¿A qué responde que los humanos formemos parejas más o menos duraderas, a la naturaleza o a la sociedad y la cultura? La cuestión ha interesado a los investigadores desde hace años. Un proyecto de la Universidad Estatal de Florida se propuso poner a prueba la teoría de que las relaciones sexuales sirven para fortalecer los lazos sentimentales de manera incluso inconsciente. Las conclusiones, publicadas en la revista Psychological Science, le han dado un romántico apelativo al fenómeno: el afterglow o arrebol.
Este término define poéticamente la última luz del día, cuando el sol acaba de ponerse en el horizonte; al hablar de sexo, se refiere a la sensación de satisfacción y plenitud tras el coito, y el momento de relajación y ternura entre los amantes. La responsable es la oxitocina, la "hormona de la felicidad", que nuestro cuerpo libera tras el clímax. La cercanía afectiva con nuestra pareja hace el resto, pero, ¿cuánto dura realmente la luna de miel?
Los investigadores trabajaron con 214 parejas predominantemente heterosexuales y sobre los 20 años de edad de recién casados, a los que pidieron llevar un 'diario sexual' durante 14 días. Debían anotar cuántas veces hacían el amor, y cómo se sentían con respecto a su matrimonio. Seis meses después, debían volver a valorar su relación de pareja. El primer dato: la frecuencia de relaciones sexuales quedaba en una media de cuatro a la semana. "Aunque la cifra variaba en gran medida de pareja a pareja" - precisa el estudio.
No era la abundancia de encuentros sexuales lo que daba la mayor satisfacción a los cónyuges de ambos sexos, sin embargo, sino el efecto de arrebol. Dos días después del último coito, todavía se declaraban sexualmente satisfechos; al tercer día de "sequía" es cuando los niveles empezaban a decaer. Es más: en los matrimonios en los que este arrebol era más satisfactorio e intenso, el nivel de felicidad global con respecto a la relación se mantenía más elevado a seis meses vista.
¿Por qué dos días y ni uno más? "Aparentemente es el tiempo que se necesita físicamente para recuperar la mayor concentración de esperma" - explica la Dr. Andrea Meltzer, jefa del estudio. "Concluimos que el arrebol es un mecanismo primario cognitivo que fomenta los vínculos de pareja". Así, la explicación cae del lado de los fundamentos evolutivos de las relaciones: la afectividad tras el coito impide que los amantes se marchen cada uno por su lado hasta estar de nuevo en óptimas condiciones para procrear.
La siguiente hipótesis que el equipo de Meltzer quiere poner a prueba es si el efecto se da de modo similar en las parejas homosexuales, y si los matrimonios que han llegado a sus bodas de oro presentan un efecto de arrebol más intenso que la media, lo que podría haberles facilitado una satisfacción marital más longeva.