha dado una campaña fértil en bulos. Welch declaró a la Policía que había venido a comprobar en persona lo que había leído en Internet: que en la trastienda del Comet existía una red de prostitución pedófila gestionada por la propia Hillary Clinton.
¿De dónde surge el Pizzagate?
Pocas cosas enganchan más a las comunidades online que una buena teoría de la conspiración. Si encima tienen un componente político en época de crispación ideológica, la viralidad se convierte en infección. No hay que ir muy lejos, en una cultura como la estadounidense que cultiva la sospecha contra sus representantes políticos en grados que van del escepticismo a la paranoia. Algunos bulos, aunque falsos, entraron dentro de lo verosímil, como un presunto discurso de apoyo a Donald Trump por parte del actor Denzel Washington.
Otras, pese a entrar en lo lunático, gozan de buena fortuna, como la que afirma que los poderosos que controlan el mundo pertenecen a una raza de "reptilianos". Muchos usuarios entran a alimentarlas por diversión, pero otros se dejan atrapar en una red de falsas evidencias, interpretaciones interesadas y relatos apócrifos. El Pizzagate pertenece a esta última categoría. Y como todas las buenas conspiraciones, tiene una gota de verdad.
La filtración de los e-mails de campaña de John Podesta, jefe de campaña de Hillary Clinton, fue uno de los escándalos de la carrera electoral. Mientras ellos señalaban con el dedo a los hackers rusos a los que acusaban de interferir por orden del Kremlin, el bando de Donald Trump se frotaba las manos con la revelación de que la CNN había "cantado" preguntas a la candidata demócrata antes de salir al aire o sus promesas a puerta cerrada a los grandes financieros de Wall Street.
¿De dónde sale la conexión con Comet Ping Pong? Como prácticamente cualquier vecino de Washington D.C., el pizzero Alefantis ha hecho pinitos en política: uno de los mails revelaba que se escribió con Podesta para participar en un evento de recogida de fondos en favor de Clinton. Alefantis fue pareja además de David Brock, un periodista conservador reconvertido en defensor de la candidata demócrata. Para los teóricos de la conspiración, el vínculo no podía ser más claro.
Pero, ¿y cómo se llega de ahí a una red de prostitución pedófila? Entra en escena una mescolanza de turbios escándalos en la política de EEUU. Dennis Hastert, un representante republicano, fue condenado a 15 meses de cárcel por abuso de menores; se trata de un amigo personal de Tony, hermano de John Podesta. El empresario y gran donante político Jeffery Epstein fue condenado por organizar fiestas en las que se prostituían menores de edad y se sabe que Bill Clinton usó prestado su avión privado. Pero también Donald Trump, un detalle que los medios afines especializados en noticias parciales de cara a las redes sociales tienden a pasar por alto.
"Pedofilia hasta en la carta"
El emblema de Comet Ping Pong es de dos palas de juego entrelazadas, y su lema: Play, Eat, Drink; "juega, come, bebe". Las palas entrelazadas representan sin embargo una mariposa, un símbolo de quienes promueven el 'child loving', la legalización del sexo con menores, y las siglas del lema forman la palabra P.E.D. Esta son las clases de evidencias que empezaron a amontonarse en los foros de reddit y 4chan en la que los investigadores aficionados iban alimentando la teoría de la conspiración.
Los muros de la pizzería estaban cubiertos de imágenes perturbadoras y esotéricas, relataban. También las cuentas de Alefantis y sus contactos, como se encargaron de rastrear los foreros. Una fotografía de una niña atada a una mesa con cinta aislante para que se esté quieta; otra con los pies en una cesta de la compra, "como si estuviera a punto de ser comprada", escriben en un foro. Una imagen de una cavernosa cámara frigorífica y un "espeluznante" comentario: #killroom.
Esas fotos, denunciaba Alefantis, no tenían absolutamente nada que ver con el restaurante: provenían de cuentas de personas que seguían el perfil de la pizzería en las redes sociales. El CEO de Reddit, Steve Huffman, confesaba hace una semana que cerraron el hilo del Pizzagate precisamente por la masiva violación de la intimidad de usuarios no relacionados que estaba teniendo lugar. Pero para los teóricos de la conspiración, el cierre demostraba una "mano negra". La fotografía de la cámara frigorífica se había convertido en una red de túneles para huérfanos provenientes del terremoto de Haití; ya no era solo una red de prostitución pedófila, era un culto caníbal.
Hace dos semanas el propio Alefantis se encontraba con miembros de este equipo de investigación ciudadana. Tras expresarles su frustración, el acoso constante sufrido por su negocio, sus clientes, sus empleados, incluso por las bandas que tocaron en el local, les invitaba a entrar para comprobar que ni la decoración del restaurante era la que se había difundido en las redes entre inquietantes interpretaciones ocultistas, ni posee sótano alguno. Todo quedó grabado en vídeo. Pero ni siquiera esta visita ni el término de las elecciones ha supuesto reposo alguno para el pizzero de una pesadilla que el domingo presenció su episodio más siniestro.